Textos『Gureshin』

XXX. Epilogue

Desperdiciaron su tarde jugando, si que lo hicieron. Por eso ahora tenían deberes atrasados y a un Yuu haciendo berrinche entre manos.

Ah, eso apestaba.

—¡Guren idiota! ¡yo quería de vainilla!

Y el conflicto se resumía en que el mocoso que ya no es un mocoso, pero le gusta que lo mimen como a un mocoso tenía un helado de limón entre manos en vez de uno de vainilla.

—Cállate —gruño Guren, venía aguantando el berrinche del idiota desde hacía como quince minutos.

—¡No me digas que me calle!

Gruño de nuevo, está vez dispuesto a golpear a Yūichirō con una fuerza equivalente a los gritos del menor. Shinya tuvo la suerte de aparecer y traer consigo un cono de helado de vainilla, tenía una sonrisa igual que siempre, y, Guren se derritió ante la sensación de una comodidad familiar.

—Pero, ¿qué tenemos aquí? —acotó Shinya fingiendo estar impresionado—. Wow, ¿es de limón? ¡yo quería uno de limón, pero ya no había!

Y fue como una señal para el pequeño azabache quien sonrió y asintió siendo lo más efusivo posible. Guren se preguntaba cómo es que su hijo, teniendo 16 puñeteros años podía ser un jodido lastre, lo amaba, por supuesto que lo hacía, pero simplemente había días en los que sólo quería golpear al niño y desaparecer de la escena. Porque Yūichirō estaba jodidamente mimado.

—¡Te lo cambio! —gritó con estrépito tal que todo ser viviente de carbono a su alrededor lo volteo a ver, todos con una mala cara, por supuesto que sí, ya no era un adorable niño, era un adolescente berrinchudo y ruidoso, todo mundo concordaba con que eso era desagradable.

—¿Cómo carajos lo supiste? —murmuro Guren al oído de Shinya.

Hubo una risita, y, Guren se preguntó cómo es que a pesar de los años su pecho seguía inflándose, explotando con cariño y calor con una simple risa corta y suave, Shinya podría provocar tanto.

—Escuché los gritos al otro lado de la calle —fue la respuesta divertida del contrario—, sólo fui oportuno.

—Demasiado, de no ser por ti y tu estupidez oportuna, habría tenido que lidiar con un mocoso gritón.

—Oh, vamos. No es tan malo —respondió de nueva cuenta divertido el de cabellos rubios platinados.

—¡Hey, ustedes apúrense o no llegaremos! —gritó la desesperada voz de Yūichirō.

—No es tan malo decía —murmuró enfadado Guren.

Y Shinya volvió a reír, la calidez de lo conocido les embargo.

Si, seguro serían felices.