Capítulo 8. Más besos

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A ratos nos mensajéabamos, por la noche nos llamábamos, estuve muy ocupada en la destiladora y Luna con su consultorio, quedamos de vernos el sábado para ir nuevamente al café, ésta vez no libamos solas, Alexa y Lisa nos acompañaron y aunque no fue la idea original, nos la pasamos muy bien, comimos pizza y bebimos cerveza, esta vez nos corrieron pasada la media noche. Le propuse a Luna hacer una pijamada en la Hacienda, y aceptó solo que quiso invitar a Lisa y Alexa, quedamos para el siguiente fin de semana, sábado por la noche, aunque le advertí que me vería antes de eso.

El domingo fue un día tranquilo, mis abuelos y yo fuimos a la ciudad, por la tarde regresamos y hable prolongadamente con Luna, fue un dulce intercambio de mensajes de texto, me llenaba el alma hablar con esa mujer, y aunque hacía menos de dos meses que todo este lío había comenzado, me sentía feliz por haberla conocido, a esas alturas ya no importaba si llegaba a tener algo con ella o no, era hermoso haber coincidido con ella, agradecía a la vida, el cosmos, incluso si existiera una deidad, a todo por conspirar para que ese bello momento llegara. Sabía con certeza que Luna y yo teníamos algo, quizá una conexión alma a alma que los demás no veían, era atracción física, sí, pero no sólo eso, también era una atracción de núcleo a núcleo, algo en mí, interno e intangible se sentía atado a ella, me sentía bien, incluso me sentía lista para morirme en ese momento, todo en la vida, dolores y tristezas, decepciones y fracasos habrían valido la pena por llegar a conocerla, por ver sus hermosos ojos podía sacrificar media vida, quizá incluso la vida completa, y por un beso de sus suaves labios, sacrificaría el tiempo futuro, simplemente me sentía plena.

A mediodía de trabajo me salí de la destiladora, corté una rosa de los jardines de la empresa y fui a su clínica veterinaria, había una chica joven trabajando como dependienta de la farmacia y atendiendo sus citas, le pedí que me dejara entrar al consultorio sin ser anunciada, no muy convencida aceptó, entré sigilosamente a su consultorio y no la veía, pero la recepcionista juró que ahí estaba, luego la vi salir de un cubícalo que estaba al lado de su escritorio.

-¿ocupada?- mis ojos querían al verla envuelta en su bata blanca con el mismo patrón de huellas de colores en el cuello y en el cinturón de esta

-para ti no- me acerqué a ella y rocé su nariz con los pétalos de la flor- ¿cómo estás?- preferí no hablar y la tomé por la cintura, eché la cabeza para un lado y posé mis labios sobre los suyos. Cada beso era distinto, todos igual de mágicos. Pero como todos, terminó.

-Luna- suspiré y la atraje más a mi cuerpo, no quería soltarla- bella Luna, tan hermosa- separé su cabeza de mi hombro y la besé nuevamente.

Esta vez dejé que mi lengua entrara a su boca y lentamente comenzamos una guerra en nuestras bocas, acaricié lentamente su cabello, el beso se prolongó unos minutos hasta que el aire nos faltaba. Nos separamos del intenso beso y la abracé nuevamente, pasé mis manos por toda su espalda, la recorrí haciendo círculos con mis dedos.

-Te extrañé ayer- besé su frente- te extrañé hoy- besé una de sus mejillas- y estoy plenamente segura de que te extrañé mañana- besé la otra mejilla y luna colocó una mano a cada lado de mi cuello y me jaló hasta su boca, nos besamos dulcemente y esta vez dio algunos pasos hasta conducirnos a su escritorio, sin dejar de besarme se sentó sobre éste y me jaló más hacia ella.

En mi cuerpo hubo reacciones tanto físicas como químicas al respecto, mi temperatura se elevó considerablemente y mi respiración se agitó, Luna separó las piernas para que pudiera acomodarme en medio de ellas, rodeó mis caderas con sus piernas, sentí una corriente eléctrica recorrer mi espalda,  casi cruzaba la delgada línea que hay entre el placer y el dolor, si hubiera sido dolorosa, quizá hubiera sido el dolor más placentero de mi vida.

De regreso a MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora