Capítulo 12. Playa

3.5K 200 27
                                    

Llegó el viernes, la mañana la pasé en mi oficina en la destiladora, una taza de café me hacía compañía. No cabe duda que la vida nos tenía preparadas sopesar, emociones por descubrir, y un sinfín de personas bellas por encontrar, un puñado de almas caminando a nuestro paso, en paralelo a nuestras vidas pero al mismo tiempo juntas.

Me sentía melancólica, al parecer el litro y medio que llevaba de café no había cumplido su encomienda de elevar mis niveles de adrenalina, o quizá sí, no lo sé. Era un día extraño desde el comienzo, un día de esos grises, la maza, de Silvio Rodríguez sonaba de fondo, quizá también por eso estaba así mi ánimo.

Tenía sentimientos encontrados, claro, quizá todas las relaciones lo tenían, mi mente y mi pseudo corazón se debatían entre la razón y lo que sentía. Luna era una niña hermosa, llena de vida, de esperanza, era mil cosas hermosas, me sentía feliz y agradecida por ella, y a la vez tenía mil miedos, miedo a perderla, miedo a que ella me perdiera, miedo a que esto no fuera real, a su familia, a la mía, miedo a Lucía, sí, miedo a Lucía. Hacía días que no venía a mi mente Lucía —qué buen momento Lucía—pensé.

Después de un rato perdiendo el tiempo en mis pensamientos, salí de la destiladora, tomé el coche y me dirigí a la hacienda, ensillé un caballo y me fui a cabalgar un rato, a paso veloz recorrí la hacienda, incluso crucé los límites de la hacienda con la de Luna y después con otra más, necesitaba despejarme, algunas lágrimas brotaron de mí, no sé si eran de felicidad o de tristeza, a estas alturas no sabía nada.

Llegué a un pequeño río que cruzaba por esa tierras, bajé un rato del caballo y le ofrecí agua, luego decidí volver un poco más tranquila. De regreso recordé como me había ido el miércoles con Luna, tuvimos un encuentro un tanto íntimo en su consultorio, si eso era mágico, no imagino el día que hagamos el amor pro primera vez —hagamos el amor— retumbó en mi mente, sí, deseaba que eso sucediera, lo deseaba con ella, la deseaba en cuerpo y alma.

Entré a la casa directo a mi habitación, traté de evitar todo contacto humano, aunque eso incluía a Aldo, sabía que pronto vendría a buscarme. Me di un baño largo, hasta quedarme dormida en la bañera, necesitaba unos minutos e inconsciencia. Me vestí y bajé a comer con mi familia, Aldo identificó que algo sucedía pues no había hablado nada en toda la comida.

Un poco después de comer llegó Alexa, sentenció que debíamos hablar largo y tendido, accedí sin chistar y comenzó a contarles de la playa, mis hermanos estabas emocionados de pasar unos días en la playa todos juntos, mis papás mis abuelos aceptaron ir, lo había hablado con Luna y había dicho que sí, aunque no sabía si tenía trabajo.

Por la noche la llamé, quedamos todos de acuerdo en partir al día siguiente por la mañana, Tania nos alcanzaría allá.

En la mañana fui por Luna a su casa, se despidió de sus papás y de Lisa, pero algo extraño había en la mirada de su madre hacia mí, quizá ya se había dado cuenta que había algo entre nosotras.

Regresamos a la hacienda y salimos de ahí, insistí en irme a parte, así que sólo Luna y yo íbamos en mi coche, Mis papás y abuelos en otro, y mis hermanos y Alexa en una de las camionetas.

El camino a la playa más cercana no fue de más de dos horas, Luna y yo encabezábamos la excursión, en el trayecto ella eligió la música que escucharíamos, por suerte era música alegre, así que evité momentos de melancolía. Era bonito, era mágico, eran la vida misma esas primeras veces a su lado. A ratos me tomaba de la mano, otros más se recargaba en mi hombro, giraba y se me quedaba viendo, y yo simplemente me sonrojaba.

Cuando por fin llegamos, nos fuimos directo a la casa de campo de mis abuelos, a pie de playa. Con siete habitaciones enormes y una alberca semi olímpica era el destino perfecto, una playa en el oeste central de México, un pequeño poblado y la compañía más grata del mundo.

De regreso a MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora