Epílogo

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Narrado por Luna

A los pocos meses de lo sucedido con Ileana, me fui a vivir a una ciudad cercana. Llegué a rentar un apartamento cerca de la universidad de ese lugar, planeaba especializarme en especies pequeñas.

El aparamento era pequeño, de hecho muy pequeño, tenía una habitación y un pequeño baño, luego una pared dividía de la cocina y la sala. El primer día de clases aún tenía un desastre en el apartamento pues llevaba dos días ahí, entre mis compañeros se encontraban dos chicas que al parecer se conocían. Rápido trabé amistad con ellas, la maestría dudaría dos años, iríamos diario a clases así que traté de acoplarme rápido.

Un día salimos a un bar, descubrí que ellas se traían rollito desde hacía mucho, por mi parte me concentré en darle baje a mi botella de tequila.

A la salida del bar tropecé por error con una chica, tenía ojos azules y cabellera rubia. Sólo nos sonreímos y cada quien caminó a una dirección opuesta de la otra.

Días después volví a toparme con ella, me invitó a salir y la verdad no pude negarme a hacerlo, me parecía una chica muy bella. Fuimos a tomar un café y ahí me contó un poco de su vida, Clara era administradora de empresas, trabajaba cerca de donde yo vivía y solía pasear de noche, salía a caminar de vez en cuando en la madrugada, dijo tener insomnio aunque no descarté la posibilidad de una psicosis.

Pasaron algunas semanas en las que me frecuentaba recurrentemente, hasta un día en que me visitó justo a la salida de la universidad, me dijo que tenía algo para mí. Fuimos a su coche y me dio una pequeña caja con agujeros.

Descubrí que dentro había un hermoso cachorro golden retriever, mi primer reacción fue estallar de alegría, aunque la segunda fue pensar qué haría con él pues el espacio en el apartamento era muy reducido y esa raza es un poco grande.

Meses después de eso Clara y yo salimos a comer, no me di cuenta en que momento me empezó a besar, aunque mi primer instinto fue quitarme, no lo hice, continué el beso que, debo reconocer, fue bueno. Después le comenté que aún no me sentía lista para una relación y lo entendió, seguimos saliendo juntas, incluso salíamos con Lu, dejé que Clara ligera el nombre de mi perro, quería que se llamara Luno pero después pensó que quizá llamaría así a alguno de mis hijos y prefirió dejarlo en Lu.

Habían pasado casi cinco años desde que conocí a Ileana. Al principio no fue fácil, era bello todo lo que vivíamos, aunque sé que pude darle oportunidad de explicarlo todo en el momento, no lo hice. Años atrás me prometí jamás perdonar otra vez un acto así.

Me casé al año de haber terminado la maestría, no me puedo quejar, tengo una vida hermosa con mi esposa, cada mañana despierto a su lado sintiéndome la persona más tranquila del mundo, ahora cuido de ella y ella de mí, y claro, entre ambas cuidamos de Luke, nuestro hermoso hijo. Aún no me la creo que todos los días duermo entre sus brazos, sigue siendo muy paranoica, y yo, sigo siendo una lunática, despistada e irónica.

A veces no sé si estuvo bien o mal, pero al final lo hice.

El día que terminé la maestría Ileana me encontró, llegó al restaurant donde estábamos celebrando nuestra graduación, yo sólo llevé a mis papás, Lisa y Clara. Sabían todos que era mi amiga y nada más. Incluso a veces se quedaba a dormir conmigo, yo sabía que algo sentía por mí, pero no quise arruinar nuestra relación.

Cuando estábamos por brindar, la vi entrar, tan imponente como siempre, tan tenaz incluso en su andar, con un aire felino en su mirada, nuestras miradas chocaron y a mí se me fue el cielo y el infierno al vientre. Se acercó lentamente, me miró y sonrió.

—Sigues siendo el ser más adorable que conozco— suspiré

Mis papás, Lisa y Clara me observaban

—Ileana— balbuceé

—Luna— temblé al escuchar mi nombre salir de sus labios —sólo no quería morirme sin escucharte decir mi nombre una vez más—

Caminé por instinto a donde estaba Ileana y me abrazó, fue un abrazo cargado de miles de emociones, de palabras ahogadas en mala recuerdos, lleno de tristezas y alegrías revueltas.

—Ven conmigo— la escuché decir sobre mi cabeza —vámonos— y mi corazón sintió nuevamente, miedo, angustia, felicidad, regocijo, todo a la vez.

Ese órgano mío volvió a latir de amor y no sólo por sobrevivir, mis ojos contenían las lágrimas que estaban próximas a brotar.

Y me fui con ella, dejé a mis padres, mi hermana y Clara en el restaurant, sentí nuevamente sus labios sobre los míos y supe que quería condenarme con ella y en ella.

Dejé que me llevara en su auto algunas horas en carretera, no supe a dónde, iba inundada en mis pensamientos, pensamientos que desaparecieron cuando decidió parar en un café a mitad de la nada, me besó como sólo ella sabía hacerlo, me abrazó y sentí el impulso de entregarme a ella.

Manejó unos minutos y encontramos un hotel de paso, pedimos una habitación, estaba oscureciendo. Supe que duraríamos largos momentos ahí.

Primero me besó delicadamente en la boca, su lengua jugaba con la mía, luego, ávidamente me coloqué sobre sus piernas aún sentadas en el coche, necesitaba sentirle, necesitaba sentirme suya. Nos bajamos del coche desesperadas, ambas deseábamos desde hacía años un encuentro de este tipo.

Besé cada centímetro de su suave piel mientras ella me besaba el alma. Me desnudó el corazón y lo robó por siempre.

Ahora duerme en mi cama cada noche, a veces despierta en la madrugada y hacemos el amor, tiene una manía terrible por tocarme dormida, simplemente despierto excitada.

Ambas cuidamos de Luke y Lu, esa manía de los nombres con L me persigue. Ileana decidió trabajar para su familia pero en la ciudad, los fines de semana viajamos al pueblo a visitar nuestras familias y de vez en cuando ellos nos visitan.

Alexa y Tania fueron nuestras damas en la boda, Ileana decidió que Aldonzza y Alexa fueran sus testigos en la boda. Por mi parte invité a Lisa y Clara.

Nos casamos en Cancún, Ileana alegó que se la debía por la boda a la que no la llevé.

Hubo tiempo para aclarar lo sucedido, supe de su historia con Lucía, de hecho le pidió matrimonio meses después de que termináramos, por suerte mi Ileana no quiso, si no, no sé qué diablos sería de mí.

Sí, quizá fue una tontería lo que sucedió, algo tan simple nos separó durante más de dos años, pero no definitivamente. Ileana aprendió a contarme las cosas en su momento y no cuando se le salían de las manos, por mi parte aprendí a tenerle paciencia, sé que a veces la desespero, pero a veces ni yo me entiendo, cosa que ella hace bien. 


Algunas veces bailamos en nuestra habitación, a puerta cerrada y a la luz de las velas, canta en mi oído hasta que caigo dormida en sus brazos, otras veces prefiere hacerme el amor muy lento mientras susurro su nombre, de cualquier forma, me hace inmensamente feliz. 

Gracias lectores, sobre todo a quienes se molestaron con el final, también a mí me enfadó.

Ahora sí, el fin de esta historia llegó, un poco complejo quizá, pero es la naturaleza de Luna no lo olviden. Espero no me odien por esta historia, y espero leer pronto sus comentarios en otra. 

Claudia. 

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