— Chicas, cambien esa cara ¿Qué les pasa? — se sentó a mi lado Carlos, con un pollo en su mano.
— Si que eres un palo en el culo, Carlitos — masculle molesta.
— Pero mira quién habla, mariquita atolondrada, eres salvaje cuando pegas, me imagino también que serás en la ca... ¡La que te chinga! ¡Deja de pegarme, mierda! — se cubrió su rostro cuando le pegué con la bandeja donde estaba mi almuerzo.
— ¡Maldición! ¡Dejen de pelear de una maldita vez! No hay paz cuando los dos están juntos, me explota la cabeza con sus gritos — se puso de pie una molesta Agus al punto de saltarle una vena.
Todos centraron sus miradas, susurrándose cosas y otros carcajeaban entretenidos por la escena.
— ¡Este idiota no me deja tranquila en ningún momento! ¡Se la pasa burlándose de mí este desgraciado! ¡Si tienes una vida ocúpate de ella, Carlos! — le agarré de su cabellos jalándoselos.
— ¡Estúpida, mi pelo idiota! — lo dijo tan femenino que yo le solté quedando atónita con su tono que uso.
Yo e incluso los demás presos soltamos unas fuertes carcajadas, Agus estamos su palma en su frente y luego agarró su tenedor para seguir ingiriendo el almuerzo mientras negaba por nuestra estupidez.
No podía creer que este imbécil podría cambiarme el humor en tan sólo segundos; por una vez agradezco que internamente lo haga, sería la última vez que lo volvería, a pesar que es molesto es un buen amigo, quisiera que lo liberarán, que estuviera conmigo en mis malos momentos y que me consolara por todo lo que me pasa, aunque no había posibilidades que quedara en libertad.
Nos volvimos a sentar, para seguir nuestro almuerzo y mi humor volvió a estar al suelo.
— Hace unos segundos estabas riendo, ahora estas triste ¿Qué es lo que tienen las mujeres para que cambien de humor? — mascullo extrañado Carlos.
— Eso no te importa — tome un sorbo del jugo de naranja.
— Hablando enserio ¿Se puede saber que les pasa? ¿Por qué tan deprimidas? — me saco un pedazo de mi pollo, lo fulmine.
— Mañana seremos liberadas de la prisión — respondí entristecida.
— ¡Y por eso ponen esas caras! ¡Par de locas! ¡Si yo estuviera en su lugar, me tiraría de un acantilado! — grito de alegría en el cual paro a un quejido cuando le di un manotazo.
— Espero que te calles, no te incumbe nuestro estado.
— Pues, si que andan bien jodidas por los oficiales, sino está cara no tendrían — se tocó el mentón.
— Como sea, deja de molestar — me balance y le di un abrazo.
— ¡Quítate de enzima! ¿Qué te pasa? ¿Ya estas emba...? ¡Ay! ¡Maldita sea contigo y tus uñas! — trató de sacarme enzima desesperado cuando clavaba más profundo mis uñas en sus hombros.
— Gracias por estar conmigo, Carla, me acompañaste en todo este tiempo, no sabes cuánto te voy a extrañar — le solté dando un beso en su mejilla.
— De nada _____, a ti también te voy a extrañar... ¡¿Como mierda me llamaste zorra?! — quiso detenerme cuando me ataba alejando, pero los oficiales se presentaron.
— Hora de volver, señores, el almuerzo se terminó — hablo uno.
Gemí de sorpresa cuando sentí unas manos en mis muñecas mientras me colocaban las frías esposas.
— Camina, ma-ri-qui-ta — hablo una voz conocida detrás de mi enrojeciéndome de vergüenza.
Durante todo este tiempo me escolto cada vez que tenía una necesidad u horario, es como si quisiera estar casi todo el tiempo posible conmigo, para los ojos de otros esto era desapercibido, pero no para mí.
Cuando llegamos a la cárcel quito las esposas y agarró las llaves para abrir la puerta en silencio, cuando entré adentro pegué un pequeño grito por los fuertes brazo que me rodearon la cintura.
— Quiero tenerte de nuevo — me susurró en el oído.
Cerré mis ojos.
No sabía qué hacer, si dejar que me haga suya por última vez o empujarlo, decirle cosas hirientes para que se alejara de mí, para no volver con la necesidad de estar entre esos cálidos brazos.
Pero no podía hacer lo segundo, me costaba, no conseguía pensar nada grosero, no en esa forma.
¿Tengo que aprovechar?
— Eso me lo habías prometido en una semana, pero han pasado tres ¿Ya no me quieres? — me di la vuelta quedando a centímetros de su rostro.
— No sabes las ganas que quiero tenerte siempre nena, deseo que estés conmigo, siempre — dijo en medio de mis labios.
¿Escuche bien? ¿Dijo siempre?
No lo hagas, estúpida.
Maldición.
Quiero ser estúpida, quiero tenerlo una vez más en mis brazos, quiero hacerlo, quiero que esté conmigo, por más que él tenga sentimientos distintos.
— Ross hazme tuya, otra vez — le susurré sensualmente para apresar esos carnosos labios.
Él me correspondió salvaje, lo profundizamos; mis manos se enredaron en sus hermosos cabellos, mientras uno que estaba en mi cintura cerró lentamente la puerta.
— En la cama, no — proteste cuando quería conducirme allí.
— ¿Donde? — Respondió tajante.
— Duro contras las rejas — le mordí el labio inferior.
Me sonrió, una de esas sonrisas que parecía transmitir algo, algo que no especificaba, pero era una sonrisa sensual, comprometedora y maléfica.
Me estampó delicadamente a la rejas, mordió mi cuello mientras una mano tocaba uno de mis pechos aún cubiertos por la tela de mi remera negra y blanca. Subió mis piernas en su cintura mientras yo deseosa le quitaba su uniforme azul dejando ver si estructura que ni los dioses podrían tener. Él me saco mi remera y beso mi clavícula bajando hasta mi sostén, lo desabrocho a duras penas y masajeo mis dos pechos mientras yo me abrazaba lo más que podía.
Gemí cuando su boca se dirigió a uno de mis pezones y los saboreaba lentamente, torturándome, mientras el otro me lo pellizcaba, sentí como ese hormigueo se acumulaba más abajo de mi vientre cada vez más. Cuando me dejo adolorido y duro se ocupó de otro, yo mordía uno de sus hombros tratando de contener mis gemidos sin éxito.
— Ross, no voy a aguantar, hazlo por favor — le suplique.
El rubio asintió, me bajo hasta el piso pero aún apresada en su escultural cuerpo mientras él se desabrochaba, bajo su pantalón y bóxer dejando ver su erecto pene, listo para profanar.
Yo baje el mío junto con mi braguita, bajo su demandante mirada me acerque uniendo nuestros cuerpos, Ross me alzó de nuevo entre sus brazos y se posicionó penetrándome de apoco.
— No sé qué pasará después de nosotros, pero este es el momento maravilloso de sentirte, porque es lo único que más deseo, que seamos nosotros, y que se pudra todo lo que rodea, porque estas junto a mi— hablo rítmicamente excitado.
Empezó a embestirme duramente, chocando mi espalda contras la rejas; mi piel se erizo al frío contacto, pero eso era lo que menos me importaba, sólo disfrutaba como se fusionan nuestro perlados cuerpos, el tiempo no importaba.
Por qué ser su presa y él mi Policía fue lo mejor que pudo pasar.
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ARRESTADA POR EL POLICÍA LYNCH
Romance"Duro contra las rejas" ☆Estado:COMPLETA ✓ ☆Segunda Temporada: Volver ADVERTENCIA: esta novela tiene contenido sexual/explícito, aviso que esta lectura está a tu derecho de leer, no acepto críticas o denuncias.