CAPITULO III

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Como de costumbre llegué diez minutos tarde, y ella estaba sentada, sola con su cabello agitado por el viento.
Estacione el auto y me acerqué a su lado, en el fondo sentía cierta vergüenza por la tardanza.
-Perdóname, tuve un imprevisto.- le dije.

-No hay problema, estar sentada aquí sola es muy divertido.- dijo irónica con una sonrisa.

Mientras ella me hablaba yo sólo podía admirar su belleza, su pelo castaño luminoso, sus ojos cafés, y por supuesto lo más hermoso de ella; su sonrisa.

-¿Estas escuchándome?.- preguntó.

-Claro, eso hago.- respondí.

-¿Si te hago una pregunta sobre lo que dije podrás responderla sin problema?.- pregunto con voz engañosa.

-No, no estaba oyéndote.- respondí con sinceridad.- Mi mente estaba en otro lado, lo siento.

Ella sonrió y me miró como si supiese en donde tenía la cabeza.

-Esta bien, te perdono una vez más, Tobías.- bromeó.

-Vamos a cenar, dime a donde quieres ir e iremos.- le dije.

-No es necesario ir a un lugar, podemos comer algo en el auto.- contestó.

-Ese no es un lugar para alguien como tu, te mereces mucho más que eso.- respondí sentado al lado de ella.

-No se trata de que es lo que uno merece o no, sino lo que te hace feliz, y creo que en el auto me sentiré cómoda.- dijo un poco preocupada.

-Hazlo por mi, vamos por lo menos al bar de la esquina.- insistí tomando su mano.

-Esta bien, vamos.- contestó.
Nos levantamos del banco y fuimos al bar de comida casera a unos metros de nosotros, pero cuando ingresamos el clima cambio, todo se puso tenso, los clientes voltearon a mirarla de una forma extraña.

-Mejor vámonos, Tobías.- dijo Walkyria con voz quebrada.

-¿Te sientes mal?, ¿dije algo malo?.- pregunté confundido.

-Todos están mirándome, salgamos de aquí, luego te explico.- respondió.

Yo sabía el motivo por el cual todos la miraban así, pero no me atrevía a decirle nada sin que ella no me contase primero, la tomé de la mano y nos fuimos al auto.

-Aquí dentro nadie puede mirarte, sólo yo.- dije tratando de cambiar su ánimo.

Ella continuaba triste y en silencio, en ese momento se me ocurrió que llevarla al cerro del pueblo sería una magnífica idea para olvidar el mal momento.
Me detuve a comprar algo para cenar y continúe hasta llegar a lo más alto, desde allí se podía apreciar la belleza de Purmamarca bajo la luz de la Luna en su totalidad.

Bajamos y nos sentamos sobre el capote del auto.
-Que belleza, jamás había venido hasta aquí por la noche.- dijo deslumbrada.

-Yo acostumbro a venir muy seguido con mis amigos; la vista es perfecta.

-Gracias por sacarme de aquel lugar, pensarás que soy una histérica que primero te dijo que si y después no, pero pensé que en aquel lugar nadie me miraría mal.- dijo con los ojos húmedos.- Y al final me juzgaron como todos.
-No entiendo, ¿a que te refieres? .

-No me digas que no lo sabes, todos en el pueblo hablan de mi y de mi madre.- respondió.

-Yo llegué hace unos días atrás, sólo se de ti lo que me dijiste hoy en el río y nada más.
-Eso pensé, fui una idiota al creer que te acercarías a mi, tu no sabes la verdad.- dijo llorando.

MIRADAS EN LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora