CAPÍTULO XV

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Cuando regresé a casa la fiesta continuaba, todos bailaban y bebían; hacia mucho no se juntaba toda la familia, tíos, primos y otros. A pesar de estar agotado, me mantuve con ánimos durante el resto del día, por momentos tenía la necesidad de dormir, pero no podía hacerlo, por respeto a mis familiares.
Cuando llegó la noche todos se fueron, la casa estaba totalmente inmunda por el festejo, pero nadie tenia fuerzas para ordenar.
Apagamos las luces y nos acostamos a descansar, Luján estaba en su nueva casa junto a su marido, definitivamente se sentía demasiado su ausencia, y su voz haciendo eco por toda la cuadra. Mientras estaba recostado comencé a sentir nostalgia con nuestra niñez, nuestra época dorada, sin compromisos ni preocupaciones.

Al día siguiente desperté a las dos de la tarde, mis padres aún estaban descansando. Me vestí y comencé a ordenar la casa. Cuando ellos despertaron, ya estaba impecable.

-Hoy lloverá.- dijo mi madre.

-No seas ingrata, mamá.- respondí entre risas.- Hoy desperté con ganas de ayudarte.

-¿A que se deben esas ganas?.- dijo mi padre.

-No lo se, tal vez quiero demostrarles que no están solos.

-Me da mucha alegría oír eso.- dijo mi madre besando mi frente.- Para nosotros es difícil verlos crecer, y después partir; volar lejos del nido.

-Lo se, es por eso que quería que sepan esto.- respondí.- Pase lo que pase, siempre estaré con ustedes.

Terminé de ordenar unos vasos en la cocina, y rápidamente sin perder más tiempo me duché para ir a casa de Walkyria a cumplir con mi promesa de visitar a la señora Estela.
Cuando llegué, Walkyria no estaba en su casa, sólo estaba su madre y su tía, la cual salió a recibirme muy amablemente.

-Buenas tardes, Tobías.- dijo la señora Elena.- Walkyria ya debe estar por regresar, puedes esperarla con nosotras, si quieres.

Acepté la invitación y me adentre, caminé hasta la habitación de la señora Estela, y lentamente ingresé hasta sentarme al lado de su cama. Ella se encontraba leyendo una novela, una más entre tantas.

-Tobías, ¿como estás?. dijo con alegría.

-Aquí estoy señora Estela, muy bien.- contesté.- Cumpliendo con mi promesa.

-Me parece muy bien, querido.- Insistió sonriendo.- Ayer te pedí que vinieras para hablar de mi hija.

-¿Sucede algo con ella?.- pregunté confundido.

-No, sólo quiero pedirte un gran favor.- respondió.- Yo se que tu la amas mucho, por eso quería pedirte que si a mi me llegara a suceder algo, tu la protejas de todo el mal, por favor.

-Claro que si, no necesita pedírmelo.- contesté.- Por Walkyria daría mi vida, la amo con locura.

-Lo se, como también se que me queda poco tiempo en este mundo.- dijo con lagrimas en sus ojos.- ¿Pero sabes una cosa?, el sida no me venció, hice todo lo que me propuse en esta vida; puedo irme en paz sabiendo que mi hija es amada.

Me detuve a observarla, y noté como su luz disminuía. Por más que luchará contra la verdad, debía asimilar que lo que ella decía tal vez era cierto; tal vez su tiempo había iniciado la cuenta regresiva.

-Disculpe el atrevimiento señora Estela.- dije avergonzado.- Con todo respeto, ¿como fue que se contagió?.

-No te disculpes, entiendo tu intriga.- respondió.- Primero debo aclararte aue yo no quise que esto me pasará, pero fue en contra de mi voluntad.

-¿Qué significa?.- insistí.

-Walkyria tenía apenas cinco años, no vivíamos aquí.- dijo con angustia.- Yo la había dejado en casa de mi hermana Elena, ese día debía presentarme a una entrevista de trabajo.
En medio del relato comenzó a llorar, El peso del pasado aún era bastante fuerte; pero a pesar del dolor, ella continúo:

MIRADAS EN LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora