CAPÍTULO XVII

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Frío, mucho frío circulaba por mis venas, era la única manera de lograr controlar mis emociones. Llegué a casa de Walkyria, ella estaba parada al lado de la puerta esperándome con algo de nerviosismo. Cuando la vi ya no estaban las mariposas, ni los nervios, tampoco las ganas de besarla, sólo la vi, y fue como cualquier otra chica.

-Gracias por venir.- me dijo.

-¿Dónde está tu madre?.- respondí con cierta indiferencia.

-En su cuarto, esta esperándote.- dijo con carraspera.

Al entrar a su casa, estaba la señora Elena preparando la medicación para su hermana.

-Tobías.- dijo con simpatía.- ¿Cómo estas?.

Me abrazó afectuosamente antes de dejarme responder, y al instante me acompaño hasta la habitación de la señora Estela. Lentamente me asomé al lado de su cama y me senté en un banco pequeño esperando a que terminará de tomar sus medicamentos.

-Listo, ahora los dejaré solos para que puedan hablar.- dijo la señor Elena.

-Muchas gracias.- respondí con una sonrisa.

Ella se retiró de la habitación dejando la puerta entre abierta.

-Hola, hijo.- dijo la señora Estela.- ¿Cómo estas?.

-Buenas tardes.- respondí en voz baja.- Estoy bien, ¿usted?.

Le costaba hablar con normalidad, por momentos su sonido parecía cortarse junto a su respiración.

-Yo ya estoy partiendo, hijo.- continuó tomando mi mano.- Te llamé para despedirme, quería ver esa sonrisa dulce que tienes.

-No diga eso, usted no irá a ningún sitio.- contesté con tristeza.- Por favor, no se rinda.

-No lo hice, pero yo no soy quien decide las obras de Dios.

-De seguro el querrá que usted no pierda la esperanza, y la dejará por muchos años más al lado de su hija y de las personas que la quieren.

-Eres especial, Tobías.- respondió con una dulce sonrisa.- Fue un placer haberte conocido, eres un príncipe de gran corazón.

Una lagrima se deslizó por su mejilla mientras su sonrisa continuaba iluminando toda la habitación.

-Usted es una gran persona, señora Estela.- le dije.- No merece esto, no tiene porque estar aquí, postrada en una cama.

-No reniego de esto, por algo me sucedió a mi. A pesar de todo, fui, y soy feliz.

-Es cierto, sólo eso importa.- respondí con una sonrisa.

-Quiero pedirte perdón.- me dijo.- Supe lo que hizo mi hija, no fue nada agradable.

-No tiene porque pedir disculpas por algo que usted no hizo; ya pasó.

-De todas formas quería hacerlo.- contestó.- Debe haber sido difícil para ti.

-Lo es, aún lo es.- dije con carraspera.- Es una herida muy grande que parece no cicatrizar jamás.

-Esas heridas se curan con el tiempo.

-¿Y cuanto es eso?.- pregunté.

-A veces días, meses, años, siglos, o toda la vida.- respondió.

-Estoy intentando olvidarla, pero me está costando demasiado.

-Es triste ver como un amor tan puro término, y de la peor manera.- me dijo.- Pero no fue tu culpa, eso lo se.

-Estoy saliendo con una chica, es sensacional.- contesté.– Pero cada vez que estoy cerca de ella, Walkyria aparece en mi mente. No puedo quitarla.

MIRADAS EN LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora