Capítulo 21

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El mareo y las ganas de vomitar me llevaron rápido al cuarto de baño, sin sentido estaba viéndome al espejo, me coloqué demacrada en unas cuántas horas, realmente lo que había pasado me había afectado más de lo que quería aceptar.

Abrí la caja de medicinas, una navaja había ahí, la tomé revisé el filo haciéndole cortadas  al jabón exfoliante que tenía en el lavamanos, una cortada y una más, servía bastante bien, me senté al filo de la bañera y sin más comencé a cortar mis muñecas, comenzó a salir sangre de las dos heridas que tenía, haciendo caso omiso del dolor que este provocaba me paré y tomé todas las pastillas que había en el botiquín, mi vista se comenzó a nublar, me senté en el suelo y perdí todo tipo de sentido.

Unas horas más tarde una luz blanca intensa me hacía abrir los ojos, de poco en poco para irme acostumbrando a esa luz abrí los ojos, lo primero que miré fueron mis manos, no las podía mover, estaban atadas a la cama, jalaba de ellas para zafarme pero sólo hacían que me dolieran las heridas de ambas muñecas, lo dejé por la paz, moví los pies y tampoco podía, los estiré pero nada, ni un centímetro se levantaban. ¿Qué carajos está pasando?.

Sabía que estaba en un hospital, por todos esos cables y tubos que estaban conectados a mí, pero por que estaba atada a la cama, traté de recordar que había hecho horas antes para que alguien me trajera aquí... ¿Quién me ha traído hasta acá?

Una doctora de menos de 60 años entró a la habitación, preguntándome cómo me sentía, no contesté, no sabía realmente cómo me sentía, todo me daba vueltas y no tenía ningún sentido, se acercó y checó los signos vitales, tomó una jeringa y depositó el líquido en el tubito que daba a mi ante brazo, los parpados me comenzaron a pesar de nuevo y en unos cuántos minutos me quedé profundamente dormida.

Lo que fueron horas parecían años, unas voces hablando en la habitación me hicieron despertar, dos figuras se veían borrosas una de cada lado de la cama, una bata blanca y un traje negro, cuándo pude enfocar mejor la vista es que era la misma doctora de hace unas horas y del otro lado se encontraba Christian, mi corazón le dio un vuelco al verlo, no me lo esperaba, volví a cerrar los ojos por la luz que me estaba apuntando directo a mí, pero pude escuchar la conversación perfectamente a pesar de que estaban susurrando.


-Christian, ¿es ella tú novia?

-No Dra. Grace

-Christian, ya te dije que no me digas así -le reprocha-.


Se oyen pasos, pero no sé a donde se dirigen, siento que mis muñecas se aflojan y también mis tobillos, alguien pasa sus brazos por debajo de mi espalda y sé con seguridad que es Christian quién me carga.


-¿A dónde la llevas?

-Es mi problema mamá, en serio, no te preocupes.


Una mano cálida me toca el brazo y saca con tanta delicadeza la aguja de mi antebrazo y la pequeña pinza que está en mi dedo índice, nos movemos y no sé a donde exactamente me lleva, un buen tramo recorremos hasta llegar al coche, deduzco que voy en los asientos traseros, Christian habla consigo mismo y me hace saber que tiene que hablar con Taylor y por que su hombre de máxima confianza no le pidió permiso para traerme al hospital de la doctora Grace, me acuerdo de lo que le dijo la Dra. Grace a Christian, que no la llamara así, ¿De que otra forma quería que le dijera? ¿Se conocían?


Abrí los ojos de par en par.

-Lo siento mucho -le dije- no quería causarte problemas

El carro frenó de golpe, me acomodé para ver a Christian por el espejo retrovisor.


-Mierda, imagínate si hubiera chocado


Me reprende por haberlo asustado de esa manera, se orilla y sus ojos me penetran, trato de aguantar su mirada pero esta vez no puedo, realmente está furioso, ya no sé que más decir, me miro las muñecas y me quito una de las vendas, ahora sé lo que hice, pero las cortadas no parecían profundas, ¿Qué fue lo que realmente hizo que me llevaran al hospital?


-¿Porqué lo hiciste Leila?


No sé que decir, es por que yo quiero algo más y tú no, es por que no quieres que sea feliz, por que me golpeaste y eso te hace sentir placer, por que te quiero más que un simple amo y una sumisa, pero sé que eso no puede pasar.


-Te lo dije Christian, yo solía hacer éstas cosas, puede que esté recayendo.


Nos quedamos callados, ni una palabra sale de nuestras bocas, vuelvo la mirada y veo por el retrovisor cómo se pasa las manos por el cabello, se ve exasperado, no sabe que hacer conmigo y no lo compadezco por que ni yo sabría que hacer con una persona cómo yo.

Pone de nuevo en marcha el coche y en cuestión de minutos entramos al estacionamiento del escala, cuándo me abre la puerta rápidamente me coloca su saco, me cubre hasta los muslos, me limito a decir algo en el ascensor, cuando llegamos al piso no pienso y sólo actúo, Taylor sale primero y yo automáticamente hago que se cierren las puertas, Christian me mira con recelo.

Me acerco a él y le doy un beso en los labios, trato de hacerlo largo pero él no responde de la misma manera, me aparta suavemente y me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.


-Leila, sabes que no puedo, nadie me puede cambiar, yo soy así.


Lo miro a los ojos y sé que tiene razón, nadie puede cambiarlo, éste ya es su estilo de vida, me toma de la mano y abre las puertas del ascensor, salimos y nos dirigimos al cuarto rojo, llegamos al marco de la puerta pero me detengo, Christian me suelta y yo me quedo parada sin hacer ningún movimiento.


-Leila, tranquila, no quiero hacerte daño, quiero demostrarlo y puedo demostrar que también puedes disfrutarlo.

-No, Christian, hoy no.


Se queda desconcertado y me toma de la muñeca, hago una mueca del dolor y rápidamente me suelta, se da cuenta que ya no traigo las vendas.


-¿Porqué no las traes?
-Estoy bien, ya no sangran
-Pero necesitas cubrir las heridas, no quiero que nadie sepa lo que te hiciste,

Asiento con la cabeza y me dirijo al cuarto, busco unas vendas en el cuarto de baño y las enredo en mis muñecas, su reflejo me mira a través del espejo.


-Leila... -me abraza- no lo vuelvas a hacer.


Me quedo paralizada, ¿qué es éste ataque de preocupación tan repentino?

Ex Sumisa de Christian GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora