"Lo de ayer..."

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Noté que apartaba la mirada de mí. Pude percibir cómo evitaba el contacto directo conmigo, como si se arrepintiese de antemano de lo que estaba a punto de decir, como si no quisiese hablarme.

—Escucha, lo de ayer... No sé qué decirte respecto a lo de ayer.

Masculló, mirándome. Me mordí el labio inferior, clavando la mirada en la suya. En algún momento del día anterior, por algún motivo que desconocía, había comenzado a arrepentirse. Le miré con infinito dolor y me miró con absoluta aflicción, cerrando los ojos y echándose luego las manos a la cabeza.

—¿A qué te refieres, Johnny? —Era más que obvio, pero no quería creer que le comprendía.
—A que no sé si me arrepiento. —Soltó, gruñendo luego con lo bajo.

En aquel momento sentí que un pedazo de mí se rompía. Me llevé una mano a la nuca y froté con suavidad cuanto pude abarcar con la palma. Quise llorar, pero contuve el llanto. Por algún misterioso y asqueroso motivo empecé a rememorar escenas; su cuerpo sobre el mío solo me recordaba a lo desdichada que me sentía.

—Entonces, ¿para qué haces nada? ¿Por qué me besaste si no querías hacerlo? —Inquirí, aún tratando a duras penas de mantener la calma.
—No es que no quisiese hacerlo, para empezar. Pero no quiero explicar nada. —Quiso aclarar, pero no ayudó en lo absoluto. En cierto modo, agradecí el terrible y vago intento.
—Bien. Entonces me iré. —Espeté, sacudiendo suavemente la cabeza, queriendo negar la realidad.
—Tras lo que ha pasado... No voy a frenarte, JunOh. Es tu vida; no quiero impedirte vivirla.

Estaba enfadada y aturdida, desorientada, perdida en un mar de sentimientos dolorosos en el cual no quería nadar; sin embargo me crucé de brazos y, en silencio, me aproximé a él para depositar un breve beso en su mejilla antes de dirigirme hacia la habitación. Yo no dije nada. Él tampoco. Creo que siquiera se movió, pues no le oí hacerlo.
Por mi parte, corrí a la cama, me tiré sobre esta y me permití entonces echarme a llorar. Planeaba quedarme hasta el día siguiente para tener el tiempo necesario para hacer de nuevo las maletas y asimilar además la situación, pero cada segundo se convertía en tortura. Su olor asesinaba brutalmente, a cada instante que pasaba entre los muros de aquella casa, mis ganas de seguir respirando. Quería huir lejos, muy lejos, olvidarle; quería poder sentir la libertad de alejarte de la persona que te ha roto el corazón.
Me pasé cerca de media hora llorando, en silencio, procurando no hacer ruido. En un momento dado sentí una de sus grandes e inconfundibles manos acariciarme con mimo y cuidado la espalda, para oírle luego susurrar.

—La comida está hecha. Baja cuando estés mejor.
—No tengo hambre, Johnny.
—Está bien... No voy a obligarte.

Algo me permitió intuir que acababa de hacerle cierto daño y yo, estúpida de mí, quise abrazarle y disculparme; por orgullo me detuve y me mantuve estática hasta que él se fue en silencio.
Una vez todo el mal trago había pasado me levanté y me dirigí al baño. Necesitaba refrescarme. Me desvestí, tiré la ropa a un lado y cogí la primera toalla que me encontré. Aún no me había familiarizado con aquella zona de la casa y, por cómo estaban las cosas, presentía que nunca lo haría.

—Ugh... Odio todo esto.

Entré en la ducha con cuidado de no resbalar y romperme la nuca (aunque sonase como un buen plan entonces). Abrí el agua caliente y dejé que cayese sobre mí, directamente sobre mi cabeza. Me quedé un buen rato en aquella posición hasta que, por impulso, alcé con los ojos cerrados el mentón. El chorro de agua me dio entonces directamente en la cara y dejé de oír parte de los sonidos del exterior. Le recordé a él, de nuevo, sobre mí. Recordé sus manos recorriendo mi cuerpo y, por mucho que me hubiese gustado evitarlo, recordé sus besos... Pero no lloré. Sonreí de forma vaga y triste, mordiéndome la cara interna de la boca con suavidad. Verdaderamente iba a extrañarle, pero aquella noche había sido maravillosa y eso nadie podría negármelo.
En el preciso instante en el que estaba logrando combatir contra mi yo depresiva, escuché la puerta abrirse. Torcí el rostro a prisa y abrí los ojos, encontrándome con un ruborizado y sorprendido Johnny.

—Eh... Lo siento, no sabía que...

Pero no le dejé seguir hablando, como siempre. Cogí la alcachofa y, desenganchándola del soporte, la apunté hacia él y le mojé entero.

—¡Eh! ¡Esto es el colmo! ¡Atacándome con mi propia ducha!

Me eché a reír, pero no le di tregua. Él avanzó hacia mí contra el chorro de agua y, cuando me alcanzó, me cogió por la muñeca y la giró con sumo cuidado. Cuando decidí mirarle a los ojos él ya me estaba mirando a mí. Su profunda mirada se clavó en la mía y descendió luego hasta mis labios. Sentí que quería besarle y que él quería besarme a mí, pero ambos nos acobardamos.

—Luego quiero hablar contigo. Explicarte... Explicarte todo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.

A pesar de tener las manos yo mojadas, no parecía importarle el contacto. En cuanto me soltó las muñecas dejé la alcachofa en el suelo de la ducha, alcé los brazos y acaricié, con las puntas de los dedos, sus mejillas. Me miró y, en silencio, sonrió.

—Espérame abajo, en la sala de estar. Ahora mismo bajo.

Él me miró de nuevo, suspiró y asintió con un cabeceo. Salió pues del baño y yo, con ridícula rapidez, acabé de ducharme. Me sequé por encima y sin ningún tipo de cuidado, dándome igual si me quedaba algo de humedad en el cuerpo o si por ser tan bruta se me despegaba un brazo del cuerpo. Solo quería mis malditas explicaciones, eso era todo.
En cuanto salí, bajé a prisa hasta la sala de estar, en la que le encontré. Alzó la mirada hacia mí y, con gesto triste, me indicó que podía acercarme.

—Ven. No me gusta hacer estas cosas, pero... Creo que es el momento.

✎ C o n t i n u a r á . ✎

Para mí. ✎ Johnny 「NCT 127」 fanfic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora