Aquella mañana, cuando salí, sentí que algo estaba a punto de salir mal.
Tremendamente mal.
Salimos de casa como un día cualquiera, a tomar algo. Aquella mañana se me había antojado un batido de chocolate y él, que parecía no tener especial apego a su dinero cuando se trataba de mí, me lo compró. Tardamos poco en decidir volver a casa pues aquel día teníamos hambre los dos y queríamos preparar la comida lo antes posible, así que fuimos de camino.
En aquel momento empezó lo malo.
Un hombre mucho más alto que yo se chocó conmigo de forma bastante inesperada. Me quejé por lo bajo y me apegué un poco a Johnny por miedo, frenando en seco, pero no hizo nada más y siguió caminando. Me relajé y di un par de sorbos al batido antes de volver a emprender la marcha, suspirando. Realmente me sentía mal por ser tan exagerada, pero desde la llamada de Taeyeon no podía evitar tener miedo de todo lo que me rodeaba.
Empezaba a sentirme mareada. Supuse que el calor comenzaba a hacer mella en mi ánimo y hasta en mi capacidad para caminar, pero no le di importancia; después de todo, estábamos justo al lado de casa. Me aproximé a la puerta y me apoyé en el pomo, suspirando.—¿Estás bien, JunOh? —Le oí decir y sentí su mano sobre mi espalda.
—Sí... Pero hace mucho calor. —Murmuré, alzando la mirada.— Dame... Dame un poco de mi batido.Y ahí cometí mi peor error. Cogió el batido y me lo aproximó, acercándome la pajita a los labios. Sorbí y, un poco después, comencé a perder la capacidad de oírle. Me sentía aturdida y todo músculo en mi cuerpo parecía estar entumecido.
—¿JunOh? —Oí su voz como si estuviese lejos, muy lejos de mí.— ¿Necesitas...?
Y ahí se calló. No fue que dejase de oír; de hecho, pude escuchar con relativa nitidez el fuerte golpe que el hombre de antes acababa de asestarle a la puerta con la cabeza de Johnny. Entonces, caí al suelo, perdiendo la consciencia. Todo se volvió negro y silencioso por un rato... Hasta que me desperté.
Estaba mareada. Sentí unas tremendas ganas de vomitar y, cuando comencé a volver en mí misma, oí quejidos a mi lado. Hinqué ambos codos sobre el suelo y me percaté entonces de que estaba dentro de la casa de Johnny y que él estaba a mi lado, sangrando. Vi varias heridas sobre su piel descubierta y, aún algo desubicada, proferí un grito apagado. Traté de arrastrarme hasta él y, en silencio, aproximé la mano a su rostro.
—¿Johnny...? ¿Estás...?
Entonces rompí a llorar. Le había dado por muerto, probablemente en parte por la confusión del mareo, pero se movió. Abrió los ojos y me miró, con dificultad, para sonreír vagamente luego.
—Menos mal... Que estás bien... —Murmuró y tosió luego, encogiéndose con suavidad a causa del dolor.
No podía ponerme en pie, pero lo hice. Me levanté con dificultad del suelo y fui hasta el baño, un traspié tras otro. Costaba caminar y costaba ver qué hacía o saber cómo lo hacía, pero por él y por su bien logré encontrar lo mínimo que necesitaba en aquel momento: cogí las vendas que pude encontrar, esparadrapo, gasas y agua oxigenada y volví de nuevo hasta él, esperando que no hubiese perdido la consciencia. Me había costado llegar de nuevo hasta la sala de estar, pero de nuevo lo había logrado; era por él, después de todo.
—Johnny... Di "pederasta" si me oyes. —Murmuré, sonriendo un poco.
—... Pederasta. —Respondió, sonriendo de forma bastante leve.
—No me insultes. —Bromeé, esperando que aquello mantuviese el ánimo de ambos por un momento.Con cuidado, le quité la camiseta. Todas sus heridas parecían meramente superficiales, exceptuando tan solo una o dos; di prioridad a estas, que tenían un aspecto especialmente malo, y me dispuse a desinfectarlas.
—No me odies por esto. —Murmuré.
Justo entonces vertí con cuidado agua oxigenada en una de las gasas y la apliqué luego sobre sus heridas. Gimoteó por el escozor y cerró con fuerza los ojos. No le oí quejarse, pues gracias a Dios aún lograba aguantar la molestia. En cuanto acabé vendé con cuidado sus heridas y pegué con el esparadrapo todo, procurando no molestarle demasiado.
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Para mí. ✎ Johnny 「NCT 127」 fanfic.
FanficTe vi, me viste. Te conocí en aquella parada de autobús; hacía mal tiempo, pero fuiste tú quien pareció hacer desaparecer la tormenta y quien me ayudó a ver el sol de nuevo.