Dos

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— Wow, ¿no te dolió? Bueno, da igual, se ve súper cool. No bromeo, aunque este cambio de imagen es inesperado. — escuché mientras alcanzaba a Ellie. Toqué su hombro para darle los buenos días. Ella se giró y me saludó con su típico buen humor.

Entonces vi quién era la persona a la que le decía esas cosas. Rodé los ojos, le ignoré y me centré a seguir a Ellie para que me diera indicaciones.

— ¿Huirás de nuevo?

Su pregunta me sorprendió. Ah, por eso me parecía familiar. Era Daniel, solo que con cabello gris y una perforación en la oreja derecha. Decidí hacerme la sorda y seguir caminado. No estaba de ánimo para lidiar con este chico raro.

— Oye, te estoy hablando — joder, qué latoso. ¿No captó la indirecta? "Vete a la mierda, no te haré caso".

Perdí de vista a Ellie. Maldije internamente, sabía que Daniel continuaba detrás de mí. Me dirigí a la máquina expendedora. Me senté en la banca frente a esta. Él no tardó en ocupar el lugar vacío a mi lado.

— ¿Quieres algo de beber? — señaló la máquina. No respondí.

Ay, estúpida insistencia.

Él se puso de pie y compró dos latas de soda de limón. Me tendió una, sin embargo, no la recibí. Resopló y la soltó en mi regazo.

— Acepta la bebida, joder — masculló impaciente. Bien, ahora también estaba molesto. ¿Objetivo logrado?

Balanceé mis piernas e hice caso omiso a su presencia, la lata rodó hasta caer en el piso. No la levanté. Él sí. Cogió mi muñeca, puso la lata en mi mano, se aseguró de que mis dedos la sostuvieran y bufó.

— Eres una jodida molestia — murmuró irritado. ¿Entonces por qué seguía conmigo? No quería adivinar sus intenciones, pero empezaba a preocuparme. — Voy a ser directo ya que has acabado con mi paciencia, ¿sabes si Ellie está en una relación?

— ¿Eh?

Okay, eso llamó mi atención. ¿Ese era el motivo de su insistencia? ¿Estaba interesado en la instructora? Maldita sea, estaba preocupada por una estupidez.

— No lo repetiré — espetó rodando los ojos.

Abrí la lata y di un sorbo conteniendo la risa. Dios, qué patético, ¿qué iba a saber yo de la vida de la instructora? Era su asistente, no platicábamos ni compartíamos la vida privada.

— ¿Eres muda? — preguntó desesperado.

Estuve a punto de hacerle creer que sí, pero recordé que sí me había escuchado hablar, así que era una pregunta retórica, para convencerse a sí mismo de que no lo estaba ignorando. La idea me causó tanta gracia, que rompí en carcajadas. Parecía adolescente, ¿acaso no era capaz de preguntárselo directamente a ella?

Las puertas de cristal se abrieron y Ellie salió, resplandeciente, como siempre.

— Oh, aquí están, ¿de qué hablan, chicos? — saludó con sus sonrisas en las que dejaba a la vista sus dientes perfectos.

De ti.

— Púdrete — escupió Daniel, dirigiéndose a mí y se alejó hacia los vestidores.

Fue un placer tener esa conversación. Le di una sonrisa a Ellie y la seguí de regreso a la piscina.

*

Reí como maniática.

— ¿Puedes creerlo? — seguí riendo mientras Thomas, con su portátil en su regazo, tecleaba cosas que según él, no eran de mi incumbencia, pero era fácil deducir que se trataba de una tarea. Acababa de contarle de mi productiva charla con Daniel y seguía siendo tan divertida — Pobre idiota. Como si yo conociera algo de Ellie.

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