Seis

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Entré al local, nuestras miradas se cruzaron y él estuvo a punto de levantarse para abandonar el lugar, así que me apresuré a detenerlo.

Matte, matte — le pedí y me corregí — Espera.

Volvió a sentarse y yo lo imité. Ahora estábamos frente a frente. Él, impaciente, bufó.

— ¿Vas a hablar o sólo me tendrás aquí porque lo quieres? — espetó cruzando los brazos.

— Lo siento — solté sin preámbulos. Thomas, en los últimos días, estaba dándome una cruel lección, por lo que ignoraba las reglas del departamento y me trataba mal. La estupidez no terminaría hasta que me disculpara con Daniel, así que le pedí a Thomas que le mintiera, si hubiera sabido que era yo desde el principio, no me hubiera permitido hablar con él.

— Tu disculpa no es sincera — dijo, sin titubear, parpadear o respirar. Maldita sea. ¿Qué no veía en mi rostro el arrepentimiento?

Thomas me daba tiempo limitado en la ducha y si no terminaba, escondía el cargador de mi celular. Una vez, fue capaz de adueñarse de mis gafas, jugó con mis sentimientos hasta que se cansó.

Si eso no era sinceridad, moriría de la vergüenza. Thomas me había humillado por un insignificante error. Ahí estaba Daniel, no le faltaba ninguna extremidad, vivito y coleando. ¿Para qué el drama de "eres una egoísta" que conocía de memoria? Quizás Thomas veía telenovelas mexicanas a mis espaldas. Huh.

¿Niña amada mía?

— Lo siento muchísimo, Day — volví a intentar — aquella mañana estaba de mal humor y de repente apareciste en mi cama... lamento haber sido grosera, es genial que seas hábil con los dedos — me mordí la lengua. ¡Lo dije en voz alta! — ya sabes, talentoso, con los instrumentos... musicales. — me di un golpe en la frente.

Forzarme a ser buena persona con un chico que se apodaba Day me ponía nerviosa.

Miró los dedos de sus manos e hizo un gesto de suficiencia.

— Ah, sí, mis dedos son hábiles — confirmó ocultando una sonrisa ladeada.

Le saqué la lengua y eché un vistazo al menú. Finalmente reconocí el lugar.

— ¿Quieren ordenar? — sí, era Charlotte, quien sonrió de oreja a oreja al verme. — Hola, Rory.

Esbocé una sonrisa tímida.

— ¿Qué tal, Charlotte? — improvisé rogando que no hiciera comentarios a Daniel.

Nada, no dijo nada. Pedimos y al retirarse, en sus labios leí un claro: ¿qué carajo?

— ¿Eres amigo de Thomas? — le pregunté notando que mis manos sudaban. La tensión era evidente, deseaba romperla y a la vez, me negaba a confiar en él. Los chicos eran una pérdida de tiempo y una distracción. Mi vida era un caos, no le añadiría otro desastre.

Aunque, podría resultar que sólo estaba suponiendo cosas. Quizás Daniel me hablaba porque estaba aburrido. Además, no podía ignorarme si aún le debía un celular nuevo. No era como si estuviera interesado en mí.

— No lo sé. A veces nos hablamos pero no somos cercanos — respondió encogiéndose de hombros — ¿Jugaremos a las diez preguntas? — en su voz detecté sorna.

— No... pero puedes hacerme preguntas — accedí insegura.

— ¿Era divertido vivir en Japón? — okay, no fue ofensivo, lo cual agradecí.

Aliviada, pensé en qué era lo correcto para decirle.

— Lo fue, aunque todo parece más fácil en los anime — reí.

bad seedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora