Sólo quiero olvidar

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Olor a tabaco, alcohol y sudor rancio, un vómito en alguna esquina inunda el lugar con un desagradable olor. Sí, definitivamente ese es un antro de mala muerte, lleno de borrachos, drogadictos y alguna que otra prostituta en busca de clientes.

Ninguno de ellos está libre de delitos y eso le hace sentirse cómodo entre ellos. Ahí es uno más, nadie lo señala y grita "Hey, es el hijo de Will Dixon, no os fiéis de él".

¿Ha robado? Sí ¿Dado una paliza? También, y no se arrepiente, ese idiota lo merecía.

Da otro sorbo a su vaso mientras pasea sus profundos ojos azules por el lugar.

Entonces la ve, no es lo que venía buscando, sólo quería emborracharse y olvidar por unas horas su miserable vida junto al idiota de su hermano, y el hijo de puta de su padre que no tiene intención de morirse. Pero ella tiene algo que no puede descifrar; quizás es la elegancia con la que está sentada en ese taburete, casi como si flotara sobre él, con ese vestido negro, la delicadeza con la que mete un mechón de cabello tras la oreja o sus enormes ojos cuyo iris parece bailar al son del titilar de las luces.

Y cruzan miradas. Es breve, apenas un segundo, pero su corazón se agita con fuerza en su pecho como nunca había hecho.

Ella se levanta con gracia de su asiento y se dirige hacia él. Tan absorto está en el vaivén de sus caderas que no cae en la cuenta de que pasa de largo dejando el dulce aroma de su perfume tras de sí. La busca con la mirada, y una sensación parecida al alivio recorre su cuerpo al verla sonreír hacia él antes de desaparecer por la puerta.

Él no necesita más invitación, una leve mueca que pretendía ser una sonrisa eleva su lunar junto a la comisura del labio. Se termina su copa de un solo trago, el whisky quema su garganta y marcha del lugar sin molestarse en pagar ¿Para qué? ¿Qué va a pasar? ¿Otra multa? ¿Más antecedentes penales? ¿Una noche en el calabozo? Nada de eso es nuevo para él, no le asusta.

Sube el cuello de su chaqueta y sale al exterior.

Ella está fuera, esperándole, apoyada contra la pared con una mirada de triunfo dibujada en su angelical rostro.

Es aún más hermosa bajo el manto de la noche. La luz de la luna contornea su figura con hebras de plata que se enredan y se pierden en los salvajes bucles de su cabello pelirrojo. Sus ojos son grandes, tan azules y cristalinos que casi puede ver su alma.

No pierde el tiempo, no hay palabras, no las necesitan.

La arrastra hacia el callejón de atrás, donde una Harley descansa a la espera de su amo, el cual no vendrá a por ella hasta bien entrada la madrugada cuando se arrastre hasta el aparcamiento al borde de la sobredosis.

Recoge su vestido hasta la altura de sus caderas dejando al descubierto sus muslos pálidos, suaves y fríos como la porcelana, un suave gemido se escapa de él ante ese maravilloso tacto.

Ella sonríe contra su hombro cuando él la eleva y la sienta sobre la robusta moto.

Acaricia sus muslos una vez más, y recorre su figura con sus callosas manos perdiéndose en la tersura de su piel.

-¿Cuánto?-pregunta con voz ronca y ojos negros de deseo. No sabe si puede pagar sus servicios, había estado con fulanas con anterioridad, de hecho la mayoría de sus experiencias sexuales giraban en torno a ellas. Las mujeres eran demasiado complicadas, y era difícil encontrar una que sólo quería pasar un buen rato sin más compromisos ni promesas vacías que jamás cumpliría.

Ella lo mira confusa, las palabras tardan unos eternos segundos en salir de sus labios.

-No soy una prostituta - aclara con una voz tan suave y dulce que lo deja confundido.

Sólo una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora