Yo te creo

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Estaba siendo una mañana tranquila, un viaje por carretera hasta la zona del pinar, donde la asociación de caza a la que Ed pertenecía iba a celebrar su barbacoa anual. Nunca había estado antes, pero su marido insistió debido a que todos sus amigos acudían con sus mujeres, por lo que se vistió con la ropa más espantosa que tenía y salió al mundo.

  Le gustaba salir, ya que, por alguna extraña razón, Ed era el hombre perfecto fuera de las cuatro paredes del hogar. Era atento con ella, cariñoso, amable... nadie podía imaginar que, al llegar a casa, nada más cruzar el umbral de la puerta,  ella recibiría una paliza por algún comentario, algún chiste que rió, alguna mirada que dirigió... cualquier cosa...
Intentaba evitar provocarlo lo máximo que podía, se mantenía callada, limitándose a hablar sólo cuando le preguntaban y dando respuestas cortas, cabizbaja, sin mirar a nadie a los ojos, era una experta en caminar mirándose a los pies. Pero eso también le molestaba. Si era amable y risueña era una puta deseando abrirse de patas a cualquiera de ellos, y si se mantenía callada era una zorra amargada que parecía no ser feliz en su matrimonio ¿Y acaso era mentira? Por lo que adoptó el papel de zorra amargada, y así al menos podía sentir que las palizas llevaban algo de verdad.

El lugar era hermoso, verde, frondoso, rodeado de helechos y centenarios pinos doncel que se alzaban orgullosos cargados de piñas que amenazaban con precipitarse al suelo, desperdigando los preciados piñones que albergaban en su interior y que darían fruto a nuevos pinos que crecerían a la sombra de sus majestuosos ancestros.
A pocos metros podía ver una fuente natural, a la que se accedía cruzando un puente de madera y donde la gente se acercaba con decenas de garrafas de botellas de agua vacías dispuestas a llenarlas y cargarlas en el maletero del coche.
Hay mesas de madera de picnic y barbacoas dispuestas alrededor de ellas, y al fondo una amplia cabaña de madera.

Hay mesas de madera de picnic y barbacoas dispuestas alrededor de ellas, y al fondo una amplia cabaña de madera

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Baja del coche. Olía a naturaleza, a resina de pino y leña quemada, podía oír el rumor del agua, el crujir de las ramas de los árboles y el canto de los pájaros sólo perturbado por el murmullo de medio centenar de voces humanas que se acercaban a ellos con los brazos abiertos

-Ella es mi mujer, Carol -la presenta en sociedad. Besan sus mejillas, hacen algún chiste... Nombres vienen y van, pero pocos recordará. ¿Para qué? los verá de año en año y nada más. No habrá quedadas para tomar algo, tardes "de chicas", llamadas telefónicas para saber como está... No, las amistades era algo prohibido en su día a día, pero quizás así era mejor, no tendría que dar explicaciones sobre el nuevo moretón en su cuello, o porqué tiene los ojos llorosos.

Mantiene la cabeza baja, mirando sus pies dentro de esas sandalias dignas de una mujer con artrosis y no de alguien de poco más de treinta, y se limita a asentir y sonreír con cortesía los comentarios de los que la rodean. 

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No le gusta esto, aún no ha llegado y ya quiere irse. En la radio suena  You're Beautiful de James Blunt, y eso no hace más que aumentar su odio. Aborrece esa canción.

Sólo una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora