Capítulo 5

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Eran cerca de la 8:00 p.m. la noche estaba fría y las calles solitarias. Parecía que los vecinos no querían salir de sus casas y mis padres se encontraban terminando unos reportes para el trabajo, mi hermano Olvin estaba en otra cuidad estudiando una maestría. Luisa y yo estábamos disgustadas por lo mismo de siempre su relación con Noel. Allan no había podido venir a visitarme porque tenía trabajos de la universidad que terminar.

Las pocas escaleras que conducían al pórtico de mi casa parecían un buen lugar para pensar, sin dudarlo tomé asiento y de pronto la brisa helada me hizo estremecer cada parte de mi cuerpo, quise entrar en mi casa pero me detuve; en ese momento él se sentó junto a mí no supe cómo llegó hasta ahí lo cierto es que me sorprendió demasiado, tanto que no supe que decir.

-Está muy helado aquí afuera -dijo con su vos fuerte y varonil. Giré mi rostro para encontrarme con el suyo, mi grado de sorpresa no me dejaba contestar.

-Tranquila no digas nada si no quieres -me sugirió.

Tomó su suéter y lo colocó sobre mis hombros como para apaciguar el frío que mi cuerpo sentía. Cuando pude reaccionar en un sobresalto me puse de pie.

- ¿Qué estás haciendo aquí? -pregunté.

-Iba por el otro lado de la calle y me llamó la atención verte tan sola y desabrigada -respondió

- ¿Está todo bien? -interrogó

-... Si claro todo perfecto, de hecho estaba por entrar -le respondí.

-Sí entra, estas muy desabrigada y la brisa helada puede resfriarte -me dijo.

En ese momento me dirigí hacía la puerta posando mi mano en el pomo de hierro frío y girando mi cabeza hacia él para verlo ahí parado a unos pasos de mí.

No supe como llegué hasta mi habitación, aquella escena me había dejado impactada y no sabía por qué. De pronto sentí cargar algo que no era mío, claro su suéter impregnado del agradable aroma a loción de hombre lo inhalé por unos segundos y lo dejé sobre mí cama. Aquello no era normal y por un momento me asusté pensando que nada era real, pero aquella prenda decía lo contrario. David y yo nos aborrecíamos tanto que nunca imaginé un gesto tan lindo de su parte, es más nunca pensé que un día me dirigiría la palabra y mucho menos que se portaría tan amablemente. Ahora debía devolver aquel suéter antes de que Luisa se diera cuenta que lo tenía en mi poder, seguro no dejaría la bobada y las ganas de molestarme cada vez que tuviera oportunidad, así era ella única e incansable. La extrañaba tanto no soportaba estar disgustada con ella.

En ese momento tomé mi celular y le llamé.

- ¡Hola! -Mencionó su suave voz al otro lado del celular.

- ¿Aún estas molesta conmigo? -pregunté.

-Descuida ya se me pasara -respondió.

-Tengo algo que contarte, ¿Estás en casa? -interrogué.

-Voy llegando andaba en el cine con Noel, si quieres te veo en un rato.

-Ven a quedarte conmigo, me haces mucha falta.

-Está bien, déjame le digo a mi madre y tomo mis cosas, te marco cuando este abajo. Te quiero.

-Eres la mejor, aquí te espero.

-Eres la mejor, aquí te espero

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Besos AzucaradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora