Capítulo 11

248 39 5
                                    

Habían pasado ciertos meses desde que Allan murió y constantemente sus recuerdos rondaban en mi mente. No hacía otra cosa más que ir a la universidad y regresar a casa, muchas veces Luisa venía a hacerme compañía y por las noches me permitía quedarme dormida en sus piernas cuando ya no tenía nada que contarle sobre Allan y sobre mí, ella solo escuchaba atenta una y otra vez la misma historia desde que nos conocimos hasta el último día en que nos vimos. Sabía que era la mejor terapia para sanar las heridas de mi corazón y como toda buena amiga estaba ahí para mí en todo momento brindándome su apoyo para superar mi pérdida y cuando ella no podía venir tan solo me abrazaba a la cintura de mi madre y me aferraba a ella como una niña pequeña buscando un poco de protección. Los chicos de la universidad solo sabían verme con pena o quizá con lástima; lo cierto es que estaba tan afectada que podían burlarse en mi cara y no provocaban ningún efecto en mi persona.

David había intentado acercarse varias veces, pero siempre buscaba el modo de evadirlo, mi caparazón de tristeza aún estaba muy resistente como para que alguien intentara romperlo y sacarme de ahí de modo que llevaba bastante tiempo sin cruzar una tan sola palabra con él y con el resto de conocidos me había aislado de una manera radical, quería serle fiel a Allan en todos los sentidos.

Mis padres habían caído en la cuenta que un estado de depresión se había apoderado de mí tanto porque me la pasaba encerrada todo el día, nunca visitaba siquiera a Luisa, jamás sentía apetito y me la pasaba escuchando música triste, pero la mayor parte de mi tiempo lo dedicaba a observar fotografías de Allan y a contemplar todas aquellas cosas que él me había obsequiado.

Hubo una tarde en que mamá no pudo más, seguro que ella sufría mucho más que yo cuando lloraba por horas enteras frente a ella con la caja de cosas de Allan que me habían quedado; ella podía salvar mi vida y no encontraba la manera de lograrlo sin embargo Allan no regresaría jamás y un día muy molesta me lo hizo saber.

Ya basta, sé que te duele y que no ha sido fácil, pero debes dejarlo ir. Han pasado más de nueve meses y en todo este tiempo no te has dejado ayudar, hemos querido ser tu apoyo pero no nos lo has permitido. Míranos tu padre y yo también sufrimos porque sentimos que te perdemos todos los días un poco más. Ya no quiero verte encerrada y exijo que salgas al menos al pórtico. Tu salud está comenzando a empeorar y no quiero tomar otro tipo de medidas. Se lo mucho que amabas a Allan, pero también se lo fuerte que eres ahora por favor piensa en los que te amamos a ti, nos dolería perderte. Pero piensa en como Allan se pondría si tuviera la oportunidad de verte, lo matarías del dolor y jamás se perdonaría hacerte sufrir tanto. Él no quería dejarte, no quería que pasara lo que pasó, de hecho nadie lo deseaba, pero debes comprender que hay cosas que no podemos cambiar.

Mamá tenía razón, ya había pasado mucho tiempo y debía ponerme en pie para caminar hacia donde Allan hubiera querido.

No olvides lo importante que es para el escritor que al final de cada capítulo pinches en la estrellita, hasta que esta, esté en color naranja, valora el esfuerzo si la historia te agrada, de lo contrario puedes escribir en privado o dejar comentarios con críticas constructivas. En lo personal te lo agradeceré.

 En lo personal te lo agradeceré

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Besos AzucaradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora