Capítulo 30

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De regreso a casa pasamos por un museo histórico Luisa y Tania estaban muy entusiasmadas con la idea, tanto que no pude negarme aún cuando en aquel momento hasta su nombre me pareciera una mezcla de falsedad con un poco de ridícules —El Gran Museo del Amor—tremendo nombre se les había ocurrido. Era un lugar para parejas donde llegaban y conocían sobre grandes amores de la historia que habían sobrevivido a muchas dificultades y que habían terminado juntos a pesar de cada tropiezo que se les presentó en el camino.
El museo era más como una especie de escenario perfecto para un día de San Valentin, pero yo quería salir corriendo de aquel ambiente que no era muy apropiado para mi, por la situación amorosa en la que me encontraba. Cuando entramos un señor me dio un ramo de seis rosas rojas, cosa que me pareció muy extraña ya que Tania y Luisa no las recibieron. Comencé a sentir náuseas sin embargo quise mantenerme en calma; que más daba si estaba compartiendo con mis amigas que estaban más enamoradas que Julieta de Romeo.
Caminé por el lugar hasta llegar al fondo donde había una inmensa valla cubriendo casi por completo una gran pared y entonces me di cuenta que nada de lo que estaba sucediendo era solo casualidad pues ahí decía: <<Paula por favor perdóname>>
—¿Me pueden explicar que rayos es esto—? casi pierdo el control de mis emociones cuando vi mi nombre con letras tan enormes.
Ambas se quedaron viendo y no supieron que decir.
—Nosotras no tenemos nada que explicarte, solo queremos que seas feliz —mencionó al fin Tania.
—David de verdad te ama —dijo Luisa.
—Sabía que no podía confiar en ustedes, son unas traidoras—. Lancé el ramo de rosas al suelo y quise huir, pero entonces su voz me detuvo, era David.
—Ellas no tienen la culpa de esto, aquí el único culpable soy yo—. Su voz me dejó congelada, estaba a mis espaldas pero no quería ver su cara. Siguió hablando.
—Se que te mentí en muchas cosas, que jugé contigo y que te engañé, pero escucharme bien Paula; porque jamás te dije un Te amo que no me hiciera sentir que eres realmente lo que quiero en mi vida—. Sus palabras formaban poco a poco un nudo en mi garganta y me hacías querer girar para lanzarme a sus brazos, no obstante el enojo me detenía me ataba de pies y manos y me dejaba inmovilizada, pocos segundos despues me dejó en libertar y aunque mi corazón me imploraba buscarlo y acariciar su rostro y besar sus labios mi orgullo hizo que continuara, firme, hacia adelante porque en aquel momento no quería sentir amor, no quería sentir lo que sentía y no quería estar enamorada. Necesitaba un poco más de tiempo ¿No es acaso el tiempo tan justo y tan perfecto que lo cura todo? Pues que se detenga en mi vida y  cure mis heridas que me deje como estaba antes de conocerlos a ellos. Porque ninguno de los dos merecía mis sentimientos.

 Porque ninguno de los dos merecía mis sentimientos

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Besos AzucaradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora