23. Subidas y bajadas

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Giselle

—¡Giselle! Oh, Dios mío, ¡Giselle!

Mi mejor amiga se me arroja encima abrazándome con demasiada fuerza y yo paso mis manos por su espalda, de reojo veo el techo blanco del lugar y Chloë comienza a llorar desconsoladamente en mi oído.

El constante bip de una máquina se oye en toda la habitación y es entonces cuando caigo en cuenta de que me encuentro en un cuarto de hospital.

—Chloë, amiga, estas asfixiándome —susurro con dolor.

—Lo siento, lo siento... es que tú, creí que jamás despertarías y... Te extrañaba mucho y yo... —comienza a tartamudear y lloriquear volviendo a abrazarme y tanta es su euforia que llega hasta el punto de dolerme.

Me llevo una mano a la cabeza, ya que un agudo dolor me recorre la frente. Un estúpido cable en mi mano me peñizca la piel y lo retiro con brusquedad, una maquina empieza a hacer ruidos que solo hacen aumentar mi dolor.

—¿¡Giselle por qué carajos hiciste eso!? Lo necesitas...

—¿Qué demonios hago aquí? ¿Dónde están Zaek, Ariadne y Jehiel...? —me quito los cables que tengo pegados en varias partes de mi cuerpo y mis ojos arden ante el dolor.

—¿Quienes? Giselle, por favor tranquilízate —Chloë estira sus manos hacia mí indicando que me calme, pero estoy llorando por la gran confusión que tengo.

La puerta de la habitación se abre con violencia y una manada de enfermeras y un doctor corren hasta mí y sacan a Chloë del lugar a regañadientes.

—Señorita Mattwes, no debió quitarse las jeringas —me regaña una enfermera volviendo a introducirlas otra vez.

—Me dolían... ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué ocurre?

—El cardiograma está elevándose y su pulso se acelera —informa otra enfermera.

—¡Está entrando en shock post-coma, tráiganme una jeringa con sedante! —pide ahora el doctor en jefe con rapidez y yo intento ponerme de pie volviendo a quitarme las agujas.

Las enfermeras me sostienen las manos y la cintura haciéndome imposible moverme, no tengo fuerza y todo me duele.

Grito al sentir la jeringa en mi piel y comienzo a llorar más de lo que ya estaba.

¿Cómo llegué a esta situación?

—Señorita Mattwes, el efecto solo durará unas horas, para cuando despierte su madre estará aquí con usted. ¿Entendido?

—¿Dónde está Zaek? —murmuro tranquilizandome y los ojos me pesan, la respuesta nunca llegó ya que todo se volvió oscuro..

❁❁❁

Lo veo... lo veo mirarme con cautela desde el balcón. Ariadne aparece detrás de él y se apoya en el barandal viéndome de la misma manera.

Me encuentro a las afueras de su castillo parada viendo cómo me observan. Como si yo fuera una extraña que intenta invadir su lugar. Comienzan a murmurar entre ellos y luego se alejan lentamente hacia el interior dejándome afuera.

❁❁❁

Parpadeo un par de veces acostumbrándome a la luz y una lágrima cae por mi mejilla. Abro los ojos del todo y veo a mi madre y mi hermano mirarme con felicidad y angustia al mismo tiempo.

Sebastián luce algo estirado y mi madre más vieja. Su rostro revela ojeras de cansancio y su mirada tristeza.

Ambos están al pie de la cama sin decir nada y sosteniendo globos que dicen: Bienvenida. Veo también girasoles adornando el lugar.

—Hola —saludo con un hilo de voz.

Mi hermano comienza a llorar y se trepa en la cama soltando el globo. Me abraza y yo hago lo mismo aferrándome a él. Segundos después mi madre se une al abrazo y comienza a darme besos en la frente.

—Me hiciste tanta falta, Gisy —dice mi hermano con melancolía.

—Estoy aquí pequeño, tu hermana ha vuelto —acaricio su cabello y luego de lo que parece una eternidad nos separamos.

Ambos se acuestan a cada lado de mí y apoyo mi cabeza en el hombro de mi mamá.

¿Esto es real?

—No quiero preguntarlo, pero necesito saberlo —humedezco mis labios—. ¿Qué me pasó?

—Un golpe en la cabeza, estado de coma por ocho semanas —responde mi madre en un susurro.

—¿Qué? Pero... ¿cómo?

—Al caerte de las barras en gimnasia, fue al instante, mi niña.

—¡No puede ser! —creo que estoy teniendo un ataque de pánico.

Nada fue real, él no existe.

Ellos no existen.

—Mamá, no puede ser —repito ahora hecha un mar de lágrimas—. Zaek no...

—Amor, cálmate ¿sí? El doctor nos dijo que tal vez te alterarías un poco, solo respira —me aprieta con fuerza sobre su pecho y Sebastián se acurrucó más contra mi cuerpo abrazándome por la cintura—. Todo estará bien, respira.

No logro tranquilizarme, el aire entra a mis pulmones y solo siento un vacío en mi estómago.

Todo parecía tan real.

—Mamá, tengo miedo, ¿qué está pasándome?

—Nada te pasa, Gisy, regresaste a nosotros y eso es lo importante —besa mi frente—. Recuerda lo que decía el abuelo... Si no hay subidas y bajadas en tu vida, significa que estás muerto.

—Regresarás a casa pronto, hermana —susurra Sebastián y yo acaricio su espalda tratando de concentrarme—. Te quiero tanto, no vuelvas a asustarnos así.

Regresaré a casa —repito tratando de convencerme de que esto es real, de que esto es el ahora.

—Mis bebés juntos otra vez, tal y como debería ser —dice mi madre con una sonrisa.

Todo me duele.

Comienzo a llorar sin poder evitarlo y ojalá fuesen lágrimas de felicidad. 

 

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Adoptada por la muerte #1 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora