07. ¡Qué sonrisa!

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Giselle

No he dejado de leer, trato de encontrarle algo de sentido a esta locura, de lo que llevo sumergida en las sagradas escrituras nada me explica cómo es que este lugar donde me encuentro sea real, y cada vez me confundo un poco más, así mismo como el hecho de que Ariadne tuviera esta Biblia entre sus libros.

Para ser exactos en todas estas horas he llegado a finalizar el quinto libro llamado Deuteronomio, pero como lo dije antes... Nada tiene sentido para mí.

Cierro la Biblia de un golpe y la arrojo a un lado mientras examino la estancia en silencio desde el suelo donde estoy acostada, la tenue luz que se cuela por la ventana me hace entender que ha amanecido desde hace un buen rato. Ariadne se encuentra en el sofá cama leyendo plácidamente sin prestarle atención a mi pequeño escrutinio y yo me pongo de pie para poder estirarme un poco, aunque no tenga necesidad de hacerlo.

Sigue siendo extraño el cómo estar en la misma posición por horas no me duele en absoluto, el cómo mis energías no se acaban y el sueño o cansancio no existen en mi sistema. Simplemente soy un alma que está confusa sobre su incierto futuro.

—Volví a acabarlo —dice Ariadne luego de unos segundos y se levanta—. Cuando Romeo y Julieta fue publicada en 1597 fui una de las primeras en leerla y aun en estos días sigo amándola como la primera vez.

—¿Acaso conociste a Shakespeare en persona?

—Sí, son pocas las veces que me he presentado visible al ojo humano, pero cuando lo hago es más allá de solo querer presentarme, es mi escritor favorito. Era un gran hombre, muy carismático —comenta recordando—. Zaek por otro lado fue alumno de muchos músicos clásicos, ellos le enseñaron todo lo que sabe de música.

—Mmm... —murmuro sin prestarle mucha atención y mirando por la ventana.

—Los escritores y músicos de esta época no se comparan a los de las décadas anteriores —dice molesta, pero a la vez con un deje de burla.

—Probablemente —asiento dándole la razón.

—Sí, como sea. ¿Qué tal tu libro, te ha servido de algo? —cambia el tema y se para junto a mi mientras dirige su atención a la ventana.

—¿Sabes que es curioso? Que hablas de la Biblia como si fuera un libro ordinario, pero tú y tu hermano se lo conocen demasiado bien.

—Lo es para mí, es un libro más del montón A mí no me sirve de nada seguir los mandamientos o hacer el bien con el prójimo porque la Biblia es para el hombre, no para mí que soy un espíritu de muerte. Y claro que la conocemos casi de memoria, la hemos estudiado por siglos.

—Entonces ya no tiene sentido que estando muerta empieza a leerla —digo más para mí que para ella.

—Nunca es tarde para conocer de Dios, supongo —comenta seria y frunce el ceño a la ventana, sigo el hilo de su mirada y veo a Zaek caminando a orillas del río con la guitarra de la otra noche—. Al parecer alguien estuvo deambulando por el bosque a las afueras del Inframundo luego de la salida con Jehiel.

—Creí que no salía de su habitación, ¿Que hay a las afueras del Inframundo? —murmuro a la vez que lo observo hacer su caminata hasta que desaparece de mi campo de visión.

—De vez en cuando sale con Jehiel o camina por el Bosque de los Caídos.

—¿Qué hay de la guitarra? Es la segunda vez que lo veo con la misma.

—Toca muy bien y siempre la lleva a todos lados en sus ratos libres, yo leo miles de libros, él toca toda clase de instrumentos musicales —dice apartándose de la ventana para ir a su armario—. Te acabo de comentar que fue aprendiz de maestros de la música clásica y me ignoraste por completo.

Adoptada por la muerte #1 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora