Epílogo: El secreto de Takeo

107 16 0
                                    

Mi niña interior, la vieja y temerosa Aika, se estremeció en el fondo de mi alma al estar de nuevo delante de la vieja biblioteca. Todos los edificios en derredor estaban restaurados o completamente modernizados, y sin embargo el que fue mi refugio durante siete años estaba intacto. 

- ¿Por qué estamos aquí?- preguntó Daiki por enésima vez. Demiyah estaba por el otro lado, aferrada a mi mano. 

Miré a mi "pequeño": a sus trece años ya casi me llegaba al hombro, y tanto él como su hermana pequeña eran hermosos. Yo no había cambiado mucho, sólo leves rasgos se habían vuelto maduros en mi rostro, así que tendría que explicarle de una vez mi condición al viejo bibliotecario. 

- ¿Recordáis la historia del anciano que me cuidó cuando mamá era pequeña?

- Sí- contestaron al unísono.

- Ésta es la biblioteca donde estuve escondida, estudiando y haciéndome inteligente y fuerte. Su dueño tiene algo que prometí recuperar cuando mis hijos tuviesen una cierta edad, y ahora que Demiyah tiene ocho años creo que es el momento. 

- ¿Es bueno, mami?- quiso saber la pequeña peliblanca. Asentí con una sonrisa conmovida.

- Fue la primera persona adulta que me dio una oportunidad- murmuré, más para mí que para los dos niños.

Respirando hondo avancé hasta las escaleras, pisando con lentitud cada escalón para rememorar viejos tiempos. La puerta estaba igual, con sus rasguños y manchas de cuando había vuelto con los chicos a visitar al viejo. Más de diez años después, allí estaba de nuevo, rogando para que Takeo siguiese con vida. 

Toqué tres veces con fuerza, oyendo el eco dentro de la biblioteca y poco después unos pasos. Entrecerré los ojos y escuché con más atención: ¿desde cuándo un anciano caminaba así de rápido?

- Buenas tardes- saludó un joven en cuanto la puerta fue abierta-. ¿Qué se les ofrece?

- Esto...- no sabía qué decir. ¿Había llegado tarde?

Imposible. Algo en este hombre me devolvía la calma tan típica de Takeo, pero no era él. Sin embargo, que este sujeto de unos treinta años fuese ciego y oliese exactamente igual que el viejo me confundía.

- Pensaba que no volverías- empezó a sonreír, estirando una mano hasta posarla sobre mi rostro-. Aika.

- ¿Takeo?- balbuceé, reconociendo sus gestos. El hombre asintió. Luego empezó a reírse por lo bajo.

- No tiene caso, ya has descubierto mi secreto- meneó la cabeza, haciéndose a un lado para dejarme pasar-. Adelante, querida. Dile a estos pequeños que no teman.

- Pero si no ve- me susurró Daiki, nervioso y agarrando mi mano con fuerza.

***************************************************************************

- Necesitarás algo más que saber mi nombre para demostrarme que realmente eres Takeo- me crucé de brazos, recibiendo una sonrisa de parte del ciego.

- Mi niña, ya te lo expliqué todo, ¿qué más quieres?

- Me cuesta creer que seas un humano que muere a los 100 años y revive a los 30.

"Aunque lo mío tampoco es muy creíble..."

- ¿Entonces cómo justificas que sepa quién eres?

- Dime algo que sólo el viejo pueda saber- reté.

No necesitó hablar. Con simplemente deslizar fuera del bolsillo de su camisa un sobre supe que ya no podía ser un error. 

- Escribiste esta carta con doce años- me tendió el papel-. Y una de las frases por las que prometí recordarte siempre fue: "No por ser adulta tengo que querer a un hijo, ni por ser una niña soy incapaz de amar a alguien a quien protegeré en el futuro". 

- Yo tampoco he sido del todo honesta contigo- suspiré, rendida-. ¿Recuerdas cuando regresé con mis hermanos y un amigo?

- ¿Los cuatro huérfanos? Sí.

- Bien... En ese momento yo ya había dejado de ser la niña que conociste, y no sólo por haber crecido y todo eso...

- Lo sé, volviste como vampira igual que tus hermanos.

- ¿¡Cómo lo sabes!?- grité sin querer, haciendo reír a Takeo.

- El hiperactivo de Kou sonreía tanto que sin querer le rocé los dientes, ahí noté que sus colmillos eran algo más afilados. Además todos vosotros menos el otro chaval teníais la piel fría, deduzco que el que estaba pegado a ti tiene algo que ver con lobos...

- Puto viejo- reí-. Entonces déjame explicártelo todo.

- Antes de eso- ladeó la cabeza con una sonrisa misteriosa-. ¿No me vas a presentar a tu acompañante? Tiene que estar cansado de oírnos hablar.

- Sin duda es imposible engañarte- resoplé, mirando hacia la puerta y haciendo un gesto para que se acercase-. Aunque he de admitir que su aura es casi tangible.

- Como no me lo presentaste al entrar supongo que querías aguardar para sorprenderme- se puso de pie para recibir a mi padre-. Parece que olvidas que veo con todo, excepto con mis ojos.

- Nunca creí que pudieras vivir para escuchar estas palabras, y me alegro que tú tampoco seas un humano corriente porque por fin puedo decirlo- respiré hondo en cuanto Karura y Takeo quedaron de frente, casi a la misma altura. El viejo siempre iba encorvado, y ahora que volvía a ser joven se confirmó lo que yo supuse desde el primer instante: era un tipo alto, tanto que por pocos centímetros no le llegaba a mi padre-. Takeo, te presento a mi padre.

El de apariencia más joven de los dos, aunque ahora era imposible saber quién era mayor de edad, observó con atención la mano del bibliotecario dirigirse a su rostro. Desvió ligeramente sus ojos hacia mí y le sonreí, viendo con el corazón desbocado cómo mi viejo mentor iba formando la imagen de Karura en su mente, rozando con mucho cuidado su piel como señal de respeto. 

- No cabe duda del parecido- afirmó, sonriendo otra vez antes de tenderle la mano-. Me alegro de conocerle por fin.

- Y yo a usted- aguanté una pequeña carcajada cuando Takeo tembló ante la voz de mi padre, siempre firme y grave-. Le debo mucho más de lo que jamás podré devolverle, cuidó y educó a mi hija durante 7 años. 

- Es una mujer muy luchadora, cumplió todo lo que me dijo que haría: encontró a sus hermanos, a su verdadera familia, tiene un buen trabajo y dos preciosos hijos. Yo sólo fui un pequeño empujón para ayudarla a seguir.

- No se quite mérito, por favor- pidió el albino-. Tardé 18 años en volver a ver a mi princesa, y de no ser por usted a lo mejor ni siquiera habría podido imaginarme tenerla a mi lado ahora. Le salvó la vida, le enseñó de todo hasta volverla inteligente y fuerte, cumplió con mi parte cuando yo aún estaba rezando por encontrarla.

- Se equivoca, ambos se equivocan- su característica sonrisa, la cual yo catalogué desde pequeña como "la sonrisa del sabio", empezó a formarse sobre sus labios antes de seguir hablando-. Mi único logro fue darle lo que necesitaba, fue la misma Aika la que se volvió lista, fuerte, independiente y astuta. De no ser por ella misma, esos siete años no habrían sido ningún tipo de ayuda. Por eso la aprecio tanto, ejercer de profesor y padre fue una de las mejores decisiones de mi vida. Es un tesoro, y me alegro de que por fin sea feliz y tenga a gente como usted a su lado.

Este hombre, común como cualquier humano e inmortal como cualquier vampiro, sería para siempre uno de los mayores misterios de mi vida. Y tal cual dijo él de mí, Takeo es un tesoro. Uno que no se deterioraría con el paso del tiempo, que jamás sería robado ni mancillado, que nunca desaparecería de mi memoria. 

Él fue, es y sería uno de los pilares más importantes de mi vida.

Esos malditos juegos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora