#5: De Crow a Mukami

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Desperté. ¿Cuándo me había dormido?

Ah, sí. Cuando el tipo que estaba dispuesto a comprarme...

¡Mierda!

Di un respingo y enseguida noté algo extraño. ¿Una cama? ¿Qué clase de enfermo mental secuestra a alguien y permite que se duerma en una cómoda cama sin ataduras ni nada? A no ser que fuese un psicópata al que le gustase jugar al gato y al ratón... Quizá por eso insistió en que me mantuviese virgen hasta la compra...

- Idiota- me di un golpe a mí misma en la cabeza. Podía escapar y yo ahí con estúpidas y siniestras cavilaciones.

Caminando muy despacio para evitar hacer cualquier ruido, salí de la habitación y di vueltas por un par de pasillos hasta ver el inicio de unas escaleras al fondo. Suspirando aliviada, aceleré un poco el paso. Justo por la mitad del pasillo, sentí la voz del extraño hombre de nuevo, esta vez desde dentro de una de las habitaciones. Me congelé por el temor a ser descubierta, lo que me permitió escuchar un par de frases sueltas. Hablando por teléfono, supuse. 

- Supongo que es ella. Sí, su pelo es blanco. Y sí, sus ojos son como me dijiste. Está durmiendo arriba, en la que será su nueva habitación.

La última frase me convenció de echar a correr por mi vida.

- Y no te preocupes, cuidaré bien de ella...

Casi aprendí a volar por las escaleras, pero me dio igual. Tenía que salir de allí y no pensaba quedarme a averiguar con quién estaba hablando ese tío raro. Fortunas de la vida que la limusina estaba fuera de la mansión: noqueé al conductor y lo tiré al suelo, arrancando el coche y apurando la máxima velocidad para estar lejos cuanto antes. No quería verme al lado del loco ese si se daba cuenta de que había huido.

Ya lejos de la mansión, algo más calmada, reduje un poco la velocidad y me tomé un momento para ver la hora en el reloj digital del salpicadero. ¿Las dos y media de la madrugada? ¿Había estado tanto rato inconsciente? 

Resoplando, pensé que no me era raro estar despierta a esas horas. Con el tema de las Death Races me había terminado acostumbrando a dormir de día para estar a punto de noche. Tenía mi horario de sueño trastocado, así que cuando encontrase un buen lugar para quedarme...

- ¿¡Pero qué...!?- apreté el volante, nerviosa. ¿¡Y éste cómo cojones había hecho para estar más lejos que yo!? ¡Si le había robado el coche!

Esta vez vestía diferente. Ya no tenía las gafas, y su traje blanco se veía sustituido por una especie de conjunto rojizo que me recordaba a las vestimentas antiguas. Plantado en medio del camino, como el que no quiere la cosa. Serio. Amenazante.

- No pienso frenar- murmuré como si me pudiese escuchar. Y como si fuese una respuesta, lo vi cruzarse de brazos, sin intención alguna de moverse de ahí. 

Iba a atropellarle, estaba segura. Pero, en el último segundo y a escasos metros de impactar contra su persona, ese rechazo a la muerte me obligó a pisar el freno. No era capaz de asesinar a alguien, no podía. 

Tras casi comerme el parabrisas, sujeté mi cabeza y eché una rápida ojeada frente al coche. No estaba.

- Mierda...- mascullé-. Le he...

- No- su seca voz me sorprendió desde la parte de atrás, justo antes de ver por el retrovisor sus ojos brillando de ira y sus manos rodeando mi asiento. Un brazo mantuvo mi cuerpo quieto mientras la mano del otro brazo agarraba mi garganta-. ¿Pensabas que ibas a poder escapar de mí, querida? ¿Realmente pensaste que no te iba a encontrar?

- Al menos... lo intenté...- farfullé. Estaba apretando demasiado, e incluso por un momento me pareció sentir mi cuello crujir. 

- No sé cómo lo has hecho, pero has noqueado a uno de los conductores bajo mi mando sin esfuerzo y te has escabullido como una víbora ante mis ojos sin que me diese cuenta. Para ser una simple adolescente das muchos problemas...

Esos malditos juegos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora