33._ UN DÍA CON EMERITUS PARTE II

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Narra Helena:

Emeritus me conduce hacia el establo que hay en una parte muy adentrada del Palacio. Ahí están los hermosos caballos negros en las caballerizas. Un demonio sirviente saca en especial un caballo que está apartado de los demás.

—Aquí está, mi señor—. Dice el demonio.

Emeritus toma el caballo y lo dirige hacia afuera jalándolo de la reata. Asombrada miro el bello caballo y deslizó mi mano sobre su pelaje.

—Es muy suave—. Dice Helena.

—Por supuesto. Este caballo iba en la parte de adelante el día que te conocí. Así que ordené que lo separan de los demás y lo conservaran en mejor estado—. Le dice Emeritus.

—Eso no me gusta. Todos los caballos deberían gozar de los privilegios que este goza—. Le dice ella resentida.

—También los demás viven bien. No te preocupes mi Helena. Vamos—. Dice Emeritus subiéndose al caballo y tomando la mano de ella ayudándola a subir.

—Me gustó su metáfora de ir a volar—. Le dice ella.

Emeritus ríe malvadamente.

—Si claro. Una metáfora. Mejor agárrate bien mi—. Le dice él tomando sus brazos y rodeándolos en su cintura.

Poco a poco el caballo comienza a avanzar rápidamente, recorre gran parte del Palacio hacia la salida atravesando la gran puerta de herrería. Mientras va más veloz, la presión de Helena comienza a subir.

—No tengo buena experiencia con los caballos—. Dice ella nerviosa.

—Lo sé. Pero conmigo nada va a pasarte—. Dice él.

Juntos atraviesan el Bosque Urano y del caballo comienzan a desplegarse dos grandes alas y lentamente comienza a elevarse en el aire. Helena empieza a gritar.

—¿¡QUÉ ES ESTO!?—. Dice ella aterrada aferrándose a la cintura de Emeritus.

—¡Te dije que te llevaría a volar!—. Le dice él.

—¡No sabía que los caballos volaban!—. Dice Helena asustada.

—¡Eso fue porque no preguntaste—. Le responde Emeritus.

El caballo se eleva más alto y se puede visualizar todo el paisaje, las montañas, el Bosque Urano completo, y muy a lo lejos se puede observar la ciudad de Infestissumam como un pequeño punto diminuto. También es visible todo el Palacio completo.

—¿Lo ves? No pasa nada—. Dice Emeritus suavemente.

Helena traga saliva y se tranquiliza momentáneamente. Sus ojos brillan de emoción al saber que está sobre volando el Infierno.

—¿A dónde va a llevarme?—. Pregunta ella.

—Voy a llevarte muy lejos—. Le responde él.

El viento producido por las alas del caballo alborotan el cabello de Helena y le cubren un poco la visión, pero no piensa soltarse de Emeritus por nada del mundo.
Todavía continúa temblando de miedo.

El caballo va avanzando hacia las montañas elevando en el aire sus hermosas alas negras.
Después del largo paseo, finalmente descienden en las montañas más altas del Infierno. Helena sigue temblorosa y Emeritus la ayuda para bajarse del caballo. Sin querer terminan frente a frente y se miran unos segundos a los ojos. Ambos interrumpen el momento separándose.

Helena tose.

—Nunca pensé que volaría—. Le dice ella intentando romper la tensión.

—¿No te lo dije antes? Conmigo puedes tener y hacer cosas que jamás hayas hecho antes—. Le dice Emeritus.

Las montañas son tan altas y lejanas que puede observarse gran parte del Infierno desde esa distancia. La parte superficial está llena de pasto verdoso y plantas variadas. Entre ellas un rosal de bellas rosas rojas.

—Se siente como estar tocando el cielo—. Dice ella mirando hacia arriba.

—La vida terrestre. Querrás decir—. Le contradice Emeritus.

—Bueno, algo así—. Dice Helena.

Emeritus coloca al caballo sobre el tronco de un árbol y lo acaricia. Luego se dirige hacia donde está Helena y la invita a sentarse en el pasto para observar el horizonte.

—Se siente una vibra diferente aquí—. Dice ella.

—Por supuesto. Estamos en otra atmósfera. Son las montañas más altas de todo el Infierno. Les dicen "Las montañas de Hades"—. Le cuenta Emeritus.

—Se respira una profunda paz—. Le dice Helena respirando profundamente.

—Es mi lugar favorito para despejarme de todas las cosas negativas. Aquí puedo pensar, puedo ser yo libremente, aquí es donde existo y no existo a la vez—. Dice mirando hacia la nada.

—Nadie me mencionó este lugar antes—. Dice ella contemplando.

—Nadie tiene porque hacerlo. Es inalcanzable—. Le dice regresando a mirarla.

—Pero es un lugar muy hermoso. Me gustaría poder compartirlo con todos—. Dice Helena.

—Tienes que aprender a ser un poco más egoísta. Estos bellos lugares no puedes compartirlos con cualquiera. Solo puedes hacerlo con los seres que sean más especiales para ti—. Le dice él y ella lo mira.

—¿Soy especial para usted?—. Le pregunta ella.

—¿Acaso no es muy evidente?—. Le responde él.

—Pero no entiendo en qué forma—. La interrumpe Emeritus.

—No tienes que entender nada. Solo déjalo fluir—. Dice él.

Ella se queda callada un momento y baja la vista. Él se acerca hacia ella y la toma rápidamente de la barbilla plantando un beso sobre sus labios. Un dulce y tierno beso sin ningún tipo de perversión. Lentamente sus bocas se entrelazan como si fuera el abrazo de dos delicadas mariposas.
Ambos se separan y Emeritus la toma de la nuca acariciándola.

—Me estás haciendo sentir vivo, otra vez—. Susurra en sus labios.

Narra Helena:

Estoy sentada en la punta de una gigantesca montaña infernal, con un ser extraño que me ha besado y me ha dicho que lo hago sentir vivo otra vez. No sé qué contestar ante eso y mejor dejo que mis besos hablen por mí.
Hoy por primera vez, puedo decir con certeza que me han dado mi primer beso. Un beso tan cálido y dulce. Me lo ha dado el lado más tranquilo y sereno de este ser diabólico y depravado.
Me mira como si me quisiera mucho y eso me asusta, mi piel se pone de gallina. No quiero recrearme espejismos. Él me dijo claramente que nunca se enamoraría, solo está siendo tierno conmigo porque se compadece de mí al haber crecido con poco cariño. Por ese lado creo que es muy generoso. Gracias, Emeritus.

Después de mucho rato de abrazos, dulces besos y delicadas caricias. Termina Helena acostada sobre el regazo de Emeritus y el enreda sus dedos en su cabello.
Lentamente ambos se levantan y él se dirige hacia el rosal, tomando una rosa para ella.
De inmediato ella recuerda cuando Omega le dio una rosa blanca confesándosele y ella la rechazaba.

—Esta rosa es igual de hermosa que tú. Tómala—. Le dice él extendiéndosela.

Tarda unos segundos y Helena la toma tímidamente. Por un momento Emeritus piensa que va a devolvérsela, pero no lo hace, así que sonríe. Él toma su mano y juntos caminan por el resto de la cima sobre el suave pasto y vuelven a subirse al caballo. Ya estando sobre el, él toma su mano y la besa.

—Ya te dije que no tengas miedo—. Le dice él.

—Ya no lo tengo más, porque si usted me toma así otra vez, yo ya no tendré más miedo de nada—. Le dice ella tomándolo por detrás, abrazándolo...

GHULEH / ZOMBIE QUEEN 1° TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora