GHULEH / ZOMBIE QUEEN 1° TEMPORADA

99._ EL GRAN ANUNCIO

—Emeritus... ¿Estás seguro de querer casarte conmigo? ¿Renunciar a tus privilegios de poseer a un sin número de Ghulehs, para solo serme fiel a mí, por toda la eternidad?—. Le pregunta Helena seriamente con las mejillas mojadas.

—¡Sí Helena! ¡Estoy seguro! Hoy y más que nunca, eres tú a quien amo y con quien quiero compartir el resto de mi vida. Lo demás ya no me importa, solo te quiero a ti conmigo. Por favor, acepta ser mi esposa y te prometo, no, ¡te lo juro! Por nuestro señor supremo Satanás, que voy a amarte con todas mis fuerzas—.

Helena no puede parar de llorar, después de un momento de silencio, finalmente responde conmovida.

—¡Sí! ¡Acepto! ¡Acepto casarme contigo, Emeritus!—. Contesta finalmente entre sollozos.

De pronto, un montón de fuegos artificiales comienzan a explotar en la superficie. Emeritus emocionado, abraza a Helena cargándola entre sus brazos dando vueltas con ella. Ambos entrelazan sus labios devorándose él uno del otro. Él la coloca de nuevo en la tierra y le pone el hermoso anillo en su dedo anular de la mano izquierda. El anillo es de oro con una llamativa piedra de diamante finísimo.

—Emeritus este anillo es muy hermoso—. Le dice Helena emocionada admirándolo.

—El anillo de mi futura esposa tenía que ser así de hermoso, como ella—. Le dice él besándola de nuevo.

—De verdad, no sabes cuánto te extrañé mi Ghuleh, contaba cada maldito día y me parecían eternos, me dolió tanto separarme de ti tanto tiempo. ¡Nunca más volverá a suceder! Quiero que siempre estés a mi lado, no importa a dónde vaya, si estás conmigo, sé que todo estará bien—. Le dice Emeritus tomando sus manos.

Helena solo asiente con la cabeza y no puede evitar volver a soltar en llanto.

—Ya no llores más Helena, no me gusta verte así—. Dice él limpiando su rostro.

—Lloro de felicidad, y de no poder creer que esto me esté pasando a mí—. Responde ella mirando hacia abajo.

—Yo también estoy muy feliz, pero no puedo permitir que tu bello rostro siga empapándose de lágrimas—. Le dice tomando sus labios con devoción y descendiendo hacia su cuello. —Qué difícil fue estar sin tus labios, sin tus besos, sin tu piel, tus manos, todo de ti—.

—Emeritus—. Susurra con la respiración agitada. —Hazme tuya de nuevo—.

—Tus deseos son órdenes, amor mio—. Le dice cargándola y llevándola hacia el pasto que está cubierto de pétalos de rosas.

Comienza a besar su cuello nuevamente, su lengua recorre todo ese espacio que había estado abandonado, triste y sin vida. Ella sólo jadea dejándose llevar por la magia de su amado. Con agresividad, Emeritus rompe sus vestido haciéndolo añicos y se apodera de sus pechos, uno por uno, absorbiéndolos salvajemente, mordiendo sus pezones y enredando su larga lengua en ellos. Helena lo sujeta de la cabeza, jadea fuertemente jalando su cabello, él continúa descendiendo hasta llegar a su parte íntima. Su boca recorre vorazmente su clítoris de arriba hacia abajo, con movimientos circulares la tortura, gustoso prosigue con su dulce tarea hasta que ella se deposita sobre su lengua, como un puente que es inundado por el agua. Sube hasta su boca y la besa traspasándole sus fluidos.

—Extrañaba mucho tu dulce sabor—. Le susurra en la comisura de sus labios.

—Oh Emeritus—. Gime ella en su oído.

Como siguiente movimiento, Helena se incorpora y empieza a quitarle la ropa. Muerde su cuello con locura dejándole marcas de su pasión desbordada, con sus manos masajea sus pectorales, regresa a su boca y ahora muerde sus labios. Entre el juego, los abrazos, los besos candentes, finalmente la penetra deliciosamente y la embiste, dejando en claro quien es el dueño de su cuerpo, su templo sagrado. Eyacula dentro de ella llenándola de su néctar caliente, recién cocinado. Ambos sudan, gimen, gritan y se ríen felices al llegar juntos al paraíso del orgasmo. Sus cuerpos combinados producen una sustancia única y una química ardiente que los quema y los deja ser. Posteriormente ella se acuesta a su lado debajo del árbol mientra se contemplan mirándose entre sí.