11. El triángulo.

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Salieron del auto con un poco de dificultad.

El chico que agarraron del club estaba un poco ebrio por lo que tuvieron que sujetarlo rápidamente para que no llegara a caer al suelo.

Fueron a la recepción, con la esperanza de que no recibieran preguntas absurdas o sospechas inadecuadas que cambiaria todo lo previsto para esa noche. Por suerte no pasó nada de lo normal.
Les ofrecieron la llave de la habitación 8 y fueron a pasarla bien.

Abrieron la puerta y entraron.

Ernesto, que seguía mareado por tomar tanto tequila, se acostó en la cama con un movimiento salvaje.

Se estiró para disfrutar de la comodidad hasta que uno de sus acompañantes habló.

-  ¿Cómo te sientes, amiguito? - le preguntó, acercándose un poco a la cama y viéndolo.

-Estoy un poco mareado- respondió Ernesto, seguido por una sonrisa inocente.

Los chicos acomodaron sus cosas donde iban para ponerse un poco más cómodos.

Uno de ellos, se puso de pie para poner algo de música en el estéreo que tenían.
Sonó una de las canciones poperas más escuchadas del año.
Era una canción un poco lenta con la letra erótica al compás, cantada por una mujer veinteañera muy bonita.

Ernesto se sintió bien. Al escuchar la canción su cuerpo tuvo una reacción a respuesta. Realmente le gustaba.

-Quiero bailar- soltó de repente entre su estado de ebriedad.

-  ¿Te gusta bailar? - le preguntó el chico que había puesto la música.

-Me encanta- susurró Ernesto, mientras movía su cuerpo en la cama lentamente con los ojos cerrados y pasándose las manos por el cuerpo.

-  ¿Nos harías un baile? - le sugirió el primer chico.

Ernesto al escucharlo se puso de pie lentamente, sujetó a los chicos del cuello y los aventó a la cama para que se pusieran cómodos.

Volvió a poner la canción desde el principio y empezó a bailar.

Comenzaron los primeros acordes de la canción.
Ernesto, que estaba súper ebrio, se balanceaba de un lado a otro para mantenerse de pie. Sus movimientos eran lentos y sensuales.

La chica empieza a cantar y Ernesto comienza a subir de tono
Se pone las manos en la nuca y los desciende, tocándose el pecho y el abdomen, hasta llegar a la entrepierna. Continua así­ con los movimientos sensuales de la cadera.

Los dos chicos, sentados en la cama, observaban a Ernesto con lujuria. Ambos comenzaban a calentarse y a sentir ese cosquilleo en el pene cuando este empieza a endurecer.

Ernesto, por su parte, seguía disfrutando la canción. Hasta que, de repente, se les quedó mirando. Uno lo miraba como tonto y el otro se mordía el labio. Ernesto los vio, y, sin pensarlo, en un movimiento rápido, empujo a los dos chicos al mismo tiempo. Lo chicos quedaron con los codos pegados a la cama y con una gran sonrisa en sus hermosas caras.

Ernesto, siendo ágil y utilizando las dos manos, desabrochó el cinturón de ambos caballeros, los dos ya estaban muy excitados. Con los penes bien duros, Ernesto acariciaba y en cuestiones jalaba aun con los bóxeres de los dos puestos. Al hacerlo, él seguí­a moviéndose al compás de la música, subiendo y bajando mientras estaba en cuclillas. Esperó hasta que creyera cual era el mejor momento y bajó los bóxeres de los dos, disparando los grandes penes que se le estaban antojando.
Agarró los dos con firmeza, los observo con unos ojos de hambre, y se metió a la boca el del chico a su derecha. Este solo dejo caer su cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Siguió mamando unos segundos y luego hizo el cambio. El otro chico era un poco más salvaje, y empujó la cabeza de Ernesto hacia él, escuchando los sonidos que una persona produce cuando está apunto de atragantarse.

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