15. El nombre

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Con sigilo se fueron a la habitación. Nadie de los miembros de la casa los vio salirse desnudos de la cocina ni abandonar la mansión e irse a la habitación de Edward que estaba justamente a lado que la de Ezequiel. Ellos eran los únicos que dormían en el jardín. Tuvieron suerte. Al llegar, Edward no aguantó las ganas. Empujó con fuerza al chico sobre su cama, este rebotó y lo veía con el mismo morbo de siempre. El jardinero se posó encima de él. Continuó besándolo con pasión y devoción. Sus lenguas chocaban y jugueteaban al ritmo del son labial. El jardinero tomó ambas manos de Ernesto y las posó por encima de su cabeza. Sabía que tenía el control y quería sacar ventaja de ello.

Fue ahí cuando se le ocurrió una idea. La calentura en el cuerpo humano provoca que uno haga cosas que nunca pensaría que haría, ni mucho menos con la persona indicada. Con una mano sujeto las delgadas muñecas de Ernesto y con la otra, apenas como un ligero rose de dos figuras apartes, masturbaba a Ernesto lentamente. Sabía cómo hacerlo. Apretaba lo necesario con la mano para que, a cada jalada, el ligero cosquilleo naciera de entre las profundidades. Tocó sus testículos poco a poco y Ernesto se estremeció. Conocía ahora el punto débil del chico.
Aumento la velocidad y Ernesto cambio de rostro. Frunció el ceño y soltaba ligeros gemidos cortantes. Abrazadores. Luego, ante tal gesto, Edward quería segur viéndolo. Quería verlo disfrutar. Colocó un poco de saliva en el pene del chico y él se untó un poco más en el trasero. Ernesto al ver esto se sobresaltó. ¿Realmente iba a pasar lo que él estaba creyendo?

Edward se subió en él, levando su trasero bronceado y redondo, y se sentó en él.

Se sentía apretado y húmedo. El tamaño del jardinero no le molestaba en absoluto a Ernesto, al contrario, sentir la presión en su abdomen lo excitaba aún más. Colocó sus manos en los pectorales del jardinero y éste los posó en su nuca mientras saltaba y gemía sin parar. Ambos sudaban saciándose las ganas, pero el jardinero quería más.

Se quitó de encima y acomodó al chico. Sus movimientos fueron bruscos y salvajes, su rostro había cambiado, la furia parecía haberse adueñado de él. Empinó al joven en la cama y le metió tres dedos de tirón. Ernesto gritó, el fuerte movimiento lo lastimaba, pero el jardinero hizo caso omiso ante la temprana señal de disgusto. Escupió un poco en el trasero de Ernesto y la metió.

Fue rápido y profundo. Ernesto grito suave de dolor, tampoco no era para hacer un escándalo. Edward continuó aumentando la velocidad. Lo sostuvo de entre las caderas y le dio rápidamente. La cama de la habitación chocaba con horrido estruendo contra la pared. Los cuadros se movían y se escuchaba el retumbe de las paredes, como si una gran bocina estuviera a todo volumen.

Ernesto soltar a alaridos y Edward, tras esto, le tapó la boca con la mano mientras con la otra lo jalaba del pelo. Estaba demasiado caliente como para pensar. Solo quería saciarse las ganas. Por un momento, el placer del chico pasó a ser segundo plano.

Se acercó a su oreja y la rasgaba con cuidado. Ernesto podía sentir el aliento sediento del jardinero. A pesar de la rapidez de Edward, ese gesto le hizo sentir el escalofrío correr si piel.

-¡Estas riquísimo!- le decía al oído- siempre me ha encantado cogerte.

Ernesto se extrañó. Nunca antes había pasado algo entre ellos.

Edward le destapó la boca y le daba lo más duro que pudiera. Ernesto dejó de sentir dolor y ahora solo disfrutaba del momento.

-Sí, sí, si- susurraba.

Fue esa explosión continua de distintos movimientos que hicieron que Edward cayera rendido sobre el chico. Ernesto podía sentirlo. El líquido comenzaba a descender sobre sus muslos.

Sin pensarlo. Tal vez por la fatiga que sentía y lo sudado que estaba, Edward descansaba encina de Ernesto y lentamente pronunció las palabras que el chico se estremeció al escucharlas:

"Te amo, Christian"


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