Tierra Yerma 1

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El mundo nunca había visto nada parecido: en el año de 1447 CS un terremoto de una magnitud sin precedentes sacudió la Terra Firma y marco el comienzo de la Gran Purga: el regreso de Scion, el hombre que había desafiado a los dioses. Ningún rincón del mundo escapo a su atención desde su atalaya en el castillo de biolito. Las llamas en su día poderosas del imperio de Dhees se extinguieron. Con el curso de sus rugientes torrentes obstruido, el reino de Tritonia se rindió sin condiciones. El papa rey de Til Vorg no tuvo otro remedio que ocultarse cuando sus verdes bosques fueron desgarrados. Y la tierra, la madre tierra, tembló prodigiosamente, sacudida por la pena ante la renovada presencia de la figura abominable de Scion y por la furia ante la vuelta del cruel líder Novogus, que tanto detestaba a los hijos de la tierra.

La madre tierra había sido testigo silencioso de la historia y las hazañas de su gente y almacenaba minuciosamente en su memoria sus pecados, sus rencores y sus deudas. Recordaba con precisión los incontables errores que Scion había cometido en el pasado. Finalmente, se presentó la oportunidad de lavar los pecados, acabar con los rencores y pagar las deudas. Pero los enemigos eran grandes y los hijos de la tierra eran pocos, así que la madre tierra espero pacientemente.

Espero a que la lava de la furia que sus hijos albergaban en sus corazones rebosase. Espero a que la presión fuera tanta que, como el magma de sus profundidades, entrase en erupción con la violencia de un volcán. Espero el día en que el planeta vibraría con los himnos de victoria de los orgullosos habitantes de Val na Vos. Porque la madre tierra era anciana y paciente y sabia esperar.

I

-¿Cómo estáis, mi señor?

-Pues bien, bien, ¡muy bien!

Su voz rebosaba de alegría.

En el vasto desierto que se extendía hacia poniente en la Republica de Val na Vos se erguían las tumbas de innumerables generaciones de integrantes de la familia real, formando una larga línea como si de silencioso centinelas se tratase. Solo se oía el susurro de la arena arrastrada por el viento.

Y... y algo mas también. Si un viajero tuviese la mala fortuna de extraviarse en este yermo, juraría que oía voces, voces tenues, justo al límite de lo audible, como ecos distantes que escapasen de una de las tumbas reales atravesando profundas capas de roca y arena.

-¿Cómo están mis tropas?

-Gracias a vuestros poderes, mi señor, hemos logrado reencarnar a la guardia real al completo.

-Excelente, excelente.

Una risotada de satisfacción resonó en la oscuridad, casi sacrílega en un lugar destinado al reposo eterno. Y entonces se deshizo de la oscuridad y una luz mágica ilumino la cripta, revelando la figura de un hombre sentado en un trono decrepito. Una armadura de oro macizo ceñía los musculosos contornos de su cuerpo. Una sonrisa amplia y satisfecha le broto en el rostro mientras se mesaba lentamente las barbas carmesíes con gruesos dedos. Era el líder de la dinastía de Novogus: el rey Novogus en persona.

-Muchas felicidades por su completa resurrección, mi señor.

-Se diría que hasta la muerte huye de mí –respondió el rey-. ¡O bien que el mas allá no puede tolerar mi presencia!

No espero respuesta a sus ironías porque tenía consideraciones más importantes que atender. Al cabo de años de letargo, Novogus había adquirido por fin un cuerpo nuevo y la Terra Firma, sumida en la aflicción, era una fruta madura lista para su recolección.

-¡Vamas! –dijo el Rey.

-Mi señor... -respondió su sirviente de biolito.

-Alza la bandera de mi castillo hasta lo más alto. Que se entere el mundo de que la dinastía de Novogus está de vuelta.

cuando dios cierra los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora