Capítulo 1

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Tomé la tacita que descansaba en la mesa de noche, el té aún estaba caliente, esto siempre me relaja. No tengo noción del tiempo, para qué, si lo importante es lo que me rodea en este instante. Esta vez decidí encender la lámpara de la alcoba, miré mi pequeño escritorio y descubrí una vieja libreta donde solía anotar pensamientos y cosas que soñaba hacer de joven. Lo tomé en mis manos y sí, estaba en blanco. Cuando era más joven no solía tener sueños, para mi todo era oscuridad y no quería que nada la iluminara, estaba cómodo entre tinieblas. Tomé un bolígrafo y decidí finalmente contar lo que realmente soy:

Hola, quién quiera que seas. Si buscas alguna historia de Amor esta no es la indicada, porque es todo lo contrario. Vengo a contar la historia de mi vida, llena de sufrimientos y desilusiones. Mi nombre es James Monroe, tengo treinta y dos años de edad, pensarás que tengo de novedoso, pues la cuestión es que no soy normal. Soy mudo, no puedo hablar, no puedo dedicarle un saludo de buenos días a los vecinos ni a las personas de la calle porque realmente no puedo.
Puede que pienses que estoy mintiendo, pero no es así. ¿Por qué deduzco esto? Pues, es más que obvio, un mudo capaz de escribir a mano es bastante inusual. Pues te cuento extraño que no nací con esta discapacidad, yo enfermé a los ocho años cuando recién había aprendido a escribir y leer.
Desde pequeño era delicado de salud, un día llegué de la escuela llorando porque estaba con una ronquera muy fuerte, me dolía la garganta y ardía en fiebre. Mi madre me preguntaba que pasaba y yo por el llanto dejé de respirar correctamente, mi madre salió en el auto de papá hacia un hospital. Allá me inyectaron para la fiebre y me revisaron la garganta. Yo como un niño que era estaba totalmente asustado, me decían que no debía sentir miedo,¡PERO CÓMO CARAJOS HARÍA ESO! Sentía que hiba a morir, que no volvería a ver a mis padres, mis primos, mis amigos, mis videojuegos, el parque, dejaría de existir. Por mi corta edad me dieron medicamentos por cada hora, era un jarabe amargo y horrible, lo peor que había probado en mi vida. Yo solo quería dulces, quería mi casa, mis padres y poder salir de ese horrible lugar...

Después de cinco horas en el hospital los médicos les indicaron a mis padres que me compraran el jarabe y que me lo tomara cada hora, dijeron que la inflamación de mi garganta se veía seria, tenía suerte de poder respirar. Los médicos fueron estrictos al decir esto e incluyeron que no podía hablar, no hasta que la hinchazón bajara. Pero a que no saben qué pasó, nunca volví a hacerlo.

Querida HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora