Así fueron pasando los días, me había acostumbrado cada vez más a la nueva escuela, muy rápido para mi entender. Lo difícil era el lenguaje de las señas. La verdad no pensé que sería tan complicado, me imaginaba que me lo aprendería todo con sólo verlo pero realmente no fue así. Debía practicar mucho, me desesperaba, ya quería correr sin saber dar un paso. Sentía impotencia al no tener el control de mi mente y aprender todo a la velocidad de la luz. Eso fue lo realmente frustrante, fui arropado por la desesperación.
Yo estaba cansado de comunicarme escribiendo, estaba harto de hacer reír a los niños de la calle cuando trataba de decirle algo a mi amigo y este no me entendía por completo. Detestaba las miradas de compasión, ¡YA DEJEN DE MIRAR!, ¿acaso soy un monstruo salido del pantano, un descerebrado, había sido traído directamente de un planeta distinto del cual nadie sabía su existencia? Pues no, no lo era. Me hacían sentir así, la oveja negra, el cero a la izquierda, lo que menos importaba y estaba cansado, devastado y triste.
Con sólo nueve años sentía que mi vida había acabado, en el sentido que yo estaba vivo pero realmente no estaba viviendo. Era una catástrofe, vivía un mundo lleno de dolor, sin embargo mi lugar preferido en el mundo se volvió mi hogar. Al llegar a casa todo era diferente, mis padres estaban sentados estudiando las señas desde que llegaban del trabajo. Esa era la sensación más hermosa del mundo, saber que lo hacían por mí. Mi amigo igual me hacía sentir mejor, estaba aprendiendo al mismo ritmo que yo y me daba ánimos aunque no faltaba mi escena de frustración que daba casi diario en el descanso de la escuela.
Eso era lo que me tenía más preocupado, el día en que yo pudiera realmente ser independiente. Ya quería hablar con algunos de esos niños, estar tomando clases normales pero sabía perfectamente que eso no sería posible hasta que aprendiera.
Pasaron semanas y poco a poco aprendí el idioma, logré aprender el abecedario por completo, incluyendo algunas señas que significaban cosas claves. Al pasar los seis meses nos graduamos del primer curso de la escuela, estaba muy satisfecho con el resultado, ya podía hablar con otros niños de la misma edad que yo. La graduación fue algo realmente sencillo, bueno olvidé mencionar que nuestros padres tuvieron que tomar un examen con nuestros profesores para confirmar que también habían aprendido correctamente durante ese tiempo el idioma de las señas. Nos reunimos todos en el gran salón de la escuela, aquel que es sólo para ocasiones especiales, sólo permitieron la presencia de los graduados incluyendo a los padres o tutores.
Recuerdo que nos felicitaron y hablaron brevemente de el importante papel que tienen nuestros padres o tutores en nuestro buen aprendizaje y desarrollo en aquella escuela en especial. Comimos todos juntos en el comedor, nos repartimos un bizcocho que estaba muy bien decorado y algunas cosas más, fue realmente reconfortante para mi saber que ya había logrado mi meta.
Ya no me sentía mal, al contrario sentía que tocaba el cielo. Estaba contento, orgulloso de que mi meta había sido cumplida.
Una sensación satisfactoria me invadió por completo, recuerdo que mis padres no dejaban de felicitarme y recordarme que todo había valido el esfuerzo. Me decían que pasara lo que pasara ellos me apoyarían y estarían ahí para mí.Ya nadie se burlaría de mí, al contrario me admirarían al verme hacer las señas con mi amigo y que nos entendamos perfectamente. Yo me sentía más que felíz, por fin lo malo había acabado. Bueno al menos eso pensé.
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Querida Hija
RomanceLa vida está llena de obstáculos, muchos nos hacen sentir que caemos en un pozo sin fin, o que nos ahogamos en un vaso con agua. Todos hemos sufrido, de alguna manera, sentimental o material, por algo que nos importe y afecte nuestra manera de vivir...