Capítulo 3

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Mi vida tomó un giro de ciento ochenta grados, fue como si me hubieran dicho: "Tú vida es de una manera pero la queremos que sea de esta forma". Y ni una bonita, una horrible. Vivía enfermándome de la garganta, bueno mejor dicho ya estaba enfermo en sí pero aveces la hinchazón hacia de las suyas y no me permitía respirar. El doctor declaró que mi caso era de los pocos vistos, que sólo una vez vieron un paciente en mi estado, que no pudiera hablar por la hinchazón, que no desaparecía.

Todo era totalmente incómodo, cada vez que tragaba sentía la irritación, tenía ganas de abrir la laringe y colocarle un hielo para que sanara. Así como cuando te duele mucho la cabeza y sientes que hay un incendio y la forma única de apagarlo es con hielo.

Debía acostumbrarme a esa incómoda sensación, además empezaron a darme la comida triturada, no masticada de otra persona, sino que me hacían muchos purés, mejor dicho el puré de comida se volvió el plato de todos los días. Ya no había dulces que pudiera saborear, el doctor advirtió que esos dulces que venden en la calle pueden lastimar la garganta y no sería nada lindo.

Mi mamá sabiendo lo triste que estaba me preparaba dulces caseros, cosas sencillas pero deliciosas. Me preparaba arroz con leche, habichuelas dulces, horneaba tortas, hacía puré de frutas súper deliciosos.

En la escuela no faltaba el gran "chico rudo" que me molestase, pero mi gran amigo jamás me abandonó, y a pesar de que lo castigaran el me defendía igual.

Al cabo de un año con esta enfermedad tenía cita con el médico.
Fuimos mis padres, mi amigo y yo; al llegar nuestro turno mi mamá fue la que me acompañó mientras mi amigo y mi papá nos esperaban en la sala de espera. Mi mamá y yo, a la puerta del consultorio me dedico estas palabras: "Mi niño, se que esta situación ha sido muy difícil para ti, para tu padre y para mí, sé que te sientes mal y sólo quieres volver a estar sano. Te diré una cosa, en esta vida siempre se presentarán obstáculos, muchas familias tienen poco dinero o ni lo tienen, no tienen empleo, los padres discuten, se golpean, los hijos son víctimas de esta violencia, otras familias tienen problemas de salud. Nuestro caso, mi amor, es este. Tienes una enfermedad que ha cambiado tu vida,y quiero que sepas que aunque te sientas mal, desesperado, cansado, no desanimes tu espíritu. Debes luchar para ganar esta lucha. ¿Recuerdas cuando perdías jugando a las cartas, ese sentimiento de enojo porque perdiste? Pues no dejes que está enfermedad te vensa. Tu eres un niño muy fuerte y muy valiente, tu puedes con esto, tu padre y yo te apoyaremos siempre. Estamos orgullosos de ti mi amor, porque a pesar de tu corta edad estás luchando con todas tus fuerzas y tengo miedo de que esa valentía se desvanezca. A si que te invito a que sigas adelante, que nosotros te seguiremos"

Mi mamá me abrazó y empezó a llorar, yo no pude evitarlo y me dejé llevar. Sus palabras de aliento eran mi fuerza, su amor y su cariño, y con todo esto que me dijo comprendí que no estaba sólo. Ya al entrar con el doctor, nos explicó que en un año la hinchazón había bajado de tal forma que podía respirar mejor, que debía seguir llevando el tratamiento y según mi fuerza me cambiarían la medicina a una más fuerte. Mi mamá se puso muy contenta y yo también, se había abierto la puerta de la esperanza. Luego el doctor nos dijo: "A pesar de su pequeña mejora, les recomiendo que lo cambien de escuela. James debe aprender el idioma de los mudos, pues ya pasó un año y no sabemos cuántos más deban pasar para que se recupere completamente".

Esto fue una noticia muy inesperada, miré al doctor con la boca hasta el piso, y luego a mi mamá. Ella le preguntó al doctor si de verdad era necesario, él dijo que sí. Debía independizarme y seguir mi vida normal, si no podía comunicarme oralmente debía hacerlo de otra manera, aunque no me hacía la idea.

Querida HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora