Capítulo 4

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Michael está al otro lado del lugar acompañado de varios muchachos que lucen mayores. Si mi vista no me falla está sosteniendo un tubito que podría ser del tamaño de un pitillo. Se agachan por turnos, sosteniendo el tubo en su nariz y absorbiendo un polvo blanco que está en un gran plato.

Oigo que Sandy y Vero me siguen, siento sus respiraciones en mi nuca todo el tiempo. Ellas están borrachas así que van detrás de mi como si yo fuera la mamá pato. 

—¿Qué vas a hacer?—me pregunta Vero cuando empiezo a empujar a las personas que me estorban en el camino. 

—¡Cálmate Anto! —replica Sandy—. Es algo estúpido que hacen los chicos en la universidad. No es que se vaya a volver adicto.

¡Claro que es estúpido porque ya es adicto! 

No les contesto. Mi ira no me deja concentrarme para decir nada. Lo único que quiero hacer en este momento es llegar hasta él y alejarlo de ahí.

Cuando estoy cerca, sus amigos de aventura se giran para enfrentarme. Sus miradas me dicen que no soy bienvenida. Me planto con las manos en la cintura y mi expresión de "no te metas conmigo, amigo". 

  —Esta es una fiesta privada, es mejor que te vayas. Eso incluye a tus dos guardaespaldas—dice uno de ellos. Alto y fornido, parece deportista. 

No me dejo intimidar por su tamaño; como si no lo hubiera escuchado, me giro hacía Mike y trato de irradiar toda mi inconformidad en una sola mirada. Cuando hace contacto visual, sabe en el lío que se acaba de meter. 

—¡He dicho que te vayas!—vuelve a decir el deportista. 

—Es mi novia, Lucas—dice Mike, quien suelta el pitillo y da un paso inseguro hacia mí.  

Lucas se relaja un poco pero sigue vigilando a mis amigas. 

—Después hablamos, bonita—me dice mientras eleva una de sus comisuras y sus ojos bajan hasta mi escote.

—¡Tu vienes conmigo ahora! —digo cada palabra con lentitud.

Todos los chicos de la mesa hacen un sonido de látigo, cosa que me exaspera. 

—No quiero irme. Ya me hiciste venir a esta fiesta, así que ahora voy a divertirme como en los viejos tiempos. 

Eso me cae como un balde de agua fría. 

—¿Qué yo te hice venir a esta fiesta? —digo indignada. 

—Así es, por la loca de tu compañera de habitación. Ella—dice señalando a Linda que se encuentra en la pista de baile en medio de dos muchachos que pelean por su atención—, no me digas que no tengo razón. 

Vero y Sandy la miran con desaprobación. Ahora mismo, Linda parece que fuera a besar a ambos chicos. 

—Entonces en vez de cuidar de mi, ¿vienes a drogarte? ¿Esa es tu excusa?—mis ojos se abren como platos y sus amigos adictos vuelven a producir sonidos de advertencia. Se están divirtiendo con la situación. 

—¡Cállense!—les grita Mike—, ¡Imbéciles!  

—Mike, dile que se vaya. Está arruinando el ambiente—dice otro que parece estar viéndome como si estuviera sobre una nube.  

Empujo la mesa con rabia y a continuación pasan tres cosas: uno, la droga se cae al suelo mientras los idiotas la miran como si fuera en cámara lenta. Dos, Lucas me toma del brazo con fuerza en un intento sin frutos de hacerme daño. Tres, el puño de Mike impacta en Lucas y todo se descontrola. 

Sandy y Vero se agachan para protegerse mientras los adictos levantan sillas para tirarnos. En eso, los de las otras mesas se involucran para que no nos golpeen. En menos de un minuto, la fiesta pasó de ser grandiosa a una batalla campal. 

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora