Capítulo 14

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Michael POV

—Aquí está —anuncia el hombre que me lleva arrastrado de la camisa. 

—Gracias—dice un hombre de traje que se encuentra en el lugar.

Me habían llevado a la parte trasera de la discoteca sin darme explicaciones y con poca paciencia. No me habían dejado bajar la mercancía, ni tratar de explicar mi presencia. Lo cierto es que parecía que me fueran a hacer daño. La sala en la que me encuentro ahora, está llena de personas pero se puede distinguir que hay dos grupos concretos: Unos que son blancos y están vestidos como si fueran raperos y otros que llevan traje y sus facciones son asiáticas.

—¿Y usted es?—pregunta el mismo hombre que parece ser un guardia de los que están sentados detrás con expresiones duras. 

—Mi nombre es Michael, trabajo para Lucas en este momento—digo mientras muestro la insignia de la banda. 

Un hombre de atrás, que supongo que es el jefe, le hace una señal para que me deje pasar.

El guardia me toma de la camisa de nuevo y me empuja con fuerza hasta que estoy frente a su jefe. Intento acomodarme y no parecer un cachorro asustado. Sin embargo, una vez estoy cerca de ellos, me doy cuenta que todos están seriamente armados. La mayoría de los presentes se ven inquietos, algo ansiosos tal vez. Sus manos están sobre su arma esperando que haga un movimiento en falso para disparar. 

Los raperos parecen más relajados, incluso se divierten con la extrema precaución de los de traje. 

Mantengo mi cabeza gacha. No quiero que piensen que mirarlos fijamente es una falta de respeto o algo parecido. 

—¿La mercancía está completa?—pregunta uno de los asiáticos.

—Sí, señor—respondo con cortesía.

Toda la audiencia se ríe. 

Trago grueso mientras unas gotas de sudor empiezan a bajar por mi frente. 

—Bien, eso es lo primordial en este caso—dice otro cuando se ha terminado de reír—.Sin embargo, hay un problema que debemos resolver antes del pago.

Me remuevo incómodo sin saber que decir. Ellos no parecen intimidados por Lucas, más bien es todo lo contrario. Así que me quedo en silencio hasta que otro continúa.

—Ustedes dos—dice apuntando a dos de sus mismos hombres—, acompáñenlo para que nos traigo nuestro producto.

Vuelven a empujarme. Me dirigen a la camioneta caminando a paso ligero, uno de ellos saca el arma y apunta a mi espalda. Lo sé, porque si relajo el paso, siento el frío cañón del arma amenazando con quitarme la vida. 

Ellos llevan un carreta para descargar el producto y no tener que hacer varios viajes. Luego volvemos a la sala con el cargamento. 

Espero que esté completo. Espero que Lucas no me haya puesto una trampa. 

Otro de los asiáticos y uno de los raperos se adelantan y examinan la carreta llena de paquetes individuales de cocaína. El rapero saca un cuchillo pequeño, toma uno y le abre un pequeño hueco; saca un poco y lo prueba con una expresión de placer que casi lo hace ver como un ser humano normal. Asiente hacia el asiático, quien sonríe con satisfacción y llama a otro de sus hombres para que se lleve la carreta.

—Parece que todo está en orden, señor Michael.

Suspiro de alivio. El hombre que apuntaba a mi espalda retira su arma. 

—Por aquí—dice de nuevo apuntando hacia una puerta que lleva a las oficinas del lugar. 

Los guardias me escoltan pero esta vez no me tocan ni me amenazan. Los sigo con el corazón apretado y mi respiración bastante agitada. Ya desde esta posición puedo escuchar la música que tocan al otro lado y oler el humor artificial que se utiliza en este tipo de lugar. 

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora