Capítulo 19

54 15 6
                                    

  —Te juro que he visto su rostro antes. Dice que tiene un negocio y como ya te había dicho antes, tenía droga en esa fiesta. Creo que es un distribuidor—hablo por teléfono con mi investigador. 

Bien. Ya tengo los datos completos de él por si quieres saberlo.

—Claro que quiero—respondo con vehemencia. 

Luego de un largo suspiro y ruido de fondo que parecía de papel arrugándose, vuelve a hablar.

Lucas Liroa, hijo menor de Emilio Liroa, quien es dueño de un gran viñedo en las afueras. Además es inversionista de bolsa igual que su hijo mayor

Un fuerte respingo me sobresalta. ¿Acaso dijo inversionista de bolsa? 

Su madre nunca ha trabajado así que no creo que te interese sus actividades. Sin embargo puedo investigarla si quieres.

—Me interesa saber sobre el negocio de Lucas. Oye... Dijiste que el hermano mayor también es inversionista de bolsa. ¿Cuál es su nombre? 

Otra vez se escucha que revisa papeles. 

Brandon Liroa, treinta y un años.

La fuerte impresión me hace soltar el celular. Este cae al suelo sin restricciones y se desarma completamente. Me quedo ahí estática esperando que sólo sea mi imaginación. ¿Será posible que ese Brandon sea el mismo que ayudó a su amigo a intentar violarme? ¿Ese que me amenazó por teléfono que nunca estaría a salvo? Nunca se pudo comprobar que fuera él, pero yo sabía en mi corazón que el asunto no estaba resuelto.

Recojo los pedazos de mi celular y vuelvo a armarlo. Necesito más información sobre él para confirmar mis sospechas. ¿Qué tal que se esté vengando usando a su hermano? ¿Qué todo esto sea una especie de ajuste de cuentas que incluye a Michael? 

Recuerdo ese lugar: subterráneo y estruendoso, casi no podía oír mis propios pensamientos. Recuerdo a mi atacante tratar de convencerme de que me quedara un rato, y también a Brandon, quien se comportaba muy caballeroso y bailó varias veces conmigo. Sin duda todo parecía bastante normal, hasta que los tragos le hicieron efecto y mi atacante se tornó violento, así que decidí irme. Fue Brandon quien me llevó a una salida diferente, alejada de todo para que pudiera escapar. Fui una tonta al confiar en él ya que su amigo esperaba en las sombras a que estuviera sola para poder abusar de mi. De no ser por Mike, quien llegó como un príncipe de dorada armadura a mi rescate, no sé que habría sido de mi. Quizás no estaría con vida.  

Una vez termino de armar mi celular, vuelve a sonar de inmediatamente. 

¿Qué pasó? —pregunta desde el otro lado de la línea. 

—Lo lamento se me cayó el celular—me excuso y muerdo mi labio inferior con fuerza. 

¿Te es familiar ese nombre? —pregunta con sospecha. 

—Así es. No estoy segura porque no sé su apellido pero James Gaviria, mi atacante, también era inversionista de bolsa. Y en ese sitio conocí a sus amigos y uno de ellos tenía ese nombre. 

Entiendo. Te enviaré unas fotos para que confirmes la identidad. 

—Gracias. 

Mantente fuera de problemas

Eso es más fácil decirlo que hacerlo. 

—Los problemas siempre me alcanzan. 

Colgamos luego de eso. 

Aún no me ha pasado la sensación de persecución que sentí cuando me dijo su nombre. Sé que no está confirmado, pero esa pesadez no va a quitarse de mi estomago hasta que no vea la foto y pueda descansar o asustarme aún más. 

Tal vez todo es obra del destino que me hacía cruzarme con otro miembro de su familia sin que su hermano mayor supiera nada del asunto. Quizás sólo era un malentendido y Michael podría volver a ser él mismo de nuevo. La verdad es que muy dentro de mi, no quería aceptar que ambas amenazas se relacionaban. Que una era la consecuencia de la otra. 

¿Qué probabilidades había? 

Mejor no respondo esa pregunta y espero hasta tener más datos. 

Decido que es hora de dormir. Apenas son las ocho de la noche, pero tantas emociones me tienen drenada. El estrés que he estado experimentando me ha quitado ya unos cuantos años de vida y mi novio parece no importarle mucho mi salud mental. No lo he visto desde la mañana en la que me abordó y tampoco me ha llamado para explicar su ausencia esta tarde. 

No sé si sentir miedo por él o enojarme. Creo que al final es una combinación de ambas.

Linda aparece en mi lado de la habitación y me pide que le baje el cierre del vestido. Me levanta y me pongo de rodillas en mi cama para ayudarle y luego se despide lanzándome un beso. 

—¿Necesitas algo? —dice cuando está cerca de su cama—. Tengo una excelente crema para ojeras que es milagrosa.

Frunzo el ceño. 

—¿Ojeras? ¿Así de grave? 

Sólo asiente y me mira con preocupación.  

—Oye Anto, no te amargues la vida—me dice luego de un rato—. Si ustedes ya no funcionan, no dejes que eso te arrastre al fondo. Sé que dijiste que no te ibas a desmoronar pero igual te veo sufrir como si alguien estuviera muriendo. 

—Estamos muriendo—afirmo. El dolor vuelve a filtrarse por mis venas. 

—Lo puedo ver —suspira y abraza a un peluche de su cama—. Tienes diecinueve años, no es edad para estar llorando por amor. Es edad de divertirse.

Intenta poner una sonrisa en su rostro pero se ve forzada. 

Un fuerte golpe en nuestra puerta nos hace dar un pequeño salto. Linda se levanta y se pone un saco encima. Me lanza una mirada significativa, instándome a quedarme callada. Cuando abre la puerta, puedo escuchar esa voz varonil de Mike. 

—¿Está Antonia?

—No—responde Linda con antipatía. 

—Por favor—su voz se torna suplicante —, necesito hablar con ella. 

—¿Y tu eres? —pregunta Linda con ese toque de arrogancia que la caracteriza.

—Michael, su novio. 

—Ja—exclama con sequedad y sé que Mike debe estar empezando a enfurecerse. 

—¿Podrías darle un mensaje por lo menos? 

Ella se cruza de brazos y no contesta. 

—Dile que lo lamento y que voy a compensar todo lo que la he hecho pasar. Dile que la amo más que a nada y que no puedo pensar que voy a perderla. Ella es lo mejor que me ha pasado y voy a hacer lo que me diga con tal de que me perdone. 

Mi corazón empieza a bombear fuerte y siento ese calor en mis mejillas como si me lo hubiera dicho a mi de frente. 

¿Dejo que se vaya o hablo con él?  

Habla con él, sabes que quieres.

  —¿Es todo? —Linda intenta cerrar la puerta. Mike seguro tuvo que impedirlo porque se ve resistencia. 

—¡Tonia, te amo! —dice más fuerte con la certeza que yo lo estoy escuchando. 

Luego de eso, Linda puede cerrar y yo me sumerjo en un estado de llanto que me cuesta parar hasta casi media hora después. 

Linda no es como Maira o Vero que corrieron a abrazarme en las oportunidades que me vieron llorar. Por el contrario se hizo en el extremo más alejado del cuarto y me lanzaba miradas que no lograba identificar. Le gustaba el drama pero no ser espectadora.   

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora