Capítulo 41

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Elena abre su puerta sólo unos cuantos centímetros para hacerme una señal de silencio. Asiento a su petición mientras la veo que corre hasta el otro extremo de su habitación para agarrar su bolso antes de dejarme pasar. Me pide que alce los brazos y que separe las piernas. La obedezco con el ceño fruncido, tengo tanta curiosidad que no me interesa que hace en este momento. 

Saca un aparato extraño de su bolso, tiene forma plana y alargada, se parece a esos dispositivos que utilizan para revisar si llevas metal en el aeropuerto. 

—¿Pero que... 

—Shhhh —lleva su dedo a la boca. 

Empieza por mi cabeza, pasea esa cosa alrededor mientras hace un ruido como si fuera un quejido. Eso parece que no indica nada, así que continúa descendiendo por mi pecho y mis brazos. El chillido me sobresalta cuando llega a la altura de mis bolsillos. Ella me indica que le pase mi celular. Se lo extiendo con miles de preguntas en mi mirada. Ella lo toma con delicadeza y pasa su dispositivo por encima. Ese sonido ensordecedor vuelve a anunciar lo que sea que ese aparato detecte. 

Lo deja a un lado mientras se sienta en su cama y destapa mi celular con cuidado. La digo con la mirada intentando adivinar que hace. 

Luego de unos segundos, le arranca algo que estaba pegado a la tapa trasera. Es tan pequeño que no sé como lo vio. Cualquiera pensaría que es parte de el diseño. Lo tira al suelo, fijándose donde lo puso y le pone un pie encima con demasiada violencia.

Atónita, me quedo muda mientras ella vuelve a revisar el celular con su detector y comprueba que ya no suena más. Luego vuelve hacía mí y continúa su registro. Nada hace sonar esa alarma de nuevo. 

—Bien, creo que ya estás limpia. 

—¿Qué acabas de hacer? —le pregunto cuando entiendo que no piensa darme explicaciones. 

Elena se rasca la cabeza y se quita la peluca roja, dejando su cabello castaño esparcirse por sus hombros. Sonríe de medio lado como si todo esta situación fuera normal.

—Te habían puesto un rastreador en el teléfono. No sé si te podían oír... es posible. 

—¿Qué? ¿Cómo? 

—Seguramente el sábado que viste a Brandon. 

—¿Cómo sabes que lo vi? Sólo se lo he contado a unas pocas personas. 

—¿En serio? ¿Eso es lo que vas a preguntarme? ¿Cómo supe que te reuniste en un lugar público muy concurrido? Pensé que tendrías preguntas más difíciles, como por ejemplo, ¿cómo encontré esa carta y las fotos? Pero como insistes en empezar con la de Brandon, sólo puedo decirte que fue sabio de tu parte hacer que te abordaran de día, en medio de la calle y llamando la atención. 

Frunzo los labios ante su aporte. 

—También te voy a preguntar sobre eso, pero me causa curiosidad que sepas algo que pasó a tantos kilómetros de aquí.  

—Debe ser porque estaba allá —mi cara de sorpresa no se hace esperar. Elena alza una ceja con superioridad —. Hago bien mi trabajo, Tonia. No entiendo porque pareces tan sorprendida. Ahora que ya está aclarado, ¿qué piensas del contenido del sobre? 

Inconscientemente saco la carta de mi bolsillo y abro su contenido para revisarlo una vez más. No estaba segura que podía significar pero sin duda nos daba otra herramienta contra ellos. 

—¿Quieres desenmascarar el asesino de la señora Gaviria? 

Elena rueda los ojos y suelta un bufido que manda un mensaje claro: soy una idiota. 

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora