Capítulo 32

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Michael POV

El señor Angi me había dado una pequeña dotación para que pudiera cumplir con mi trabajo. Y cuando digo pequeña es en forma retórica. Me dio un auto para poderme mover con facilidad, aunque se ve viejo y su apariencia podría ser mejor, pero es suficiente para que no se vea sospechoso y cualquiera piense que yo mismo lo compré. También me dio un revolver mediano. No tengo mucho conocimiento de armas, así que él sugirió que lo mejor sería aquella. El sistema es sencillo, un tambor con cinco espacios, de cañón corto y bastante potente. Puedo guardarla fácilmente dentro de mi pantalón y no se nota, lo cual es una ventaja a la hora de pasar desapercibido. Además me dio mucha munición, lo suficiente para llenar de agujeros a todo la banda de Lucas y que sobre. 

Luego que Mark me deja en la bodega de nuevo y todos se dispersan, decido que debo practicar mis habilidades con el arma. Tengo que estar preparado si en algún momento es necesario usarla, sobre todo ahora que sólo tengo una mano libre. No quiero volver al campus aún, sé que me espera una buena reprimenda por parte de Linda y una mirada decepcionada por parte de Tonia. Y ni que decir cuando le cuente que tengo otro pacto hecho con un mafioso asiático. Mejor ni imagino la escena. 

Me dirijo hacía el auto, un Nissan Sentra del 2009. Se ve un poco más viejo de lo que es, pero su motor funciona de mil maravillas. Lo enciendo con urgencia mientras miro en mi celular un lugar alejado para poder practicar tiro. Decido que debo ir a una zona boscosa, así que debo salir del pueblo y adentrarme unos tres kilómetros para que nadie pueda escuchar el silbido de las balas. 

Una vez en el lugar, saco el arma de la guantera del auto. La cargo con la primera tanda de balas y me echo unas cuarenta al bolsillo. Es difícil de cargar porque mi brazo enyesado no me permite mucha movilidad, pero con esa mano puedo sostener las balas mientras las voy dejando caer en el tambor. Ubico en un tronco unos cuantos tarros de varios tamaños que fui encontrando a medida que caminaba por el sendero mientras me alejo unos metros para empezar desde cerca.

Alzo mi brazo bueno apuntando al primer tarro. El revolver se siente pesado en mi mano, extraño de agarrar y no puedo estar seguro si donde estoy mirando también es el lugar en el que va a disparar. Respiro profundo recordando algunas películas en las que mostraban la forma de apuntar con un arma, sin embargo, el siguiente sonido y el culatazo que dio al retroceder, es algo para lo que no estaba preparado.

Todo mi interior se contrajo con euforia. Nunca había sentido esa descarga de adrenalina propia de tener el control de algo mortífero. El disparo no había acertado, ni había pasado cerca siquiera, pero igual me siento liberado. 

Para el segundo intento, me aseguro de tener las piernas un poco más separadas para aguantar el retroceso del arma y usar un poco más de fuerza en el agarre de mis dedos. Esta vez le doy uno de los tarros, aunque no al que le estaba apuntando.

Una hora después, ya tengo mucho mejor dominio de distancia y puntería. He gastado suficiente munición, así que decido volver antes que alguien aparezca. 

Cuando me subo en el auto, varios mensajes de texto entran a mi celular. No me había percatado que en esa zona no tenía recepción. Sólo espero que no haya pasado nada urgente o que Antonia haya tratado de comunicarse otra vez, porque seguro está angustiada. 

El primero es de Mark comunicándome que me necesita para una entrega a las seis de la tarde. Miro mi reloj, son las tres. Aún tengo tiempo. 

El siguiente es de un número desconocido, pero por el contenido puedo apostar que es del señor Angi.

Desconocido: ¿Qué tienes para mi? ¿Algún punto débil para aprovechar? Llama a este número cuando quieras.    

Sin dudar marco el número y me responde directamente el señor Angi. Le comento el encuentro de hoy y enfatizo en lo hostil que se está volviendo por la falta de entregas. 

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora