Capítulo 18

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  —¡Pelirroja! —oigo esa voz familiar desde el otro lado del pasillo. Aún tengo tiempo para llegar a mi clase, pero no estoy interesada en empezar una discusión en medio de todos los estudiantes. 

Sigo mi camino como si no lo hubiera escuchado, pero él no se rinde. Sigue llamándome mientras acelera el paso. 

Suspiro para alentarme a tener fuerza de voluntad.

—¡Pelirroja! ¡Oye!—me sujeta del brazo con toda la suavidad que puede para que me detenga. Me giro hacia él con la mirada fija en sus ojos. Espero reflejar la frialdad con la que espero tratarlo de ahora en adelante. 

—Michael—saludo demasiado formal. El tuerce el rostro en un puchero extraño y me mira con recelo. Luego se acerca un paso más, haciendo que el momento se vuelva incómodo. 

—Quiero empezar diciendo que nada es como te imaginas. Te aseguro que nunca te haría daño de esa manera. He cambiado, Tonia. Lo he hecho. ¿Crees que podríamos hablar en otro lugar? — su mirada va hacia el resto de la población de la universidad que no disimula al intentar mirarnos. Creo que un grupo incluso ya tiene listo su celular para grabar. 

Me cruzo de brazos y niego. 

—Ahora tengo clase—me siento un poco orgullosa de mi misma por seguir firme.

—Lo sé. Sólo quería decirte que lo siento y que debemos hablar—su mano alcanza a la mía mientras su ojos recorren todo mi brazo, cuello, rostro... Llega hasta mis labios y luego se desplaza con lentitud hasta mis ojos —. Te aseguro que eres la única en mi vida y a la persona que más amo. 

Mis piernas estuvieron a punto de perder el equilibrio y mis labios trataron de decir algo pero no pude construir una oración. 

Parece que esa frase hizo un corto-circuito en mi cerebro. 

No caigas. Sé fuerte. 

—Cafetería, 6 pm—le digo con un hilo de voz y él asiente, dejándome ir. 

Camino rápido para calmar mis nervios. Mis manos aún se sienten calientes de su contacto y tiemblan como si hubiera estado en una montaña rusa. Tengo que repetirme que hay muchas cosas que aclarar. 

En clase me concentro en los planos. Hemos estado trabajando en las formas correctas de dibujar cada parte de una casa. Tengo que admitir que una de las partes más difíciles para mi, además de lo pequeños espacios en los que vive la gente en muchas partes, es conseguir que todo me quede a escala.

Mis notas han ido mejorando, pero no puedo decir que sean excelentes. 

—Ahí tienes una ventana, ¿cómo piensas poner el televisor en ese espacio?—regaña Verónica a Sandy, quienes parecen mucho más adelantadas que yo. 

Me acerco para ver su problema y es exactamente lo mismo que estoy experimentando. La falta de espacio. 

—Para ser justas, no tiene donde ponerlo—le digo a ambas a modo de broma, pero cuando ellas me miran, mi rostro no trasmite la jocosidad que esperaban. Ambas tuercen la boca con desaprobación y me señalan una silla para que me siente. 

—¿Qué va mal?—pregunta Vero. Hoy sus cejas están muy maquilladas, lo que marca su rostro de una manera que parece aún más enfadada. 

—Nada. Sólo que no he podido meter todos los muebles en mi plano. 

—Vero no hablaba de la materia—dice Sandy luego de cruzar la mirada con Vero. 

—Tienes un rostro expresivo, Antonia. Esa vibrante chica que conocimos hace un mes ha ido perdiendo la luz de sus ojos. Puedo ver que ahora están mucho más oscuros que la última vez que te vi. Sé que no somos las mejores amigas ni nada, pero no puedo dejar de preguntar... ya sabes... 

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora