Capítulo 22

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  —¡Sorpresa!—grita una voz conocida en el momento que contesto la llamada. Del susto casi suelto el celular, logro atraparlo entre mis dedos escurridizos por pura casualidad. 

—¡Maira, por todos los cielos! ¿Quieres provocarme un paro cardíaco?—respondo una vez los latidos de mi corazón se han controlado. 

Lo lamento, demasiada emoción por estar aquí. 

—¿Estás aquí? ¿Dónde? —me levanto del escritorio en el que estaba terminando uno de mis planos y abro la puerta. Maira no está ahí.

Estoy algo perdida. Creo que estoy en uno de los dormitorios de chicas pero ni idea. Un poco de ayuda por fa

Le indico el camino hasta mi dormitorio y luego de casi quince minutos en los que empiezo a impacientarme y creer que ella está en otra universidad, Maira aparece en mi puerta. 

No pensé que iba a estar tan feliz de verla. De hecho, ni siquiera sé en que momento me acerqué a ella y la abracé como si no la hubiera visto en años. 

Bueno... no la he visto en tres meses. 

—¡Te extrañé demasiado!—dice ella con los ojos nublados. 

—No le digas a nadie, pero yo te extrañé más—sonrío de manera reconfortante y ella apenas puede contener el llanto—. Ven, dame esa maleta—ella me deja coger su equipaje que luce pesado. Constato que efectivamente debo usar las dos manos para transportarlo—. ¡Wou! ¿Acaso piensas quedarte a vivir aquí?

Ella se limpia los ojos y hace un puchero.

—Bueno, tengo la intención de quedarme una semana. Allá en la universidad van a hacer unos juegos deportivos, y algunos de mis compañeros se proponían obligarme a competir. Así que he escapado. Lamento no haberte avisado, ni siquiera sé si puedo quedarme contigo o no... Eso no ha estado bien.

—¡Oh calla! —le hago un gesto para que no se preocupe—. Tu cabes en cualquier lado. Te puedes quedar aquí el tiempo que quieras. 

Nos quedamos un rato hablando de lo cobarde que ha sido por huir del deporte, de nuestras carreras, del cambio de nuestras vidas y por supuesto de Mike. 

—Pensé que lo encontraría aquí contigo—dice luego de tratar de llamarlo. No ha contestado y me lleva directo a buzón. 

—Como te he dicho, se está portando como un idiota. 

—Para ser justos, Mike siempre se ha portado de manera no racional y tu no lo veías. Ahora que has madurado un poco, pareces notarlo con más facilidad. 

¿Qué? ¿No lo veía? 

Me quedo un rato meditando. En cierta manera, ella tiene razón. He cambiado, he conseguido liberar algunos demonios internos que no me dejaban ver el mundo con claridad. Tengo una nueva perspectiva y conseguí algunos golpes en el camino. Prueba de ello, es que estoy haciendo trabajos un domingo en la tarde. No me siento obligada a hacerlos pero me gusta pasar tiempo con mi lápiz y el papel, dándole forma a mis ideas. 

—Tienes razón—le concedo. 

Por lo general siempre la tiene. 

—Pero aún así lo amas ¿no es así? 

—Sí—contesto sin pensarlo. Hasta ahora, no hay nada que me haga cambiar de parecer—. Es duro amarlo, pero sé que no puedo simplemente hacerme a un lado y dejar que pase solo por eso. Tengo que apoyarlo así no comparta la información conmigo. Sé que está en peligro pero él no me deja ayudarlo. Es frustrante pero nada con lo que no pueda lidiar.  

Mala alianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora