CAPÍTULO TRES: UN NUEVO CÍRCULO

132 7 6
                                    

La vida rutinaria de Azul se veía siempre interrumpida los fines de semana, pues a comparación de su hermano que se la pasaba más en la calle que en su casa, ella se la pasaba encerrada entre las cuatro paredes de su cuarto, no porque no tuviera algún plan con sus amigas o Teo, o porque disfrutará más de su soledad, si no porque no la dejaban. Pues aun a sus veinte años, le controlaban hasta el mínimo minuto de su día a día y las únicas ocasiones en las que podía salir a tomar un poco de aire era cuando acompañaba a su abuela por las compras de la semana, como en esta ocasión, un domingo por la tarde, en la que ambas caminaban por el centro de la ciudad cargando un par de bolsas llenas de frutas y verduras, así como condimentos y lo que hacía falta en la alacena.

La única función de la pelirroja en esas salidas era cargar todo aquello que Blanca no podía cargar por su vejez que poco a poco le iba cobrando facturas, por lo que con una falda larga, de aquellas que te llegan a los tobillos, un par de botines y una playera de manga corta, Azul iba caminando un par de pasos más atrás de su abuela, observando sus costados, viendo a los niños pasar corriendo o a los viejitos de la colonia sentados en unas sillas de plástico debajo de los árboles, disfrutando de un lindo día de otoño en el que el calor aún no abandonaba por completo el aire.

—¿Tu hermano llegará a cenar?—preguntó la abuela, sacándola de su ensoñación.

—No sé, supongo que sí, por ser domingo.

Cada fin de semana, su hermano menor, que solo era dos años más chico que ella, salía de casa con sus amigos para beber, bailar y jugar, con la excusa de que entre semana estaba muy ocupado con las clases como para poder socializar.

—Entonces haré su platillo favorito.

Aunque no quisiera admitirlo, la pequeña anciana tenía un nieto favorito, quizas sea porque el pequeño Aron se parecia más a su madre que Azul, pues su fisico si que era muy distinto al de su hermano, el era alto y su cabello era negro como la noche, sus ojos eran verdes, como los de la abuela y su piel era más bronceada, la de ella era más palida. Se parecía a su padre, aunque nunca lo conoció o convivió con él, sabía que sus genes eran totalmente de aquel amor que tuvo una vez su madre, desde la punta de su cabello anaranjado hasta el pequeño lunar que adorna su tobillo izquierdo, ese en forma de media luna.

—¡Hola!—dijo una voz femenina, con emoción en ella, asustando un poco a Azul que ya venía concentrada en no dejar caer las bolsas que cargaba. Sus ojos se clavaron en la morena que venía saliendo de una de las librerías del centro y detrás de ella venía un joven que conocía muy bien, Teo.

¿Qué hacían juntos?

No pudo evitar preguntarse, porque aunque le caía bien Astrid, aun en el fondo había una pequeña espina que se le encajaba en el corazón cada vez que la veía con su amigo, oh su amado mejor amigo.

—Buenas tardes—saludó él con alegría a la abuela de su amiga con un pequeño abrazo y tomo de las manos las cosas que la anciana cargaba y que su nieta no podía cargar, pues las manos de la otra ya estaban llenas, Astrid lo imitó y después de presentarse con la abuela que la veía de reojo, analizandola de pies a cabeza, tomó un par de bolsas que cargaba su ahora nueva amiga, quizas Azul no sabía ese dato de su no relación.

—Teo, querido, hace mucho que no te veía.—comentó Blanca, mientras retomaba su camino siendo seguida ahora por tres jóvenes.

—Sí, he estado un poco ocupado con los trabajos de la universidad—dijo su amigo, tan amable como siempre. —Prometo visitarla un día de estos para hacer esas galletas que tanto me gustan.

Y quizás su abuela si tenía una preferencia por los hombres, pues su cara brilló de manera instantánea ante la idea de ser acompañada todo un día por aquel joven que le recordaba a su adorado nieto. Y esa era la razón por la que Azul nunca lo invitaba a su casa, pues toda la atención del castaño era arrebatada de sus manos en cuanto pisaba un centímetro su casa, además de que así se evitaba momentos incómodos con el esposo de su abuela, que no le agradaba Teo, y debería de ser la única persona en la faz de la tierra que no quería a aquel joven tan amable y carismático.

Siempre a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora