CAPÍTULO SIETE: ACCIDENTE

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El otoño se fue junto con las clases finales, llegando a su vez, las fiestas decembrinas, donde Azul no tenía escapatoria. Las vacaciones no le gustaban, porque significaba pasar más tiempo en casa, ver menos a sus amigas, aunque las de invierno eran cortas y su abuela abarcaba toda su atención, pudo conversar por teléfono con sus amistades y salir una que otra vez con su mejor amigo, que la visitaba cuando Matías salía de la casa con sus colegas.

Sus charlas con Astrid también se hicieron constantes, a tal punto de hablar todos los días, sin falta, la morena supo como llegar a su corazón y se ganó el título de amiga, algo que no pasaba desde hace mucho, pero la hizo feliz saber que tenía una nueva persona en quién apoyarse cuando el mundo se le venía cuesta abajo más veces de las que diría en voz alta.

Astrid: ¿Qué tal te la pasaste en Noche Buena?

Azul: Normal, comimos, vimos películas sobre la Navidad y me dormí temprano. ¿Y tú?

Astrid: Qué aburrido, en mi casa nadie durmió antes de las tres de la madrugada.

Azul: Tú familia se escucha entretenida.

Astrid: Son bastante revoltosos.

—¡Azul!—su abuela gritó desde el piso de abajo.

—Mande.

—Baja por favor.

Azul: Ya vuelvo, solicitan mi presencia, de nuevo.

Astrid: Suerteeeeee

—¿Qué pasa?

—Querida, necesito que vayas por tu hermano.

—¿A dónde?

—Salió con sus amigos—comenzó a decir la anciana mientras caminaba de un lado a otro por la cocina vieja. —Parece que tomó de más y necesita ayuda, no puedo ir yo.

—¿Por qué?

—Tu abuelo no tarda en llegar y si no estoy aquí se molestará.

—No es mi abuelo.

Azul no pudo evitar decir, tan rápido que no pudo procesar sus palabras y el efecto que estas tendrían en su abuela, pues la misma la observó detalladamente, con enojo en su mirar por aquella declaración.

—Es mi esposo—dijo con tono fuerte.—Y yo soy tu abuela, supongo que sabes que significa.

No quiso pelear más, no con ella, no sabiendo que ella terminaria perdiendo, con un corazón roto de camino. Tomó el dinero que le ofreció para el taxi de regreso y la nota que le dio con la dirección de la casa del amigo de su hermano y salió de su casa después de unos minutos.

Azul: Tengo que ir a buscar a mi hermano, ¿no me quieres acompañar?

Astrid: Pásame la dirección.

Varios minutos después y un viaje en autobús, la pelirroja llegó a su destino a bastantes kilómetros de distancia, tocó la puerta con suavidad y después con fuerza al ver que no era atendida por los habitantes de esta. Siguió así por varios minutos en los que fue ignorada.

—¿No hay nadie?—dijo una voz a su espalda, la morena que se había convertido en su nueva confidente llegó a su lado sonriéndole con amabilidad.

—No me abren, la música es muy fuerte.

Astrid tomó la iniciativa y abrió la puerta al notar que esta estaba sin llave, tomando de la mano a Azul para que la acompañará dentro del lugar. Todo estaba en penumbras, la música retumbaba las ventanas y el suelo de lo fuerte que se encontraba, una especie de humo envolvía el lugar desprendiendo un olor que le revolvió la mente y el estómago a Azul.

Siempre a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora