CAPÍTULO NUEVE: TEO

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No hablaron, ni el día siguiente, ni el que le seguía a ese, no fue esa semana, ni la que llegó después, no hablaron en año nuevo, ni cuando iniciaron las clases, Azul evitó a toda cosa esa conversación y más tarde que temprano, Astrid dejó de buscarla, asumiendo la realidad y dejando que la pelirroja decidiera si algún día volverían a hablarse, pero perdió la esperanza cuando un día, caminando por el campus, la vió a lo lejos, con su cabello recogido en una media coleta, con su suéter de colores puesto y unos pantalones deslavados, el sol brillaba y poco a poco el frío dejaba de ser tan fuerte, ella se seguía viendo hermosa y el corazón de Astrid dolio cuando quiso saludarla y la otra paso de ella totalmente, intencionalmente o no, es algo que la morena nunca sabría.

Azul no quería evitarla, pero el enfrentar la realidad era demasiado para ella y su corazón débil, con demasiados golpes como para recibir algún otro, más si ese provenía de alguien como Astrid que solo le había traído felicidad a su vida desde que la conoció, porque no llevaban mucho tiempo hablando, pero la morena se había colado en su mente como la humedad, lento y sin que se diera cuenta de ello hasta que era muy tarde.

—¿Estás bien?—preguntó Alai cuando la vio llegar.

—Sí, ¿tú?—mintió descaradamente, no solo de Astrid la tenía con la mente en las nubes, también las peleas constantes en su casa eran un dolor de cabeza, desde ese día en el que ese señor decidió nombrar a su madre, Azul no había podido evitar discutir y refutar cada cosa que le decían en esas cuatro paredes, haciendo enojar a su abuela, desesperando a Matías y sorprendiendo a Aron, que jamás pensó que su hermana algún día tendría el valor suficiente como para hacer o decir algo.

—He estado mejor.

Las dos se observaron y regresaron a sus actividades en silencio, asumiendo que la otra no diría la verdad sobre su estado de ánimo, pero no duró mucho el ambiente tranquilo, cuando llegó la tercera que faltaba, Hazel.

—Parece un velorio, no una reunión.

—No es una reunión.

—Pues debería, así vendría más seguido a visitarlas.

—Hazel, ¿no deberías de estar trabajando?—preguntó la pelinegra al ver a su amiga sentarse a su lado en una de las mesas que había en la cafetería de la universidad, pues aunque el invierno ya casi se iba, aún hacía mucho frío como para sentarse afuera y la biblioteca siempre estaba llena.

—Trabajo solo de noche, cuando el lugar funciona como bar.

—Nunca entendí el contexto de ese lugar.

—Pues es un restaurante abierto las veinticuatro horas, de mañana es un lugar de desayuno, de tarde un restaurante y de noche un bar—explicó Hazel. —La dueña no quería perder clientes, así que acaparó todas las opciones para jamás cerrar.

—Inteligente.

Las tres se rieron e idearon alguna manera de copiar la estrategía de Amelia, la dueña del bar en el que la rubia trabaja, con la intención de bromear sobre un futuro en el que las tres son socias. La diversión no duró mucho cuando a la conversación se unió Teo, que venía acompañado de Astrid, que evitaba a toda costa mirar a Azul, que ya había bajado la mirada al verla llegar. Sus amigas se dieron cuenta de la incomodidad de la pelirroja, pero no dijeron nada cuando vieron como Teo la sacaba poco a poco del caparazón en el que se había escondido cuando llegaron.

—Ya están anunciando las fiestas de bienvenida.

—Nunca vamos a esas fiestas.

—¿Nunca han ido?—preguntó Astrid asombrada.

—No, todos aquí somos aburridos.

—Es mi último año, quisiera ir a esas fiestas, solo para ver de qué me perdí—dijo Teo y la confesión le dolió a Azul, no había recordado que este era su último año de universidad del castaño, aun no se iba y ya lo extrañaba.

Siempre a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora