CAPÍTULO CUATRO: OJOS MARRONES

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El viernes por la mañana, agregó en su mochila su bloqueador solar, una sombrilla y un sombrero tipo pescador que tenía ahí en su ropero, hasta el fondo, pues no lo usaba con regularidad. Toda la semana le estuvo comentando a su abuela sobre ese proyecto tan importante que tenía y que haría que saliera tarde el viernes, para que ella no se tomará con sorpresa la hora de llegada. También comentó ocasionalmente que su mejor amigo le haría compañía, para que ella se sintiera más segura de dejarla estar más tarde fuera de casa y hasta el momento había funcionado, pues cuando salió de la casa después de picotear un poco la fruta que le habían servido en la mañana, su abuela no le preguntó a qué hora llegaría ni le mencionó que no la quería tarde en casa, por lo que junto a su hermano, subieron al coche de su mejor amigo y partieron camino a sus destinos, dejando al más joven primero antes de ir a la facultad de artes.

—Estás callada.

Teo le mencionó mientras conducia con la ventana abajo y su brazo recargado en el filo de la ventana, vestia una prenda suelta de color azul, su cabello se movia al son del aire, bailando libre, se veía demasiado atractivo.

—Digo, sueles ser callada—siguió diciendo al no tener respuesta de su amiga.—Pero hoy te noto incluso tensa. ¿Todo bien?

—Sí, solo estoy nerviosa.

—¿Por qué?

—Es que saliendo de la universidad iré al bosque.

Su amigo volteo a verla por unos segundos, extrañado, mientras regresaba su mirada al frente ella aprovechó para verlo un poco, descaradamente. Admirandolo.

—¿Desde cuándo te gusta ir al bosque? —preguntó sorprendido, pues desde que la conocía, jamás se le había visto un interés en la naturaleza o en salir a explorar lugares que no conoce. Para llevarla al zoológico o al acuario era un malestar, pues era terca y el contacto directo con su parte natural no era algo que precisamente le gustara.

—No me gusta—respondió haciendo una mueca un poco graciosa, tierna en todos los sentidos. —Pero necesito inspiración para este proyecto que me está matando lentamente, así que iré a ver si la naturaleza me resuelve mis penas.

—¿Y por qué el bosque?

—Me lo recomendó alguien.

—¿Alguien?

—Astrid.

—Claro, Astrid—no pudo evitar reír un poco ante la imagen de sus dos amigas en el bosque, sabía que a la castaña le gustaba perderse entre los árboles grandes del bosque nacional que tenían en el pueblo, pero no podía imaginarse a su amiga de toda la vida en ese lugar sin quejarse o ponerse de mal humor. —Se ve que no te conoce, porque yo jamás te recomendaría ir al bosque, te hubiera llevado de picnic o al autocine.

—Bueno, a veces está bien romper con las rutinas, ¿no?

La observó sorprendido de que aquella frase saliera de sus labios rosas, pues jamás, en los veinte años que lleva conociendola, espero que ella pensara de esa manera, pues la pelirroja siempre ha sido de seguir el camino, casarse con una rutina y no romperla, es por lo mismo que terminó estudiando artes y no ciencia, como bien le hubiera gustado, para no perder su rutina, para no alejarse de él, para que todo siguiera como debe de ser.

A veces Teo se sentía mal, egoísta, por no alentar a su amiga a crecer y dejar volar sus alas fuera del nido que fue construyendo poco a poco, pues el simple hecho de dejarla ir sería perder todo a lo que está acostumbrado, y tal vez no la veía como a ella le gustaría, con ojos de corazón y con mariposas en el estomago, pero si la veía en un futuro a su lado, cumpliendo aquella promesa que una vez le hizo de niños cuando ella se sentía más sola que nunca.

Siempre a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora