Angel

Café casi claro

Dos noches habían pasado y Liam había soñado ambas noches con aquél chico de tez morena que parecía hacer aparecido por arte de magia. Nadie supo cómo terminó varado ahí, masacrado. El caso apareció en las noticias y el periódico local, pero en dos días nadie se había parado a reclamarlo como hijo, hermano, amigo o conocido. No tenían el nombre del chico, ni nada que indicara que estuviese registrado en alguna parte.
Él se encontraba estable, muy débil, aún. Los medicamentos lo tenían tan drogado que no había abierto los ojos en toda su estancia en el hospital.

Pero si lo había hecho en sus sueños. En ambas ocasiones Liam despertaba exaltado, ¿por qué lo estaba soñando? Creía que se trataba de la preocupación interna que había adquirido cuando le informaron que estaría un par de días en estado critico.

Al llegar al hospital, el joven era un caso perdido, un doctor admitió que lo ingresaron a quirófano solo por no perder la humanidad de dejarlo morir sin hacer un intento.

Pero se salvó.

Para Liam, aquello fué una prueba milagrosa, sentía que había salvado una vida, era una señal. El sentimiento era tan gratificante que sólo lo hizo comprobar que debía hacerlo, debía estudiar esto, debía salvar más vidas, ahí pertenecía. ¿Cómo un lugar tan vacío, esterilizado y frío como el hospital, lo hacía sentir como si fuera ahí donde pertenecía, donde debía estar?

Esa mañana de Lunes había llegado al hospital con un excelente humor, nada raro de Liam llevaba en manos un empaque que contenía un sándwich y también llevaba un termo con café caliente y bien azucarado, traía puesta su bufanda café, que combinaba con su abrigo, y su sonrisa, a pesar de que el no estuviera enterado, era su mejor accesorio.

Saludó los enfermeros que estaban en la recepción.

—¿De nuevo vienes de voluntario?— preguntó Robert, el conserje, alegre de verle por ahí.

—Así es.— Liam le devolvió la sonrisa.

Podía ir y lo hacía, le gustaba. Sus clases en la universidad eran por la tarde y le animaba estar en ese lugar por la mañana.

Camino hacia un casillero, dejó su termo y su comida, que se encargaría de devorar mas tarde, a la hora del almuerzo. Se puso el uniforme de enfermero que le daban a los voluntarios -ligeramente diferente al uniforme normal-, y partió a la cocina.

—Parker— Liam saludó al chico de tez morena obscura que se encontraba lavando trastes y que traía un uniforme igual al suyo.

—¡Hey, Liam!— el chico continuaba lavando los trastos. Parker Hill también era voluntario en el hospital, y se había hecho amigo de Liam cuando este se había presentado en el hospital días antes—. Qué bueno verte de nuevo.—Parker saludó al castaño con un choque de palmas.

—Aquí estoy.— el castaño se volvió hacia la pequeña pila de trastos—, y veo que he llegado un poco tarde.— lo miró

—Han sido muy pocos los que lavé, no te preocupes— hizo un gesto con la mano enjabonada, restándole importancia—. Además, estás viendo al lava trastes más rápido de Brooklin.— Parker hizo un falso gesto adulado que hizo reír a Liam.

—Lástima que estás muy lejos de allá— Liam le siguió la corriente—. Y bien, ¿en qué ayudo?—

—Oh, si. Mira— dijo parker con energía—, puedes ir a la bodega y traer charolas, porque no tengo ni la menor idea de dónde la guardan aquí.— se distorsionó el sonido de su ultima frase, ya que había metido la cabeza a uno de los estantes en busca de más charolas para la hora del almuerzo.

—Claro, ¿dónde queda?— Liam limpió suciedad inexistente de sus manos frotándolas con la parte superior de sus pantalones.

—El camino es fácil, sales de aquí, giras a la derecha, camina recto, como si fueses a entrar a urgencias, pasas unas cuantas habitaciones, y encontrarás una puerta metálica, como suelen ser las puertas de las bodegas. Encontraras todo fácilmente.— Parker tenía una acento americano bastante resbaloso, pero Liam memorizó cada dirección.