Capítulo 2

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-¿Dónde te habías metido?

-Ya lo he dicho, en el baño.

Paola me miró alzando una ceja. Un gesto típico en ella cuando no me creía. Resoplé.

-Mi madre me había llamado, ¿contenta?

-¿Tu madre? ¿Para qué?

-Nada, para preguntarme qué tal el primer día. Lo de siempre, intentando hacerse la buena.

Al decir esto lancé una rápida ojeada al profesor que no me quitaba la vista de encima, así que preferí guardar silencio, no me apetecía recibir un castigo el primer día de clase. Al cabo de un rato, me quedé divagando entre mis pensamientos y Paola tuvo que interrumpirlo con un pequeño codazo en el brazo.

-Auch -me quejé sin alzar mucho la voz-. ¿Qué quieres?

-Mira, es la nueva -dijo señalando a una chica que estaba parada frente a la pizarra.

Ni si quiera me había dado cuenta de que el profesor la había sacado para hacer unas cuentas.

-Es la que vimos en el hall -añadió haciendo que a mi mente llegara su imagen al instante.

Tenía el pelo un poco más bajo de los hombros, castaña y con las puntas rubias. Seguí recorriendo su cuerpo con la mirada, parándome instintivamente en su trasero. Sin pensarlo comencé a morder el lápiz y Paola me miró divertida, ella me conocía muy bien.

-Te gusta, ¿eh?

-No está mal -contesté restando importancia.

-Claro, claro -respondió ella entre risas.

De pronto, Antonio nos miró con gesto de reproche, estaba pendiente de nosotras y nos acababa de pillar en seco. Ahora sí que no me escapo de la regañina.

-¿Por qué no nos cuentan el chiste para que los demás también nos riamos? -preguntó avanzando con lentitud hacia nuestra mesa.

Ambas nos miramos cómplices y preferimos quedarnos calladas, pero el profesor no se dio por vencido y decidió atacarme donde más me duele.

-Señorita Gómez, ¿por qué no sale a ayudar a su compañera?

Me miró por encima de sus gafas y dejando la tiza sobre mi mesa. Él sabía que las matemáticas no eran mi fuerte, siempre las cateaba. Aún así decidí no achantarme, así que con decisión cogí la tiza y me coloqué rápida junto a la chica nueva. Ella en seguida clavó la vista en el suelo mientras sostenía en alto su tiza con sus finos dedos. Me fue inevitable no fijarme cómo su mano temblaba por culpa de los nervios.

-Y bien, Señorita Gómez, ¿encuentra una solución a esa ecuación de segundo grado?

¿Por qué me tiene que pasar esto a mi? Él sabe perfectamente que esto no lo sé hacer. Enfadada apreté la mandíbula y le maldije en silencio.

-Señorita Castro, puede sentarse, su compañera acabará la cuenta por usted.

Miré a la chica que soltó un suspiro de alivio y se marchó rauda a su asiento. Y allí me quedé yo, callada, mirando la inmensa pizarra sin saber por dónde demonios atacar a esa maldita cuenta.

-Señorita Gómez, la estamos esperando -insistió tras de mi.

El profesor estaba disfrutando poniéndome a prueba, desquiciándome a cada momento. Después dirá que la mala soy yo, la rebelde, la que no se comporta como es debido en clase ¡pero es que me provocan! Harta de esta situación me dirigí hacia el profesor y dejé la tiza sobre su mano con toda la soberbia del mundo.

Enamórate como puedas (Trilogía "Como puedas" Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora