Pasaron dos días en los que Laura me esquivó por los pasillos, en clase, en el comedor. Dos días que fueron insoportables para mi, le hablaba y se iba sin escucharme. Paola me pidió paciencia, pero eso es algo que acababa de descubrir que no tenia. Necesitaba hablar con ella, pedirle perdón, abrazarla, besarla. Quería estar a su lado, que me contara lo que le pasa para así poder entenderla, pero Laura me lo ponía muy difícil. Pero como ya no podía aguantar más caminé con decisión hasta su cuarto. Sabía que se encontraba allí, desde que volvió de su casa trataba de no salir de su habitación en las horas que teníamos libres. También sabía que estaba sola, acababa de ver a Paola con Guille en el patio. Llamé a la puerta y no tuve que esperar mucho a que Laura me diera permiso para entrar. Llena de nervios abrí, estaba echada sobre su cama, leyendo un libro. Me agradó ver que era el mismo que yo estaba leyendo la primera vez que me besó, se lo regalé hace un tiempo como recuerdo de ese día. Se sorprendió al verme y frunció los labios, pero continuó en su línea volviendo la vista al libro sin decirme nada. Me senté en el borde de la cama y la contemplé en silencio. Me dolió verla tan desaliñada y con ojeras, parecía estar muy cansada.
-¿No vas a mirarme nunca más?
Laura continuó con su voto de silencio y vi como apretaba la mandíbula.
-Me extraña, con lo que te gusta mirarme -comenté tratando de animarla.
Pero Laura seguía con la vista clavada en el libro, aunque no estaba leyendo. No movía los ojos, los tenía fijos en un punto como para evitar mirarme, así que recordé cuando me quitó el libro de mis manos e hice lo mismo. Laura no se lo esperó y al levantar los brazos para recuperarlo, se quejó de lo que parecía un dolor muscular.
-¿Estás bien? -me preocupé en seguida.
Quise ponerle una mano en el brazo, pero me detuvo.
-¿Qué pasa que ni me miras ni me hablas ni me tocas? -le reproché cada vez más cansada de su actitud.
Laura me miró con dureza.
-¿Que qué pasa? Pasa que te dije que te callaras y no te enfrentaras a mi madre e hiciste todo lo contrario. Eso pasa. Que no eres capaz de hacerme caso por una vez. No tienes que meterte en mi vida, en lo que discuto o no discuto con mi madre. Eso no te tiene que interesar.
-Pues me interesa porque me preocupo por ti, porque no quiero verte sufrir y me da igual si me tengo que enfrentar a tu madre o a cien clones de ella, pero no pienso dejar que te haga daño.
Mi voz empezó a quebrarse por la angustia.
-¡Pues lo ha hecho! -gritó provocando un breve silencio entre nosotras.
Su voz también se quebró y sus ojos se pusieron vidriosos.
-No es justo que me trates así, Laura -hablé en voz baja-. Yo solo quería ayudarte. No es justo.
Ahogó una carcajada sarcástica.
-No es justo... -murmuró repitiendo mis palabras.
Entonces se quitó el jersey dejando a la vista su cuerpo. En seguida noté una punzada en mi corazón, no me podía creer lo que estaba viendo y me llevé las manos a la boca horrorizada. Su cuerpo estaba repleto de moratones y magulladuras.
-¿Y esto es justo? -su voz terminó por quebrarse y comenzó a llorar- ¿Es justo que mi madre me de palizas solo por ser una "asquerosa bollera"?
La mirada de Laura era de infinita desolación. No me imagino cuánto tiempo habrá tenido que aguantar esta situación. No pude evitar ponerme a llorar yo también, sus palabras me calaron en lo más profundo de mi alma. Sin esperar su aprobación la besé con ternura a la vez que nuestras lágrimas se mezclaban unas con otras.
-Lo siento, mi vida. Lo siento -me disculpé aunque no me parecía suficiente.
Ahora más que nunca sentía un gran remordimiento, si me hubiera mordido la lengua ahora no sufriría por tener todo el cuerpo dolorido. Laura se abrazó fuerte a mi sin dejar de llorar y yo no sabía dónde tocarle sin hacerle daño, los brazos eran los que habían sufrido la peor parte, como si hubieran sido estrangulados con una cuerda.
-¿Por qué no la has denunciado?
-¿Para qué? ¿Para que los asuntos sociales me lleven a América con mi padre? ¿O me vayan cambiando de familia hasta dar con una que se haga cargo de mi? Este es mi hogar Adriana, no me quiero ir de aquí. Y ahora que estoy contigo tengo más motivos que antes para quedarme.
No dejé de abrazarla mientras escuchaba sus palabras. Ahora entiendo cuando decía que este internado se había convertido en su refugio, aquí se sentía totalmente segura. A saber cuánto tiempo lleva aguantando en silencio solo para que no la saquen de aquí.
Paola, cada día, me untaba una crema para los moratones por todas las zonas de mi cuerpo golpeadas. Esta vez, fue Adriana quien lo hizo. Los moratones estaban en su mayoría concentrados en mis brazos, los demás estaban repartidos en las costillas y la espalda. A la vez que untaba la crema me fue dando un masaje que su madre le había enseñado hacer hace tiempo. La verdad es que el masaje me sentó de maravilla y me alivió parte del dolor muscular que tenía. Cuando terminó el masaje me dejó un beso en el cuello y después volvió a sentarse frente a mi. A continuación me ayudó a ponerme el jersey, con cuidado de no hacerme daño, y finalmente nos tumbamos en la cama. Creo que en el momento en que le conté la oscura relación que tengo con mi madre, todo el enfado que tenía desapareció, por eso no dudé en echarme sobre su pecho, buscando su cariño. O quizá fue la necesidad de sentir amor después de tanto dolor lo que me llevó a dejarme abrazar por ella.
-Lo siento -dijo tras dejarme un beso en la frente.
-Olvídalo. Lo hecho, hecho está. Ahora lo único que quiero es estar tranquila.
-Está bien, pero solo dime una cosa.
-El qué.
-¿A dónde quería llevarte tu madre cuando os vi discutiendo?
-A Rusia.
Adriana se quedó unos segundo en silencio, supongo que cavilando la respuesta.
-¿A Rusia? -preguntó extrañada- ¿Para qué?
Me encongí de hombros. Ni si quiera yo tenía ni idea de porqué a mi madre se le había metido en la cabeza llevarme allí.
-Lo único que sé es que no lo ha conseguido. Mi tío habló con ella y la ha convencido para retenerme por lo menos hasta fin de curso.
Noté como Adriana se removió intranquila y antes de que pudiera decir nada, le dije:
-Pero tranquila, algo se me ocurrirá. No voy a dejar que me separe de ti. No lo va a lograr.
Lo dije con convicción, realmente lo creía. Cumpliré la mayoría de edad en verano, algo conseguiré para alargar el tiempo. Cuando quiera arrastrarme a cualquier sitio ya no podrá, no podrá obligarme.
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Enamórate como puedas (Trilogía "Como puedas" Parte 1)
RomanceAdriana cumple su sueño de conseguir una beca en el prestigioso colegio El Roble, considerado el mejor del país. Allí conocerá a gente muy diferente a ella y sobretodo conocerá a Laura, muy a su pesar. Adriana no tiene ninguna intención de saber nad...