Capítulo 13

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Parpadeé varias veces hasta hacerme con la tenue luz que inundaba la habitación. Las persianas estaban totalmente bajadas y solo las lámparas de las mesitas de noche estaban encendidas, pero tapadas con lo que parecía los jirones de unas sábanas blancas y rojas que le daban un toque de luz muy romántico. Laura estaba delante de mi y me tomé un tiempo para contemplarla. Estaba vestida con un vestido corto y ceñido de color rojo, el pelo echado a un lado y maquillada de noche (era experta en todo tipo de maquillaje). Estaba indudablemente guapísima, no pude evitar sentirme patética al verme vestida con el soso uniforme del internado.

-¿Te gusta? -me preguntó con ilusión.

-¿El qué? ¿La habitación o tú? -respondí de forma descarada.

En todo este tiempo que llevaba con ella había aprendido ha ser un poco igual de lanzada que ella, se me pegaban sus bromas. Laura rió divertida y procedió a comenzar el baile. Me agarró de la cintura con una mano y con la otra agarró mi mano. Por último me llevé la rosa a la boca y puse la mano que me quedaba libre sobre su hombro.

-¿Me concedes este baile?

Asentí y rápidamente comenzó a llevarme al ritmo del tango. Hacía pocos días se había empeñado en enseñarme a bailarlo, ahora entiendo para qué. Me llevaba casi como si fuera una profesional y sin dejar de mirarme fijamente a los ojos. El baile siempre me había parecido de lo más pasional y sugerente. Era el perfecto para esta ocasión.





Todo estaba saliendo perfecto, como a mi me gustaba. Cuando terminamos de bailar el tango la llevé de la mano hasta la cama que había decorado horas antes con unas impolutas sábanas blancas, la almohada de color rojo pasión y varios pétalos de rosa formando un corazón. Puede que sea lo típico, pero me parecía de lo más romántico, perfecto para Adriana.

-Aún queda un sentido -dije.

-El tacto -respondió con su sonrisa siempre tímida.

-Cierra los ojos.

Adriana obedeció y la empujé levemente por los hombros para tumbarla en la cama. Su cuerpo se había tensado, supongo que por sus inevitables nervios. Había descubierto en ella que era extremadamente nerviosa ante este tipo de situaciones.

-¿Has leído 50 sombras de Grey? -pregunté con toda la intención.

Adriana negó con la cabeza y aquello me hizo soltar una risita llena de doble intención. Entonces comencé a quitarle la negra rebeca del uniforme y seguido el jersey. No pude evitar contemplar por unos segundos sus pechos bien definidos y ocultos bajo su sujetador. A continuación utilicé la venda que antes tapaba sus ojos para amarrar sus manos a la cama, después saqué de debajo de la cama un cubo con varios hielos que Paola me había ayudado a robar de la cocina del colegio. Me llevé uno a la boca y me incliné hacia delante hasta tener cerca sus labios, ligeramente entre abiertos, y los acaricié con el hielo provocando una pequeña sacudida en Adriana. Su cuerpo se tensó aún más al notar el frío, pero eso no me detuvo por lo que, fui bajando por su garganta donde vi como su piel se erizaba y continué el camino pasando por su pecho hasta llegar a su vientre. Tras esta sensación de frío dejé el cubito de hielo a un lado y saqué las aburridas medias blancas que nos hacían ponernos como parte del uniforme, y acto seguido le quité la falda de cuadritos. Tras eso cogí otro hielo y repetí el procedimiento de antes, pasando por sus rodillas, subiendo hasta sus muslos y de nuevo acabando en su vientre. Comprobé que Adriana seguía con los ojos fuertemente cerrados y con el labio inferior mordido, parecía que estaba disfrutando con la experiencia. Como hice antes me deshice del hielo y solté la venda dejando así sus manos libres. Aún así ella siguió sin abrir los ojos. Cogí sus manos y la atraje hasta mi, incorporándola en la cama. Sin pensarlo la besé despacio, saboreando bien cada pequeño rincón de sus labios, deleitándome con su dulzura. Al momento, Adriana reaccionó entreabriendo la boca, dejando paso a mi lengua para que hiciera de las suyas. Nuestro beso se convirtió rápidamente en fogosidad, como cuando prendes una simple llama y en segundos se crea toda una hoguera. Ella empezó a tomar la iniciativa y me sorprendió notar como sus manos buscaban la cremallera de mi vestido tirando de él hacia abajo para quitármelo. Nuestros besos cada vez iban a más, tomando velocidad. Sin esperarlo, posó sus manos en mis pechos y pude notar como temblaban sus dedos. Aquello, lejos de ponerme nerviosa hizo que me acelerara aún más, haciendo que dejara de besar sus labios para bajar a su cuello. Me encantaba las mordidas en esa zona y Adriana no dudó en echar la cabeza a un lado dejándome todo el cuello a la vista. A la vez, mis manos fueron subiendo hasta el cierre de su sujetador para quitárselo cuanto antes, la ropa cada vez me molestaba más. Cuando me deshice de él me dio mucha ternura ver como se le habían subido los colores.

-¿Estás bien? -pregunté queriendo saber si estaba dispuesta a seguir con el juego.

Adriana abrió un poco los ojos y me besó despacio, pasando la yema de sus dedos por mis labios.

-Sigue -me susurró.





Recorrió todo mi cuerpo dejando besos en cada rincón secreto que descubría, rincones que ni si quiera yo sabía que existían. Me trató con tanta delicadeza como a una muñeca de porcelana, me hizo suya y viví ese momento de una manera que nunca lo hubiera imaginado. Me dedicó su tiempo y mimo y llegué a la cima abrazada a su cuello gracias al frenético ritmo al que me llevaba. Después supo enseñarme y darme los detalles necesarios para que yo la hiciera disfrutar tanto como yo había disfrutado. Las personas se preguntan a veces si el cielo existe de verdad o no, lógicamente yo no lo sé, pero puedo confesar que esta noche he estado en un lugar lo más parecido a un cielo gracias al amor que me entregó y contemplando su atractivo cuerpo. Había sido la noche más especial que he vivido jamás y, lo había sido con la chica más especial que ha irrumpido nunca en mi vida. 

Enamórate como puedas (Trilogía "Como puedas" Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora