Cap 1

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Ella, guardaba la esperanza de encontrar un esposo en ese intrépido viaje.

Él, a tres días de contraer matrimonio con la mujer que amaba la pierde inesperadamente.

Una incursión fallida...Una captura.

Lord Syaoran, él orgulloso señor.

Sakura, la rebelde prisionera.

Una guerrera virgen,

Un hombre insatisfecho sexualmente.

Un poco de presunción, un poco de insubordinación, un poco más de belleza, un poco más de autosuficiencia, sexo, pasión, salvajismo... la receta mágica y perfecta para el amor?

CORAZÓN SALVAJE

CAPÍTULO I

Escandinava, 873 A.D.

Hisato Dazai se dejó caer al suelo y se arrastró para acercarse al río, donde se había detenido la joven de los cabellos castaños.

Sakura Kinomoto miró una vez hacia atrás, como si lo hubiese oído, y después jaló las riendas de su caballo de gran alzada. Avanzó directamente hasta la orilla. A su izquierda el fiordo Horten llevaba aguas veloces por su cauce. Pero aquí una masa de peñascos enfrentaba las corrientes, y el agua se desplazaba suave y serena, como en un estanque. Hisato sabía por experiencia que el agua estaba también deliciosamente tibia, y que era tan tentadora que la joven no podría ignorarla. Sakura había llegado a este lugar después de que él la viera salir de la casa de su tío Jun y cabalgar hacia el fiordo.

Cuando ambos eran más jóvenes, mucho más jóvenes, solían nadar aquí con el hermano y los primos de la muchacha. Sakura tenía una familia pequeña, eran solamente sus padres y su hermano, pero la demás familia era en verdad numerosa: cuatro tíos y docenas de primos lejanos. Por ser ella de las pocas mujeres en la familia, todos ellos creían que esa joven era el sol y la luna reunidos.

Hisato había pensado lo mismo, hasta un tiempo antes. Había reunido valor y pedido a Sakura que se casara con él, como habían hecho muchos otros antes. Ella lo había rechazado, amablemente, como él reconocía de mala gana, pero de todos modos la decepción fue casi terrible. Él había visto como Sakura crecía, había sido testigo de cómo la niña alta y desmañada se convertía en una mujer majestuosa y deslumbrante, y nada había que él deseara más que poder afirmar que Sakura Kinomoto le pertenecía.

Hisato contuvo la respiración cuando ella comenzó a quitarse la túnica de hilo. Había abrigado la esperanza de que hiciera precisamente eso. Era la razón por la cual la había seguido, pensando que quizá lo hiciera, abrigando esperanzas, y ¡Odín le ayudaba! era lo que estaba haciendo.

La visión fue más de lo que él podía soportar. Las piernas largas y bien formadas servían de firmes columnas para la suave curva de las caderas femeninas, la espalda delgada y recta cubierta únicamente por una gruesa trenza. Apenas dos semanas atrás, él había aferrado esa gruesa trenza, y había obligado a los labios de esa belleza a unirse con los suyos en un beso que le había encendido la sangre casi hasta la locura. Ella lo había abofeteado enérgicamente, descargándole un golpe que en realidad le obligó a trastabillar, pues Sakura no era una muchacha menuda y de músculos débiles; a decir verdad, era sólo cinco centímetros más baja que él mismo, Y eso que él media un metro ochenta. Pero eso no lo amedrentó.

En ese momento, al besarla, había sentido que realmente podía enloquecer si no la conseguía. Afortunadamente en aquella ocasión se había entrometido Touya, el hermano mayor de Sakura pero, por desgracia, lo hizo precisamente cuando Hisato la había atrapado de nuevo y trataba de arrojarla al suelo. Él y Touya habían quedado heridos después del encuentro, de esa forma Hisato había perdido así un buen amigo, no porque luchasen, pues los de su raza siempre estaban dispuestos a luchar por la razón que fuere, sino por lo que él había intentado hacerle a Sakura. Hisato no podía negar que la habría tomado, allí mismo, sobre el suelo del establo del padre, de haber tenido oportunidad, aún y aunque de haberlo logrado, habría muerto. No habría tenido que luchar contra Touya o los primos, sino contra el padre, Fujitaka, que sin ninguna dificultad habría destruido a Hisato con sus propias manos.

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