Sakura lamentó la ironía implícita en el hecho de que Syaoran le ofreciera salir a cabalgar la mañana siguiente, cuando sus partes posteriores no estaban en condiciones de afrontar la prueba. De todos modos, aceptó. ¿Cómo podía rehusar si él le facilitaba un caballo, e incluso proponía una carrera? En verdad¿llegaría a comprender alguna vez a ese hombre?
Perdió la carrera, pero de todos modos la experiencia fue muy grata. Evocó los despreocupados recuerdos de los tiempos en que montaba en su caballo atravesaba los campos y los bosques. El caballo que le facilitó Syaoran no era un animal tan bueno, pero su acompañante compensaba las posibles deficiencias de la cabalgadura.
Bien entrada la mañana se detuvieron para permitir que los caballos bebieran en un arroyo. El lugar vibraba con los colores estivales, los verdes más oscuros, los amarillos y los rojos. El cielo estaba despejado, y el sol enviaba sus rayos muy cálidos más allá de la zona de sombra proyectada por el árbol al que ella y Syaoran se habían acercado.
Syaoran se sentó, la espalda apoyada contra el tronco, y con un gesto indicó a Sakura que se aproximase. Sakura no le hizo caso, y en cambio se sentó a los pies del sajón. Ella arrancó una mata de pasto y la masticó despaciosamente. Miró a Syaoran con una expresión afectuosa en los ojos.
Syaoran suspiró. Quizás ella se le había entregado totalmente, la otra noche, pero otra vez mostraba una actitud renuente. No la obligó a aceptar el abrazo porque sabía que ella se resistiría.
- Milord, te agradezco el paseo. –
El se encogió de hombros, como atribuyendo escasa importancia a su propia generosidad.
- Yukito tenía razón: estás acostumbrada a cabalgar. Lo haces bien. –
- Hago bien muchas cosas, pero Yukito no las conoce todas. –
- ¿Por ejemplo? –
Ella estiró las piernas y unió las manos bajo la cabeza. La gruesa trenza castaña le caía sobre el hombro, y el extremo le llegaba a la cintura. Syaoran observó cómo la brisa movía las puntas de los cabellos.
Ella tenía los ojos fijos en el cielo cuando contesto: - Yukito no sabe que me enseñaron a manejar armas. Ninguno de ellos lo sabe. Pero tú sí.
- Es algo que desearía no saber – gruñó Syaoran.
Sakura sonrió.
- Esa es la actitud que me ha inducido a guardar el secreto hasta que llegase el momento de necesitar tales habilidades. –
- Y bien¿Quién te enseñó? – preguntó Syaoran -. Seguramente, no fue tu padre. –
Sakura meneó la cabeza.
- No, sin duda no fue él. Me enseñó mi madre. –
- Tu... – No pudo concluir la frase a causa de la risa.
Sakura sonrió con expresión tolerante.
- Ríe cuanto quieras, milord, pero es cierto. –
- No lo dudo – continuó sonriendo -. ¿Y qué más te enseño esa madre tan guerrera. –
Sakura se echó a reír. Imaginó a su bella y delicada madre. ¿Guerrera¡Por los dientes de Dios! No existía sobre la tierra alguien que pareciese menos guerrera.
- Es posible que mi madre no desee cocinar ni coser, pues nunca le agradaron esas tareas. Pero no es una mujer guerrera. Y también me enseñó otra lección muy útil: me enseñó que no debía avergonzarme de desear a un hombre.
Syaoran recobró instantáneamente la seriedad. Ella lo mismo hubiera podido acariciarle el cuerpo con las manos. Las últimas palabras suscitaron el mismo efecto.
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corazon salvaje
Fanfictionesta historia no es mia es de By: HOSHI KUMIKO CHAN Un poco de presunción, un poco de insubordinación, un poco más de belleza, un poco más de autosuficiencia, sexo, pasión, salvajismo... la receta mágica y perfecta para el amor?