Cap 8

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La mañana siguiente Sakura no estaba de buen humor. Se había mostrado franca y sincera con el sajón, revelándole sus sentimientos, y ofreciéndole esa ventaja sobre ella, pese a que era su enemigo, y la única respuesta había sido la hipocresía del hombre. Él la deseaba, y sin embargo estaba decidido a cerrar los ojos a ese hecho, y a ella, de modo que la consecuencia era que ambos sufrirían. Si eso no bastaba para inducirla a pensar que era más tonta que el propio Syaoran, ahí estaba Nadine, que había presenciado el enfrentamiento y no se sentía muy complacida.

- No lo irrites más, mujer – había advertido con enojo a Sakura. - Lo lamentarás si el amo te lleva a la cama, reconoce que nunca serás más que una esclava para él. -

Eso bien podía ser cierto, y comprenderlo enfureció a Sakura. ¿Estaba dispuesta a entregarse a un hombre que quizá nunca la amara? Se había sentido tan segura de que lograría atraerlo... pero ahora alimentaba dudas, y no le agradaba sentirlas. Esa situación debilitaba su confianza y la deprimía terriblemente.

Esa mañana estaba limpiando las habitaciones de frente de la casa, como hacían todos los días. La habitación de Syaoran era una de ellas. Sakura había contemplado antes el lecho del guerrero con un sentimiento de excitación. Esa mañana sintió deseos de destrozarlo. En realidad, golpeó con tal fuerza la almohada, que las plumas brotaron por las costuras.

- Pasas de un extremo al otro – comentó Nadine, meneando la cabeza a Sakura -. No pienses más en él. –

- Déjame en paz – advirtió Sakura -. Anoche ya dijiste lo que pensabas. –

- Pero no ha sido suficiente. Si concebiste la idea de dañarlo, será mejor que lo pienses de nuevo. –

Para Sakura fue la gota de agua que colmó el vaso, después de pasar una noche miserable meditando en los nuevos sentimientos provocados en ella por el sajón.

- ¿Dañarlo? – escupió Sakura -. Si daño a alguien será a ti, en caso de que no dejes de molestarme. –

Nadine retrocedió, cautelosa. Había tendido a descuidarse con Sakura, quien hasta ese momento no le había demostrado hostilidad. También había empezado a simpatizar con la muchacha, olvidando que pertenecía a una raza que prosperaba en la muerte y la destrucción. Tanto se había descuidado que solía estar a solas con la joven, como en ese momento. Y cuando la miraba, cuando veía a la mujer joven y alta ardiendo de pasión, comprendía que, encadenada o no, para Sakura sería muy sencillo alzarla en brazos y arrojarla por la ventana abierta. Tenía corpulencia y fuerza suficientes para hacerlo. No creía que fuera tan tonta como para ejecutar la acción. Pero podía hacerlo.

Nadine avanzó de prisa hacia la puerta, gruñendo obstinadamente con cada paso que la ponía a distancia segura de Sakura.

- Amenazas a una vieja ¿eh¿Y después que impedí que los demás te maltrataran? – En la puerta se volvió para mirar, hostil, a Sakura. – Termina sola la tarea. Y otra cosa, mujerzuela: será mejor que tu actitud cambie, porque de lo contrario irás abajo, o pasarás el resto del día encerrada, sin comida. Ya verás que lo consigo. Y nada de trampas, porque te enviaré a uno de los hombres que se ocupará de ti. No te será tan fácil arrojar por esa ventana a un hombre. –

Sakura pensó un momento en la última y extraña afirmación de la mujer, y después la apartó de su pensamiento. Era la primera vez que permanecía sola en una habitación sin llave. Era el cuarto de Syaoran. En pocos minutos podía destrozar lo que allí había. Nadie se lo impediría hasta que todo estuviese terminado. Después, Syaoran la golpearía, y ella recibiría de buena gana el sufrimiento que eso implicaba, y el olvido, y después el odio, pues aún no lo odiaba. Debía odiarlo, pero no lo hacía.

corazon salvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora