Cap 12

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CAPÍTULO XII

Sakura sabía que en cualquier momento Syaoran se abalanzaría sobre ella. Desde el momento en que él abrió la puerta notó que no estaba furioso. Sin embargo, sería cuestión de tiempo para que se encrespara señorialmente mostrando su autoridad intacta ante el desafío. El ver a un hombre de tan maravilloso semblante a la entrada de una habitación tan nefasta hacía que se le contrajera el estómago. Las preguntas surgían traicioneras sobre el real motivo de la presencia de Syaoran. Sakura se preguntaba qué lo traía hacia ella, el hecho que ella retara su autoridad una y otra vez, o la prolongada abstinencia.

Sakura suspiró casi imperceptiblemente, resignada a librar una férrea batalla con ese hombre que le producía tantos sentimientos. Ella estaba sentada con la espalda contra la pared, las rodillas dobladas ante ella, de tal modo que pudiera incorporarse rápidamente si era necesario. Se podía respirar en el ambiente la molestia del hombre, obviamente no se sentía muy complacido con su actitud.

Dado que Syaoran venía directamente de su baño, vestía sólo una túnica blanca de mangas largas, y sobre ella el tipo de túnica que entregaban a Sakura cuando se bañaba, aunque sin lugar a dudas ésta era de mejor calidad, tenía un ruedo de seda verde en todo el borde del lienzo blanco que le llegaba a los pies. Ante la visión, Sakura concluyó que el blanco le sentaba a las mil maravillas... con los cabellos castaños oscuros y la piel bronceada por el sol estival parecía un bello dios.

Si tan solo en ese momento no estuviese tan furiosa, habría esperado anhelante, conteniendo el respiro, hasta que apareciera como una divina imagen una pierna desnuda cuando la túnica se abría al compás del andar de Syaoran. Pero luchó contra sus deseos, clavó sus ojos en el rostro del hombre y lo miró fijamente, asombrada por el efecto que producía sobre el cuerpo de Syaoran la vela que él sostenía en alto para iluminarlos a ambos.

- Nadine me dijo por qué estás aquí nuevamente, en lugar de ocupar el sitio que te corresponde. Quiero saber por qué creíste que habías conquistado tu libertad en la sala, cuando yo no te había dicho nada para que creyeras lo contrario. –

- Es sencillo, sajón. Tú sabías por qué me negué a compartir tu lecho esta última semana. Pero ayer me llevaste allí. Fui tan tonta que creí que si hacías eso era porque habías renunciado a las restricciones que me imponías. –

Sakura se sintió orgullosa porque la voz no le tembló, y le pareció serena, incluso a ella.

- Tienes razón – respondió Syaoran con sequedad. – Fuiste una tonta al pensar eso. Sin duda una idea absurda de tu parte. Te dije por qué es necesario engrillarte. También te expliqué las alternativas. –

Sakura ya no conservaba la misma serenidad, porque ahora le había oído confirmar las conclusiones que ella misma había extraído.

- ¡Escupo sobre tus alternativas! Usaré tus malditos hierros, pero no quiero saber más de ti. No voy a soportar tus tiernos cuidados por las noches y tus cadenas durante el día. –

El se acercó lentamente. Con gesto cauteloso ella se puso de pie, pero Syaoran se detuvo a dos brazadas de distancia.

- Mujer, creía que eras más fuerte. –

Ella contuvo una exclamación ante el desprecio intencionado.

- Milord, no carezco de fuerza. Mi padre fue capturado y estuvo prisionero en su juventud. Mi madre también soportó un tiempo la esclavitud. Soy lo que mis padres me hicieron, y no sería digna de ellos si no pudiese soportar también la esclavitud. A mis ojos, es el castigo que recibo por desobedecer a mis padres y salir a navegar con mi hermano. Puedo soportar eso, Syaoran. Pero que te quede claro que hay un límite para lo que puedo soportar sin luchar. En adelante, déjame en paz y no tendrás problemas conmigo. –

corazon salvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora