Cap 6

877 32 2
                                    

CAPÍTULO VI

Sakura se sintió absurda y fuera de lugar cuando entró a la casa sajona. El salón que encontró era largo y más grande que el de su padre, pero ella sabía que tenía que ser así en una construcción tan espaciosa. En su casa no había un piso directamente sobre el salón, y por lo tanto parecía una enorme caverna de piedra, tan fría en invierno que la familia prefería pasar las veladas en el área dedicada a la cocina, más protegida que el resto. Este salón, en efecto, tenía un piso encima, pero aun así el techo era bastante alto.

Además, el lugar destinado a la cocina no estaba separado, como en la casa de Sakura, un detalle en que su abuelo había insistido porque el humo le molestaba mucho. Aquí se cocinaba en un gran hogar de piedra que ocupaba casi la mitad de la longitud de la pared del fondo, hacia el lado derecho, con la escalera del lado opuesto. Había otro hogar de piedra, igualmente largo, en el centro de la pared de la derecha, pero éste estaba frío y vacío, porque sin duda no se lo utilizaba durante los meses de verano. La piedra llegaba hasta el techo, sobre los hogares, y se la había utilizado también unos pocos metros en la base del salón, así como alrededor de las altas puertas de la entrada.

El suelo era de madera y sonó a hueco cuando Sakura caminó sobre él; eso la llevó a pensar que abajo podía haber una especie de sótano. Una delgada alfombra cuadrada del tipo que Fujitaka había encontrado en el este cubría una pequeña parte del suelo, frente a dos anchas ventanas que se abrían en el frente del salón, y también a la derecha. El mobiliario estaba integrado por sillas y taburetes, y también había telares y un bastidor con un tapiz. Era un rincón sin duda reservado a las mujeres, lo confirmaron tres que estaban trabajando.

Todas las ventanas y las puertas estaban abiertas y permitían el paso de la luz y la tibia brisa. Frente al sector de las mujeres, y otra vez delante de las ventanas, pero más hacia el centro del salón, había un gran barril de cerveza con un grifo. Vio bancos y sillas alrededor del barril, así como varias mesitas con las piezas de diferentes juegos.

Observó una serie de herramientas, y otra mesa larga cubierta de armas, banquetas e incluso cuencos de madera, todos en diferentes estados de realización. Un hombre estaba de pie frente a la mesa, y manipulaba finas tiras de cuero alrededor del mango de un látigo. Sakura se encogió, y de pronto sintió más intensamente el dolor en la espalda.

Había siete mujeres en el salón, y todas interrumpieron lo que estaban haciendo cuando Geoffrey entró con Sakura. La combinación del atuendo masculino de Sakura, la mitad desgarrado y colgando, y su altura, que la llevaba a sobrepasar en quince centímetros o más a todas las mujeres que estaban allí, determinaron que Sakura se sintiera muy extraña. Las restantes mujeres estaban cubiertas desde el cuello hasta los pies por túnicas de manga larga, y unas pocas incluso usaban velos para ocultar también los cabellos, y en cambio ella tenía los brazos desnudos y, desafortunadamente, también la espalda. Se las veía limpias y pulcras, en cambio, Sakura estaba muy sucia, a causa de la tierra y el lodo que intencionadamente había utilizado para disimular su piel suave.

Una mujer, mejor vestida que las restante, se levantó del asiento y cerró el paso a Geoffrey. Su fina túnica celeste estaba bordada en los bordes, e incluso en los extremos de las anchas mangas; además, el cinturón que usaba revelaba un cuerpo minúsculo. Los cabellos de color azabache formaban un conjunto de trenzas. Tenía los ojos color rubí, luminosos, grandes y expresivos, bastante parecidos a los del hombre a quien Sakura había intentado matar, la diferencia radicaba en el color de ojos de la dama, eran diferentes pero lo demás...

- ¿Cómo te atreves a traerlo aquí? – preguntó la mujer a Geoffrey después de avanzar unos pasos, pero manteniendo siempre la distancia entre ellos.

- Señora, es una mujer, y Lord Syaoran ordena que las mujeres la bañen. –

- ¡Una mujer! – exclamó la dama, y se acercó más, y su mirada pasó de la cabeza de Sakura a la cadena que aún le sujetaba los pies. Meneó la cabeza. – No, no es posible. –

corazon salvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora